Cuando ir al quiropráctico te puede matar

John Lawler era un gerente de banco retirado, que a pesar de sus ochenta años se encontraba en muy buena forma y estado de salud. Su único problema era una enfermedad degenerativa lumbar, que le causaba a menudo fuertes dolores de espalda. Harto de que estos interfirieran en su día a día, durante el verano de 2017 decidió ir a una clínica privada de York, atendida por la doctora Arleen Scholten. Tras la visita inicial, la mujer le recomendó que acudiera a tres sesiones, asegurándole que después de ellas se encontraría mucho mejor y su vida sería más feliz. Solo había un problema: tendrían que ser rápido, pues ella se iría pronto de vacaciones y no podría atenderlo hasta un tiempo después.

El jubilado no vio problema en ello y decidió empezar cuanto antes. Las dos primeras transcurrieron con normalidad, por lo que esperaba que la tercera pusiera fin a sus problemas, pero en realidad ocurrió algo terrible, que muestra de nuevo el cuidado que debemos tener antes de someternos a una de las conocidas como terapias alternativas.

 
 

Las consecuencias de una mala manipulación

Poco después de que la quiropráctica comenzara a realizar torsiones en el cuello, la mesa de tratamiento se movió bruscamente y el hombre comenzó a quejarse de dolor, según las declaraciones de su esposa, que presenció la escena.

 

La doctora no hizo mención a las quejas y siguió con la manipulación, hasta que Lawler, que seguía gritándole que le estaba lastimando, advirtió que había dejado de sentir los brazos, poco antes de desvanecerse. Tenía los labios morados, aunque respiraba, y no podía hablar ni moverse. En palabras de su mujerparecía una muñeca de trapo.

 
 

Al ver que no respondía, la terapeuta lo bajó de la mesa y lo sentó en una silla, en la que intentó reanimarlo, pero en vano. Ante esta situación, no pudieron más que llamar a una ambulancia, que lo trasladó al Hospital de York. Allí, los doctores avisaron a la señora Lawler que su marido tenía múltiples lesiones en la columna y varias fracturas en el cuello y que había quedado tetrapléjico. Era necesario someterlo a una operación de catorce horas, pero aun así no había garantías de que sobreviviera. Al escuchar el estado en el que se encontraba, el paciente murmuró algunos sonidos que su mujer interpretó como que se estaba negando a la intervención, por lo que decidió que no pasara por el sufrimiento de entrar a quirófano. De cualquier modo, su estado era ya muy grave, por lo que falleció solo un día después.

 

Al ser interrogada sobre lo sucedido, la quiropráctica dijo que solo había sometido el cuello a una manipulación suave. En ningún momento mencionó la caída de la mesa. Dos meses más tarde, fue detenida bajo sospecha de homicidio imprudente, pero finalmente quedó en libertad sin cargos. También fue investigada por el Consejo General de Quiropráctica, que decidió permitirle que siguiera ejerciendo.

 
 

A día de hoy, según The Telegraph y The York Press, la investigación de lo ocurrido sigue en marcha, aunque por el momento la terapeuta sigue haciendo vida normal.

 

Los peligros de la quiropraxia

Al igual que otras pseudoterapias, como la acupuntura, a bote pronto la quiropraxia no parece entrañar ningún riesgo
Sin embargo, las zonas que se manipulan pueden lesionarse con facilidad, generando problemas muy variados, siendo los más graves los que afectan al sistema nervioso. Esta es la razón por la que en algunos países, como España, esta práctica no está reconocida como profesión sanitaria. Además, no hay evidencia científica de que sirva para tratar enfermedades ajenas al sistema musculoesquelético.

 
 

Por eso, quien quiera tratarse de algo relacionado con este último debería acudir a verdaderos profesionales, traumatólogos o fisioterapeutas, en función de cuáles sean sus necesidades.

 
 

Es algo a lo que se debe prestar especial atención en niños, pues a menudo los quiroprácticos realizan radiografías innecesarias, antes de comenzar el tratamiento, lo cual supone una exposición a radiación que en pacientes con edades tan bajas solo debe hacerse cuando sea estrictamente imprescindible.

Pero también las personas adultas pueden sufrir problemas graves. Por ejemplo, en octubre del año pasado se dio a conocer el caso de una mujer estadounidense de cincuenta y cuatro años que tuvo que ser atendida de urgencia después de sufrir una serie de hemorragias oculares, posiblemente a consecuencia de una sesión de quiropraxia, en la que se le habían realizado varias torsiones cervicales.

 

El suyo no fue un caso aislado. De hecho, en 2014 la Asociación Americana del Corazón lanzó una advertencia en la que se exponían los peligros de este tipo de prácticas, que pueden incluso llegar a provocar derrames cerebrales a los pacientes.

Para aquella mujer la historia quedó solo en un susto. La de John Lawler terminó convirtiéndose en una pesadilla que sus familiares, conmocionados por lo ocurrido, aún reviven en la actualidad, dos años después. Por desgracia, solo queda esperar a que se haga justicia y que se juzguen adecuadamente los delitos de quienes, con sus terapias, roban lo más valioso que tenemos los seres humanos: nuestra salud.

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