Parásitos moleculares podrían estar detrás del envejecimiento
Cuando se habla de la vejez, las personas lo asocian con el paso del tiempo y como una etapa de la vida que no podemos evitar, ciertamente, es así. A medida que transcurren los años nuestras células y moléculas se van deteriorando, lo que se traduce en una disminución de nuestras funciones motoras y cognitivas. En concordancia con ello, una nueva investigación sugiere que no solo los años están detrás de nuestra vejez, sino también los trasposones o parásitos moleculares.
En primera instancia, un transposon se define como una secuencia de ADN que puede movilizarse dentro de un genoma. Además, se encuentran en todos los organismos vivos y suponen una fuente de mutación.
Según se explica en la revista Nature, los transposones han coevolucionado con sus genomas anfitriones, pero cuando se mueven arrastran parte de ese ADN anfitrión. Por ello, se les cataloga como “ADN basura” o “parásitos moleculares”. De hecho, la genetista Barbara McClintock (en 1940) descubrió que, dependiendo de dónde se insertaran en un cromosoma, podían alterar reversiblemente la expresión de otros genes.
El envejecimiento es una secuencia sucesiva de fallas
Según el profesor de biología y director del Centro de Biología del Envejecimiento en Brown, John Sedivy, el envejecimiento no es un proceso activo, sino una secuencia sucesivas de fallas. El cáncer es una enfermedad producto del envejecimiento porque en algún momento cometemos un error que se evidencia a nivel celular y, que conduce a esa enfermedad.
Con respecto a la influencia de los parásitos moleculares en el envejecimiento, Sedivy explica que a medida que pasan los años los elementos retrotransponibles se vuelven más activos en los tejidos somáticos. Si bien nuestro organismo utiliza mecanismos celulares para suprimir su actividad, las células envejecidas pierdan efectividad y su capacidad para controlar la actividad de los retrotransposones.
Parásitos moleculares promueven un daño mayor en personas que sufren de Alzheimer
Como bien es sabido, las personas que padecen de Alzheimer presentan un mayor daño neuronal. Los transposones se aprovechan de ese deterioro para alojarse en el tejido cerebral y agravar los síntomas de este trastorno cognitivo. “Hay evidencia razonablemente buena de que el cerebro, por alguna razón, es un sitio particularmente permisivo para la actividad de los transposones”, dice Sedivy.
Actúan como un virus
Los transposones no solo afectan las células cerebrales deterioradas, también actúan como un virus. Por ejemplo, el VIH (virus de inmunodeficiencia humana) utiliza mecanismo de retrotransposición –se mueven usando un mecanismo de copiar y pegar que involucra el ARN– para insertarse en el genoma y luego deja que la célula huésped se replique por él. Entonces, si no se eliminan por completo las células infectadas por el virus, este no desaparecerá.
“Eso es lo que también hacen los retrotransposones. Viven en el genoma, incluida la línea germinal, de modo que los óvulos y los espermatozoides portan estos elementos genéticos y los transmiten a las generaciones futuras”, expresa Sedivy.
Al reconocerlos como virus,nuestro sistema inmune genera una respuesta inmunitaria. Sin embargo, en este caso la respuesta es inapropiada, pues son parte de nuestro genoma y se cree que los retrotransposones están relacionados con enfermedades autoinmunes. En efecto, los científicos han detectado un papel proinflamatorio de los retrotransposones en la artritis reumatoide, el lupus sistémico, el eritematoso (LES) y el síndrome de Sjogren.
Dado los pros y los contras de estos parásitos moleculares, aún queda mucha investigación por delante. Sobre todo para determinar hasta qué punto los parásitos moleculares afectan nuestras redes neuronales.