¿Sangre infectada? Escándalo detrás de un farmacéutica que usó plasma de donantes con VIH

Si bien la historia de la ciencia está llena de grandes logros de los que debemos sentirnos orgullosos, también hay una cara oscura de la que poco se habla. En TekCrispy hemos citado varios ejemplos como el ensayo de pastillas anticonceptivas en Puerto Rico y el del médico William Beaumont que estudió la digestión a través de la fístula de uno de sus pacientes. Hoy hablaremos de una farmacéutica que usó sangre infectada con VIH y hepatitis C para producir un tratamiento contra la hemofilia.

Recientemente, Christopher Bishop, exgerente de marketing de Armour UK, un proveedor de estos productos sanguíneos, se convirtió en el primer empleado de la compañía en ofrecer evidencia para la investigación de este caso.

Un tratamiento contra la hemofilia

A mediados del siglo pasado, las personas con hemofilia y otros trastornos hemorrágicos recibían como tratamiento transfusiones de sangre. Esto funcionaba, pero interrumpía la dinámica de su vida; los pacientes debían pasar largos períodos en el hospital recibiendo las transfusiones, a veces por lesiones menores.

Fue entonces cuando entró en juego el Factor VIII, un producto hemoderivado producido a partir de sangre donada, que contiene un agente de coagulación del mismo nombre. Su objetivo era hacer que la sangre coagulara y, por consiguiente, evitar las hemorragias frecuentes de los pacientes.

Y aunque parecía ser una solución magnífica, su administración fue un ejemplo perfecto de que a veces el remedio es peor que la enfermedad. Debido a las malas prácticas de la farmacéutica detrás del producto, hasta 30,000 personas recibieron sangre contaminada con diferentes patógenos como el virus de la hepatitis C e incluso el temido VIH. Miles de ellas han muerto en consecuencia.

La sangre donada estaba infectada con VIH y hepatitis C

Parte importante del plasma sanguíneo humano utilizado para producir el Factor VIII procedía de presos y consumidores de drogas que vendían su sangre a la compañía. Hoy se sabe que estos grupos tienen un mayor riesgo de contraer virus que se transmiten por la vía, pero en aquella época no existía este conocimiento.

El VIH es una infección relativamente nueva y no se detectó hasta la década de 1980. Por su parte, la hepatitis C ya se conocía, pero aún se estaban llevando a cabo investigaciones para comprenderla.

Para entonces, la demanda del producto era tal que Reino Unido tuvo que importar de Estados Unidos. Fue cuando el riesgo de contaminación se incrementó más; el Factor VIII se produjo mezclando plasma de hasta 40.000 donantes y concentrándolo.

Investigación del mayor desastre de tratamiento

 

Poco después, a mediados de la década de 1980, quedó claro que el VIH se transmitía por la sangre. Por esta razón, los productos hemoderivados empezaron a tratarse con calor para reducir los riesgos en su administración. Y a pesar de las dudas que había al respecto, algunos de los hemoderivados contaminados permanecieron en circulación y continuaron usándose para tratar la hemofilia y otros trastornos de coagulación.

Los resultados ya los conocemos y, como es de esperar, motivaron una investigación que sigue vigente hoy en día. Algunos documentos que datan de febrero de 1986 muestran que el exgerente sabía de dos personas que estaban infectadas con el VIH, una de Reino Unido y otra de Países Bajos.

¿Realmente la compañía no sabía que el producto hemoderivado era riesgoso?

En el caso del paciente de Reino Unido, Armour se enteró de que la prueba dio positiva en julio de 1985, pero no lo informó al al Departamento de Salud y Seguridad Social (DHSS) sino hasta febrero de 1986.

Pero esta no es la única evidencia contra Armour. Otro documento sugirió que Armour empezó a realizar las pruebas de VIH a los donantes a partir de febrero de 1986. Sin embargo, ese mismo mes la compañía aseguró a través de un documento que “los miles de hemofílicos que necesitaban el tratamiento que les salvó la vida podían estar seguros de que estaban recibiendo suministros seguros”.

Cuando Jenni Richards QC, la asesora de la investigación, le preguntó a Bishop qué sustentaba la afirmación hecha en aquel momento, este respondió que estaba “basado en la evidencia y la ciencia disponible”.

Curiosamente, mucho antes, en el año 1983, Bishop envió un telegrama muy comprometedor al Delaware Health and Social Services (DHSS). Este decía que el organismo les permitiría “deshacerse” del Factor VIII en existencia antes de que se introdujeran nuevas medidas de seguridad. Allí mismo escribió que era “claramente de vital importancia” hacer esto “lo antes posible”.

El Factor VIII de Armour se retiró en octubre de 1986, casi un mes después de que se supiera que dos niños con hemofilia en el hospital infantil de Birmingham dieran positivo para VIH. La lista de víctimas es inmensa, y miles de ellas han muerto, pero no todos tenían este trastorno; se cree que las personas que recibieron transfusiones de sangre después de una operación o un parto estuvieron expuestas .

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