Champán, una revolución en los viñedos

Por RFI

En Francia, los productores de champán han votado a favor de cambiar una norma centenaria que establece la distancia necesaria entre las vides, una medida oficialmente motivada por la necesidad de hacer frente al cambio climático. Los que se oponen al cambio temen que la nueva norma provoque la pérdida de puestos de trabajo y que la calidad de la uva se vea comprometida.

Se trata de una revolución: el Sindicato General de Viticultores de Champagne (SGV) autorizó la semana pasada el sembrado a partir de 2023 de vides más espaciadas, rompiendo con una norma que data de un siglo.

En efecto, la distancia máxima entre las hileras de vides se había fijado en 1,5 metros para los productores de champán, una distancia que, según los expertos, hacía que las vides compitieran por el agua y los nutrientes en un proceso que daba un rendimiento menor, pero de mayor calidad.

Se autorizarán pues las vides denominadas “semianchas”, separadas entre 2 y 2,2 metros, y más altas, de unos 2 metros, frente a los 1,20 a 1,30 metros actuales.

Transición agroecológica”

Los viticultores han votado a favor de aumentar la distancia máxima entre las vides por la necesidad de hacer frente al cambio climático, afirman: “El objetivo es acompañar la necesaria transición agroecológica adaptando los viñedos de Champaña al cambio climático y preservando al mismo tiempo la calidad y la tipicidad del champán, así como la sostenibilidad económica de las explotaciones”, afirmó Maxime Toubart, presidente del SGV (20.000 miembros, es decir casi el 99% de los viticultores).

El SGV ha llevado a cabo un estudio durante 15 años en colaboración con los viticultores, las casas de champán y los científicos, que concluyó que unas viñas más espaciadas permitirían reducir en un 20% las emisiones de gases de efecto invernadero gracias a la utilización de equipos más eficientes que los actuales. Según el estudio, las vides semianchas son también más resistentes a las enfermedades y a las inclemencias del tiempo, por tener menos hojas.

Con entre 4.000 y 6.000 cepas por hectárea, frente a las cerca de 8.000 de las denominadas vides “estrechas”, el descenso de la producción se estima en torno al 20%. Sin embargo, según los experimentos realizados, las vides semianchas pueden producir hasta 12.400 kg por hectárea, que es la media fijada por la denominación entre 2007 y 2019 para satisfacer el mercado mundial.

Extinción del modelo Champagne y falta de trabajo

El sindicato CGT-Champagne se opone a estos cambios: “Bajo la apariencia de preocupaciones medioambientales, se está aplicando un proyecto económico de reducción de costes”, señaló Patrick Leroy, su secretario general, debido entre otras cosas a la posibilidad de una mecanización más eficiente. “Estas estrategias están destruyendo puestos de trabajo, entre un 20 y un 25% menos de los cerca de 10.000 empleos del sector”, añadió Leroy.

También mencionó el impacto negativo sobre el paisaje, clasificado en algunos sectores como Patrimonio Mundial de la Unesco, y denunció “la extinción programada del modelo de Champagne”.

“Esta decisión no pretende imponer este método de gestión de la viña a los viticultores, sino darles la posibilidad de hacerlo. (…) La transición tendrá lugar durante un largo periodo de tiempo, una, dos o tres generaciones”, estimó por su parte el presidente del SGV, Maxime Toubart.

El SGV también decidió introducir una nueva variedad de uva, junto a las variedades mayoritarias, Chardonnay, Pinot Meunier y Pinot Noir. Tras varios años de estudio y pruebas, los técnicos eligieron a Voltis.

Con AFP

 

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