ASÍ SON LOS ‘ENTIERROS DE ÁRBOLES’ EN JAPÓN A FALTA DE ESPACIO EN LOS CEMENTERIOS
Las familias colocan las cenizas en el suelo, y plantan una especie endémica, formando bosques en memoria de los fallecidos.
Los rituales funerarios han acompañado a los seres humanos desde que tiene noción de sí mismo. El primer entierro del que se tiene registro está en Kenia, y data de hace 78 mil años. Es uno de los indicios más antiguos que tenemos de un pensamiento orientado a la trascendencia: a la posibilidad de que exista algo más allá de nuestro entendimiento terrenal.
Con el avance de la urbanización, y la tendencia aparentemente irreversible de crecimiento poblacional en el planeta, los espacios para depositar los restos orgánicos de las personas se ha comprometido. Ya no cabemos. Ante la situación, los entierros en Japón han tenido que tomar un nuevo rumbo, que incide menos en el medioambiente y apela a un sentido contemplativo de descanso eterno.
Descansar a la sombra de un árbol
Natasha Mikles ha dedicado su vida a explorar las alternativas que existen para enfrentar la muerte en el mundo. Con la emergencia climática a cuestas, la experta en filosofía por la Universidad de Texas considera que la apropiación del terreno físico en favor de las prácticas funerarias sencillamente ya no es opción.
En los últimos años, Mikles ha enfocado su estudio a los rituales funerarios budistas y las narrativas sobre la otra vida. En estas tradiciones asiáticas, la muerte no se entiende como un punto final. Por el contrario, es una fase más de la rueda del karma, y un paso adelante en el camino hacia la iluminación.
Muchas veces, sin embargo, la autora reconoce que “las necesidades ambientales chocan con las creencias religiosas“, según detalla en su más reciente publicación para The Conversation. Descansar perpetuamente bajo la sombra de un árbol en un área verde pública podría ser una opción, como se está viendo en los entierros en Japón actualmente.
Una nueva manera de enfrentar la muerte
No es la primera vez que los entierros en Japón se practican de esta manera. Desde la década de los 70 se tiene registro de que los funcionarios públicos japoneses temían por la falta de espacio funerario para la población, particularmente en las áreas urbanas. La problemática se hizo aún más profunda en los 90, cuando alternativas más serias empezaron a implementarse en toda la isla.
Fue entonces que se pensó en los Jumokusō, que se traduce al español como “entierros de árboles”. En estos, las familias colocan las cenizas en el suelo, y se planta una especie endémica en el lugar para marcar su espacio de descanso final. De esta manera, en lugar de construir más cementerios, se sembrarían bosques enteros en memoria de los fallecidos.
Este principio se decanta de la tradición sintoísta, que encuentra valor en todas las manifestaciones vitales del universo. Por esta razón, los espacios dedicados a este tipo de ritos funerarios son considerados sagrados: hay un valor espiritual intrínseco en la vida que termina para dar lugar a una nueva.
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¿Los entierros en Japón de este tipo interfieren con las prácticas tradicionales?
Muchas de las familias que han implementado esta estrategia de reverdecimiento sagrado de los espacios públicos ni siquiera practican el sintoísmo, o están afiliadas a una tradición religiosa específica. Sin embargo, el interés por continuar este tipo de prácticas denota una responsabilidad ambiental extendida en toda la población.
A pesar de ello, estos entierros en Japón también obedecen un principio budista antiguo. Como las plantas son consideradas como seres sensibles, es una manera de continuar el ciclo de reencarnación para el alma que partió. Las semillas encarnan un componente vivo de este camino, y por lo tanto, deben de protegerse con el mismo honor.
La práctica ha sido tan bien recibida, que diversos templos y cementerios públicos la han adoptado como parte de su agenda hoy en día. El modelo ha sido tan exitoso, que algunos espacios religiosos lo promueven como parte de la vida espiritual de las personas. Aunque no necesariamente se alinean a las prácticas milenarias que proponía el budismo originalmente, sí obedecen al precepto de respeto a las formas de vida existentes, que marca la pauta de todas las ramas de esta tradición espiritual.