Pocos jóvenes y mucha preocupación por la economía en las legislativas de Irán

Ni colas, ni colegios electorales vacíos. Las legislativas iraníes de este viernes han atraído en Teherán un lento goteo de votantes a pesar de la controversia generada por el veto oficial a la mayoría de los candidatos reformistas. No obstante, la escasa presencia de jóvenes apuntaba al desencanto con la situación económica y la falta de verdaderas alternativas entre los numerosos aspirantes a uno de los 290 escaños del Parlamento. A las tres de la tarde, el Ministerio del Interior cifraba la participación en un 19 %.

 

“He elegido a los candidatos que pueden ayudar a mejorar la situación económica, aunque debido a los precedentes no termino de confiar en ellos; pero tampoco me parece correcto no votar”, se sinceraba Mohammad Javarifar, un trabajador autónomo de 34 años, tras depositar su papeleta en una mezquita de Nazi Abad, un barrio popular del sur de Teherán.

La mayoría de los entrevistados mencionaban como prioridad los problemas económicos, aunque las mascarillas que llevaban algunos también indicaban preocupación con los primeros casos de coronavirus que se han declarado en Irán. Son los primeros comicios desde que hace dos años Estados Unidos abandonó de forma unilateral el acuerdo nuclear de 2015 y reimpuso las duras sanciones que están arruinando a Irán al no permitirle vender petróleo, su principal fuente de ingresos. Esa decisión ha dañado a los sectores más pragmáticos y reforzado al ala dura de la República Islámica, que recela de la influencia occidental en su sociedad.

“He votado para proteger el sistema islámico”, declaraba Zahra Lotfi, un ama de casa de 40 años, en una mezquita de Tehran Pars, un barrio de clase media baja del este de la capital iraní. Pero tras el eslogan, Lotfi tiene claro su objetivo: “un Parlamento que sea más obediente al líder supremo”. Explica que este “en el fondo nunca quiso el acuerdo nuclear, lo aceptó por las circunstancias, y el tiempo le ha dado la razón”. Ahora espera que los nuevos diputados “no intenten negociar otro pacto porque no beneficia a los iraníes”.

Casi 58 millones de electores estaban convocados a las urnas para renovar el Parlamento y, en algunas circunscripciones, elegir sustitutos para los miembros fallecidos de la Asamblea de Expertos (una Cámara de 88 clérigos encargada de designar al líder supremo y que en teoría también puede cesarle). Solo en Teherán había 1.358 candidatos para 30 escaños y dado que los votantes tienen que escribir a mano los nombres de los elegidos, su presencia en los colegios se alargaba como mínimo 15 minutos. Eso, junto a la posibilidad de votar en cualquiera de los centros, dificulta estimar la participación. A las tres de la tarde, habían votado 11 millones, según el Ministerio del Interior. Como es habitual, el cierre de los colegios se extendió cinco horas hasta las once de la noche.

La baja participación está vinculada al desencanto que han generado la dura represión de las protestas por la subida de la gasolina del pasado noviembre y la gestión del derribo del avión de pasajeros en enero. Muchos iraníes, sobre todo entre los jóvenes y las mujeres, han llegado a la conclusión de que no es posible la reforma desde dentro del sistema. A pesar de que en esta ocasión había tres millones de nuevos electores, en la decena de colegios electorales visitados en la capital, esta corresponsal solo pudo encontrar a una primeriza. “Espero que el próximo Parlamento mejore las infraestructuras y servicios universitarios”, manifestaba ilusionada Marzieh, estudiante de Arte de 19 años.

La ausencia de votantes por debajo de los 30 era notable. “Yo solo he venido a ver si no hay mucha gente para que bajen a votar mis padres, que quieren hacerlo; lo hago porque les respeto, pero ni yo ni mis hermanos pensamos participar”, relataba Said, de 27 años y que cursa un máster de ingeniería en la Universidad de Teherán. En su opinión, Irán necesita “una reforma integral” en la burocracia, la economía y la política. “Debemos protestar para mostrar nuestro descontento. Una forma de hacerlo acaba en Evin [la ominosa cárcel en la que encierran a presos políticos y activistas de derechos humanos]. La otra, menos arriesgada, es no votar”, concluía.

Durante la semana que ha durado la campaña electoral, tanto los simpatizantes reformistas, frustrados por las descalificaciones de los candidatos moderados, como los opositores en el exterior, han insistido en que “la tinta [con la que se marca el índice a los votantes] de las elecciones es la sangre de los muertos en las protestas”. Pero algunos iraníes, sobre todo quienes trabajan para la Administración pública, no tienen elección. La falta en su shenasnameh (una especie de libro de familia) del sello que acredita el voto puede despertar dudas sobre su lealtad.

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