Ecologistas, pro aborto, islam… el verde compartido

Por RFI

Pero, ¿qué tienen en común el islam, la lucha por el derecho al aborto en América Latina y la ecología política? El verde, ¡por supuesto! El verde, un color que durante mucho tiempo ha sido marginado, superado por el éxito político del azul y el rojo, ha vuelto a aparecer en la escena pública desde los años 80. Les contamos la historia de tres corrientes que han hecho del color verde su símbolo.

Por Lou Roméo, para la serie “Códigos y colores de la política”.

Para el historiador Michel Pastoureau, el verde es el color de la naturaleza, de lo incierto, de lo pasajero y efímero. Durante mucho tiempo, fue un color secundario en la historia europea, hasta su reaparición en la escena pública desde el fin del siglo 20. Pero si durante siglos fue despreciado por el Occidente, el verde es el color sagrado del islam desde al menos la Edad Media.

“Las poblaciones preislámicas que vivían en zonas áridas asociaban el verde a los pastos, a la primavera y, por extensión, a la vida”, explica Francesco Chiabotti, profesor de Islamología del INALCO (Instituto Nacional de las Lenguas y Civilizaciones Orientales, en París). “Tras el nacimiento del islam, el verde se asoció al paraíso, a la resurrección en el más allá. Las almas de los mártires resucitan allí en forma de pájaro verde”, añade.

En el Corán, como en la Biblia y en la mayoría de los textos antiguos, la mención de los colores es escasa: la gama cromática se describe más bien en función de su intensidad, brillante o apagada, y de su densidad, opaca o transparente. El azul y el verde se confunden. Pero el verde es considerado por la tradición como el color favorito de Mahoma, aunque el profeta nunca se vistió completamente de verde.

 

“El verde tiene una función sacralizadora en el islam”

Esta toma de posesión cromática se hace eco de un enigmático episodio de las crónicas de la vida de Mahoma. “Según una versión, un día Mahoma envolvió a sus descendientes, su hija Fátima, su yerno y primo Alí, y sus dos hijos, en un manto verde”, comenta Francesco Chiabotti. Así, tras su muerte en el año 632, el verde se convierte gradualmente en el color de la familia del profeta, o “al menos, de aquellos que se presentaban como sus descendientes directos. El verde adquiere entonces una dimensión política”, escribe Michel Pastoureau en su libro Verde: historia de un color.

Inspirados sin duda por esta tradición, los descendientes de Fátima, los fatimíes, adoptan el color verde como color familiar, y luego dinástico, en el siglo 10. “Pero también era una forma de desvincularse de los abasíes, la segunda dinastía islámica, quienes adoptaron el negro y pidieron a sus seguidores vestirse de este color”, precisa Francesco Chiabotti.

La cúpula verde de la Mezquita del Profeta, en Medina, atrae a miles de visitantes cada año.
La cúpula verde de la Mezquita del Profeta, en Medina, atrae a miles de visitantes cada año. © Haseeb Malik 07, via Wikimedia Commons.

“La Tierra es azul como una naranja”

Pero el verde de los panfletos políticos, las bicicletas eléctricas y las empresas de greenwashing [práctica de marketing destinada a crear una imagen ilusoria de responsabilidad ecológica] es algo totalmente distinto. En 2009, McDonald’s “reverdeció” su imagen en el sentido original de la palabra: su famosa “M” amarilla pasó de tener un fondo rojo a un fondo verde. ¿Cómo ilustrar mejor la asimilación casi total de los ecologistas con el color verde? Sin embargo, la amalgama no siempre ha sido evidente. En 1929, Paul Eluard escribía que “la Tierra es azul como una naranja”.

En efecto, los primeros ecologistas se fijaron en el azul y el amarillo. Los colores del planeta y el Sol, una mezcla bastante lógica, según Sébastien Repaire, historiador especializado en ecología política: “Los primeros activistas ambientales, en la década de 1970, quedan marcados por la imagen de la Tierra vista desde el espacio. Es una toma de conciencia: la Tierra tiene una finitud, sus recursos no son infinitos, hay que preservarla. Y vista desde arriba, la Tierra es azul”, afirma. El primer “Día de la Tierra” se celebra en Estados Unidos el 22 de abril de 1970, apenas un año después de que Neil Armstrong diera sus primeros pasos en la Luna.

Pero el cambio del azul al verde se produce en los años siguientes. En Canadá, un bullicioso colectivo activista, Don’t Make a Wave, lanza sus primeras acciones. Pronto, adoptan el nombre de su barco, el emblemático Greenpeace. En Europa, fueron primero los ecologistas de Alemania Occidental quienes adoptaron el nombre de “Die Grünen”, “Los Verdes”, en las elecciones de 1980, y su inesperado éxito no pasó desapercibido en los países vecinos.

Un verde más allá de la división izquierda/derecha

En 1982, los ecologistas franceses –presentes en la vida política desde 1974, pero todavía un grupo reducido– siguen su ejemplo. Se llaman a sí mismos “Les Verts”. Los británicos también pasan a llamarse “The Green” en 1985, seguidos dos años después por los irlandeses, con el “Green Party”. Según Sébastien Repaire, se trata de un enfoque extremadamente moderno para la comunicación política de la época, y bastante inteligente.

“Hasta entonces, el verde no era un color con connotaciones políticas. Por supuesto, el verde se asociaba con la naturaleza al menos desde el siglo 19, pero nombrar al movimiento ‘verde’ permitió a los activistas ambientales desmarcarse de la oposición izquierda/derecha, rojo/azul, que estructura el campo político. Los primeros ‘Verdes’ querían superar esta división, que consideraban heredada de la era industrial. Necesitaban su propio color”, analiza el investigador.

En América Latina, el verde de la emancipación de las mujeres

En 1990 ya está, el verde es ecologista, y está en todas partes. Pero el color sigue evolucionando e inspirando a otros movimientos, convirtiéndose en un estándar y un símbolo. La “marea verde” en América Latina se apodera del color para convertirlo en el símbolo feminista de la lucha por el derecho al aborto. Todo empieza en Argentina. “El primer símbolo que blandieron las feministas argentinas para reclamar el derecho al aborto fue un pañuelo verde“, dice Maricel Rodríguez Blanco, doctora en Sociología de la EHESS (Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, en París).

Antes que el color, es en primer lugar el pañuelo que lleva un fuerte símbolo: evoca inmediatamente el de las madres y abuelas de la Plaza de Mayo, que lo tienen atado a la cabeza y de color blanco, para reclamar a sus hijos desaparecidos durante la dictadura. Una movilización que ha quedado permanentemente inscrita en la memoria de los argentinos. “Esta lucha liderada por las mujeres se ha convertido para varias generaciones en un modelo de lucha por los derechos humanos, simbolizada por el pañuelo. Por eso es lógico que lo encontremos en 2017, durante las primeras grandes manifestaciones por la legalización del aborto”, continúa la investigadora.

Miles de mujeres con pañuelos verdes piden la legalización del aborto en Argentina durante una manifestación en Buenos Aires, el 19 de febrero de 2020.

Pero, ¿por qué el pañuelo está teñido de verde esta vez? De hecho, podría ser una coincidencia, según Maricel Rodríguez Blanco: “Era un color políticamente disponible. El partido peronista tiene el azul, la izquierda el rojo, los anarquistas el negro. Quedaba el verde, ya que el movimiento ecologista todavía está poco desarrollado en Argentina”. Y enseguida tuvo un gran éxito: las mujeres colombianas, brasileñas y mexicanas, así como las polacas, lo adoptaron como emblema de su lucha. “Este verde se ha convertido en un símbolo muy fuerte. Llevado en las mochilas, en el pelo, es un signo de unión, de apoyo, de sororidad”, concluye Maricel Rodríguez Blanco.

 

 

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