ME DESPIDIERON Y AHORA ESTOY EN MODO SUPERVIVIENTE
Por Animal Político
No me malinterpretes. Yo soy un guerrero, toda mi vida lo he sido. Y voy a seguir luchando. Pero esto del coronavirus sí me ha pegado fuerte, para qué te miento. No sé. Estoy deprimido, ¿sabes? Como enojado. Harto. Y ahora, además, estoy en la calle. Literal. Estoy en la pinche calle pidiendo a estas amables señoras que me regalen un taco.
Ojo, tampoco me estoy muriendo de hambre. Tengo todo bajo control. O bueno, eso creo. Pero, por si las dudas, y como aún no sé dónde voy a dormir esta noche, ni si voy a poder comer más al rato, pues aprovecho que una oenegé está repartiendo comida gratis a las sexoservidoras del barrio. Me da pena, pero ni modo. El hambre es canija y ahora estoy en modo superviviente, así que tengo que administrar muy bien mis energías.
¿Qué cómo me quedé tirado en la calle? Je. Pues por una cadena de contradicciones.
Básicamente yo lo resumo así: vine de Monterrey a la ciudad a buscar chamba. La encontré en una empresa de cobranzas que está ahí por Reforma, cerca de la Zona Rosa. Como a los tres meses, ¡pum!, la pandemia. La empresa cierra y nos corre a todos, dizque como medida de contingencia por el virus. Resultado: me quedo sin lana y ya no puedo pagar la renta del departamento. Hoy el casero me dice que ya me chingué y que me saque con todo a la calle. Todo. Y pues aquí me tienes. Arrinconado a pedir un taco, a mendigar, y a exponerme más al virus del que, supuestamente, mi empresa me quería proteger. ¿Apoco no es una contradicción?
Acabo de salir de la alcaldía Cuauhtémoc. Fui porque por la zona del Metro Revolución tienen un albergue para la gente en situación de calle. Pero me dijeron que ya está lleno, que no tienen ni una cama. Así que me anotaron en este papel un par de direcciones de otros albergues y voy a probar suerte.
Desde que llegué estoy solo en la ciudad y tampoco tengo lana para regresar a Monterrey.
Aquí contaba con un par de cuates, de conocidos, vaya. Aunque entiendo que tienen sus necesidades, sus broncas. Y con la cuarentena, ¿quién quiere meter a un casi extraño a su casa? Así que ni un colchoncito tengo para dormir en el piso. Ni un sofá.
Por eso, me echo el taco y me voy rápido a buscar el albergue.
Al menos quiero garantizarme un techo esta noche. Y mañana, ya veré cómo le hago