HISTERIA FEMENINA: LA HISTORIA MACHISTA DEL ‘DESCUBRIMIENTO’ DEL ORGASMO FEMENINO
Bajo ninguna circunstancia el orgasmo femenino fue descubierto por los hombres blancos y europeos del siglo XIX. Siempre ha estado ahí.
Fue Sigmund Freud el primer médico que identificó este malestar en las mujeres. Nerviosas, reactivas, intranquilas. Todas parecían compartir la misma sintomatología somática: pérdidas de cabello, patrones de sueño poco higiénicos, problemas para llevar una rutina ‘normal’, conflictos en casa. Después de año, su diagnóstico fue inamovible: histeria. Nunca se imaginó que la solución podría estar en entender realmente el orgasmo femenino.
Una cuestión de género
Para cuando el dictamen se dio a conocer, Freud se ganó el reconocimiento internacional de las más altas instituciones de ciencia. Si bien es cierto que se había ganado detractores ácidos —por perverso, por degenerado, por loco—, una comunidad creciente de científicos reconocía ya que las fuerzas del inconsciente tenían una injerencia poderosa en la vida de los seres humanos.
En un mundo todavía dominado por la moralidad judeocristiana —a la vieja usanza victoriana, que la volvía todavía más restrictiva— hablar de sexualidad era pecaminoso. Incluso el quehacer científico estuvo sesgado por esta prohibición moralina absurda.
A pesar de ello, durante siglos el diagnóstico fue el mismo para las mujeres cuya condición física y emocional importunaba la actividad íntima con sus esposos: histeria femenina. Por lo tanto, cualquier actitud contestataria, necesidad de inclusión política o demanda laboral por parte de las mujeres era considerada como una manifestación más de este ‘padecimiento mental’.
En realidad, cualquier cuestionamiento que incomodara la posición de superioridad masculina caía bajo la misma categoría absurda. Nunca hubo una enfermedad. Lo que estaba sucediendo era una falta de contacto sexual abierto, detrás los barrotes rígidos de los roles de género decimonónicos.
Estrés postraumático
Esto no quiere decir, sin embargo, que las mujeres que regían su vida bajo estos valores de represión no tuvieran síntomas físicos. Por el contrario, todo aquello que se catalogó como “histeria” sí tenía repercusiones orgánicas en las mujeres. Más allá de la pérdida de sueño e interés sexual en los hombres, diversas expresiones de estrés postraumático se presentaron en su quehacer cotidiano.
Ataques de ansiedad, sentimientos de vacío y desvanecimientos instantáneos figuraron entre la sintomatología común. Sin un conocimiento adecuado e íntimo de su propio cuerpo, las mujeres que seguían este esquema de pensamiento no pudieron explorarse a sí mismas. El orgasmo femenino estaba fuera del espectro de visión, a pesar de ser una necesidad física natural.
Si bien es cierto que los orígenes discursivos de este “diagnóstico” se remontan al pensamiento de Platón, es una realidad que ninguna autora lo ha reconocido como un trastorno mental real. Durante siglos, se redujo la necesidad afectiva y sexual de las mujeres a un inconveniente para los hombres. Aquellas desviadas eran confinadas a manicomios, cuando no tachadas de imprudentes y pecadoras.
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El clítoris se estimula, no se reprime
En su momento, Freud propuso una solución innovadora: los dildos. Con este invento poderosísimo, las mujeres podrían “consolar sus penas anímicas“, y así continuar con sus vidas de manera más funcional. La realidad fue que, avaladas por el peso de un diagnóstico masculino, ellas finalmente pudieron darse un respiro para disfrutar su propio erotismo.
A pesar de que ésta fue una vía para que la masturbación estuviera bien vista, este “privilegio” se le concedía únicamente a las histéricas, para que volvieran a funcionar bajo los mismos valores de opresión. Lo cierto es que ni la masturbación ni el orgasmo femenino fueron descubiertos por los hombres. Lo que sí han sido es reprimidos por el machismo.
Esta visión reduccionista es comparable a, en pleno siglo XXI, asegurar que América fue descubierta. El hecho de que colonizadores europeos vinieran a exterminar a las civilizaciones que ya existían aquí no quiere decir que los hayan “descubierto”. Lo mismo sucede con el orgasmo femenino: las mujeres siempre han tenido un clítoris, fácilmente estimulable si se le conoce bien.
Aunque una comunidad amplia de hombres se rompieron la cabeza intentando descifrar el orgasmo femenino por siglos, las mujeres tenemos un amplio camino recorrido de reivindicación sexual. Aunque todavía hay mucho trabajo por hacer, la información sigue siendo poder. Finalmente, cada vez nos queda más claro que el clítoris se estimula, no se reprime.