ASÍ GENERAMOS ‘NUEVAS IDEAS’ LOS SERES HUMANOS, SEGÚN ISAAC ASIMOV
Antes de abandonar un proyecto de desarrollo armamentista, Isaac Asimov se preguntó a sí mismo sobre el origen de las nuevas ideas. Éstas fueron sus conclusiones.
Al inicio de la década de los 60, Isaac Asimov fue invitado a participar en el proyecto GLIPAR. Éstas eran las siglas para Guide Line Identification Program for Antimissile Research, y estaba enfocado en el desarrollo de armas para aeronaves y tecnología balística. Aunque originalmente el autor se vio interesado, según relata el empresario Arthur Obermayer, su relación con la iniciativa duró muy poco.
Su preocupación principal, como autor de ciencia ficción reconocido internacionalmente era que la información ‘clasificada’ con la que entraría en contacto limitaría su libertad de expresión. Antes de salir del proyecto de investigación, sin embargo, Asimov escribió un ensayo sobre la creatividad y el origen de las nuevas ideas en los seres humanos.
La cuestión de la ‘conexión cruzada’ y las nuevas ideas, según Asimov
Para Asimov, la creatividad y las nuevas ideas no están peleadas con las coincidencias. Por el contrario, en el ensayo —que sencillamente tituló Sobre la creatividad (1959)—, aborda la posibilidad de que los seres humanos tengamos momentos de anagnórisis simultáneamente, pero de formas independientes.
Se entiende como ‘anagnórisis‘ a aquel momento de lucidez en el que nos llega la inspiración. Generalmente, nos inunda ese sentimiento de “¡ah!”, o de ‘eureka’, seguido de un torrente incontrolable de estímulos creativos. En el texto, el autor se lamenta de que este proceso está muy poco documentado por la ciencia occidental:
“Desafortunadamente, el método de generación nunca está claro ni siquiera para los propios ‘generadores’”, escribió Asimov sobre la creación de nuevas ideas en la década de los 60, según lo publica MIT Technology Review.
Aún así, el autor puntualiza que ciertos descubrimientos trascendentes para la historia de la ciencia se realizaron extrañamente en la misma época. El caso más claro está en Charles Darwin y Alfred Wallace, quienes investigaron la evolución y el origen de las especies al mismo tiempo, cada uno por separado.
Lo interesante, apunta Asimov, es que ambos científicos tuvieron ‘nuevas ideas’ simultáneamente, sobre la misma línea de pensamiento. Lo que es más: llegaron a conclusiones similares, sin compartir apuntes ni comentarios entre sí. A esto, el autor lo denomina como ‘conexiones cruzadas’. Así funciona.
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‘¿Por qué no se me ocurrió antes?’
En el ensayo, Isaac Asimov se muestra dubitativo sobre la capacidad humana de crear verdaderamente ‘nuevas ideas’. Lo que él propone, sin embargo, es que podemos desarrollar ‘ideas corolarias’ sobre conceptos que ya existían, o que se le habían ocurrido a otras personas —aunque nunca hayamos hablado con ellas:
“La historia del pensamiento humano parecería que es difícil pensar en una idea incluso cuando todos los hechos están sobre la mesa. Hacer la conexión cruzada requiere un cierto atrevimiento”, escribió Asimov en el ensayo.
Lo que es más: generalmente, las ideas verdaderamente nuevas —apunta Asimov— históricamente se han recibido con rechazo. En algunos casos, incluso, se consideraron como ‘poco razonables‘. Así lo ejemplifica:
“Parece el colmo de la sinrazón suponer que la tierra era redonda en lugar de plana, o que se movía en lugar del Sol, o que los objetos requerían una fuerza para detenerlos cuando estaban en movimiento, en lugar de una fuerza para mantenerlos en movimiento”.
Durante siglos, estas ideas tuvieron validez social, política y religiosa. Las personas que se atrevieron a desafiar esta estructura de pensamiento fueron catalogadas como herejes, locos, rebeldes sin causa. El diálogo no era opción dado que, como apunta Asimov, ‘el sentido común’ no lo permitía en ese contexto.
Darnos permiso de sonar tontos
Considerando lo anterior, Isaac Asimov consideraba que, para realmente tener un espacio para generar nuevas ideas, vale la pena aislarse por un tiempo. Sólo desde la soledad, escribe el autor, podrá tenerse cierta libertad creativa. La presencia de los Otros —otras personas, otras instituciones, otras presiones externas— inhibe el flujo natural de la creatividad:
“La persona creativa, en cualquier caso, trabaja continuamente en ello. Su mente está barajando su información en todo momento, incluso cuando no es consciente de ello”, escribió Asimov.
Para él, la creación puede ser vergonzosa. Traer nuevas ideas puede resultar en una provocación, un ejercicio de la facultad contestataria de las personas. El autor se lamenta de esta condición, y por ello, instó a sus lectores a contribuir a un ambiente más ‘permisivo’ con las nuevas ideas.
De lo contrario, se perpetúa una cultura de castigo hacia la creatividad genuina. Por ello, también, el pensamiento se estanca. “Me parece necesario, entonces, que todas las personas en una sesión estén dispuestas a parecer tontas y escuchar a los demás parecer tontas”, concluye Asimov.