AMADEUS MOZART: EL NIÑO PRODIGIO DE LA MÚSICA

Cuando se piensa en niños prodigios, viene a la mente el caso de Wolfgang Amadeus Mozart, nacido en Salzburgo, Austria, en 1756. A los tres años de edad ya tocaba el piano con gran destreza y antes de los cinco componía pequeñas piezas musicales. Por Luis Felipe Brice.

Siempre bajo la supervisión de su padre, el violinista Leopold Mozart, quien emprendió con él y su hermana Maria Anna una extensa gira de conciertos por Europa.

Fue así como se presentó en las cortes de Múnich, Viena, París, Londres, La Haya, Zúrich y Roma, entre otras grandes ciudades, causando asombro por su precoz talento para tocar el violín y los teclados. 

Sus hazañas de infante superdotado continuaron en ascenso. A los ocho años compuso su primera sinfonía; a los once, su primer oratorio, y a los doce, su primera ópera, La obligación del primer mandamiento.

“La forma de trabajar de Mozart era asombrosa. Solía componer la pieza en su cabeza y después se limitaba a escribirla”, explica el historiador de la cultura Dietrich Schwanitz. 

¿CUÁL ES LA ÓPERA MÁS LARGA?

En 1773, con más fama que dinero, los Mozart regresaron a Salzburgo. Por influencias de su padre, Wolfgang ingresó como concertista del arzobispado de esa ciudad.

Sin embargo, el maltrato y escasa paga que ahí recibía lo motivaron a buscar oportunidades laborales en las cortes de Múnich, Mannheim, París y Versalles, sin mucha suerte.

Finalmente decidió convertirse en artista independiente, marchando a Viena, donde se estableció a comienzos de la década de 1780.

Imagen: Getty

LIBERTAD ARTÍSTICA

En la meca de la música, su trabajo ya no dependía de las cortes, sino de los encargos, los conciertos públicos y las clases particulares. Estas actividades le proporcionaron los recursos y el tiempo requeridos para lo más importante: componer libremente.

Fue entonces cuando el niño prodigio empezó a perfilarse como un genial músico, creando grandes óperas, como Idomeneo (1781), El rapto en el serrallo (1782), Las bodas de Fígaro (1786), Don Giovanni (1787), Così fan tutte (1790) y La flauta mágica (1791), estrenadas con gran éxito. 

Tal aceptación se debió a que “ciertamente, Mozart se sirvió del lenguaje tradicional de la ópera, de la sinfonía y de todas las variantes de la música instrumental, pero vivificándolo con su temperamento y con su propia expresión personal.

Su música era elegante y podía llegar a ser sentimental, pero jamás cayó en la sensiblería. Por otra parte, sus óperas dejaron de lado los destinos de Darío y Alejandro Magno y se centraron en los problemas de su época”, considera Schwanitz.

Esa problemática aparece, por ejemplo, en Las bodas de Fígaro. Esta ópera cómica (buffa) la compuso a partir del libreto del italiano Lorenzo da Ponte, quien a su vez se basó en la obra del mismo nombre del dramaturgo francés Pierre-Augustin de Beaumarchais.

A través de La flauta mágica, Mozart también expresó su postura política. Con un libreto en alemán del francmasón Emanuel Schikaneder, esta ópera de carácter popular (Singspiel) se presenta como un cuento de hadas, aunque el argumento va más allá de una simple trama infantil.

LISZTOMANÍA, EL PRIMER “ROCKSTAR” DE LA HISTORIA

El príncipe Tamino entra en los dominios de la Reina de la Noche. Ésta le promete la mano de su bella hija, la princesa Pamina, si la libera del secuestro al que la sometió el ‘malvado’ rey Sarastro.

Para emprender el rescate, la reina entrega al príncipe una flauta mágica, capaz de amansar a cualquier fiera que salga a su paso. Una vez en los territorios de Sarastro, Tamino se entera de que éste no ha raptado, sino sustraído a Pamina del maltrato de su madre, quien, cual villana de cuento, al final resulta derrotada. Enamorados, el héroe y la princesa deciden unir sus vidas.

Sin embargo, el rey impone a Tamino como condición superar una serie de pruebas evidentemente alusivas a la iniciación en el rito masónico, al cual pertenecía el propio Mozart.

ÓPERA ALECCIONADORA

Don Giovanni es una de las obras más representadas de la producción operística de Mobasó también en un libreto de partir de la versión del mito de don Juan escrita por el español Antonio Zamora. Clasificada como drama jocoso, la historia se desarrolla, como Las bodas de Fígaro, en Sevilla, pero a mediados del siglo XVII.

El comendador se bate en duelo con don Giovanni, al sorprenderlo seduciendo a su hija, doña Ana. El furibundo padre resulta muerto y el asesino huye. La joven jura vengar la muerte de su progenitor y, acompañada de Octavio, su prometido, van tras don Giovanni. Éste, mientras tanto, continúa su carrera de conquistas femeninas, utilizando todo tipo de artimañas. 

A la persecución del seductor se suman tres de sus nuevas víctimas: doña Elvira y la pareja formada por Zerlina y Masetto. Pasado el tiempo, en un cementerio, la estatua del Comendador cobra vida, conminando a don Giovanni para que se arrepienta de sus fechorías y rectifique el camino. Al negarse a hacerlo, la efigie viviente se hunde en la tierra y lo arrastra consigo al infierno. Una vez enterados del aleccionador final del libertino personaje, doña Ana y Octavio, así como el resto de los agraviados, podrán continuar sus vidas.

Acerca de esta pieza, Schwanitz opina que “da una forma tan perfecta a la historia de don Juan que más tarde el filósofo Søren Kierkegaard la elevará a la categoría de una forma de vida, la vida estética”, que ha constituido un arquetipo reproducido infinidad de veces en la ópera, el teatro y el cine.

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La última misa Instalado en Viena, su prestigio aumentó, aunque no tanto sus ingresos. Sin embargo, decidió casarse en 1782 con la cantante Constanze Weber, madre de sus seis hijos, de los cuales sólo sobrevivieron dos. Al lado de ella creó obras que completaron su vasta producción musical. 

De acuerdo con el catálogo elaborado originalmente por Ludwig Ritter von Köchel en 1862 y actualizado posteriormente, entre las más de 600 piezas creadas por Mozart, se cuentan una veintena de óperas, así como decenas de conciertos, sinfonías, cuartetos, quintetos, serenatas, misas y el célebre Réquiem.

4 DATOS CURIOSOS DE FRED ASTAIRE

En torno a éste existen diferentes versiones, todas relacionadas con la temprana muerte de Mozart, aunque algunas de ellas rayan en el mito y la leyenda. Se cuenta que a mediados de 1791 se presentó en su domicilio un misterioso desconocido para encargarle una misa de difuntos (réquiem).

Dada la apremiante necesidad de dinero, el compositor aceptó, y pese a estar ya muy enfermo, comenzó a trabajar en la pieza. Sin embargo, debido a su fallecimiento el 5 de diciembre de ese mismo año, su discípulo Franz Xaver Süssmayr fue quien concluyó la obra.

Según otra versión, le habría dicho a Constanze que la misa la estaba escribiendo para su propio funeral, pues creía haber sido envenenado. Este presunto asesinato se atribuyó al compositor italiano Antonio Salieri, por la supuesta envidia que sentía hacia la genialidad de Mozart.

El hipotético crimen fue llevado al cine por el director Milos Forman en Amadeus (1984), donde se recrea la dramática muerte del músico y el triste final de sus restos en una fosa común.

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