¿Cómo impacta el lenguaje de un país en la política de otro? El peligro de la colonización lingüística
Es un hecho que el lenguaje ha facilitado nuestra forma de comunicarnos. Da igual si usamos gestos o sonidos, gracias a la diversidad lingüística somos capaces de realizar razonamientos profundos, entenderlos e ir narrando nuestras propias historias. Pero eso no significa que el lenguaje sea precisamente una virtud.
Para la mayoría de países colonizados durante la Segunda Guerra Mundial, el lenguaje es un arma más de la guerra que puede cambiar la política del país de un momento a otro.
El lenguaje como parte de la conversación política
Si bien estamos acostumbrados a escuchar sobre la propaganda política, existe otra forma en la que el lenguaje puede ser utilizado como un arma peligrosa, y eso es mediante la colonización lingüística. Es decir, cuando un país se apodera de otro e impone su idioma o cuando el lenguaje evoluciona tanto que empiezan a adquirirse expresiones de otras culturas.
Quizás desde nuestro punto de vista hablar “spanglish” en lugar de español no sea tan grave, pero en países como Filipinas la introducción del inglés y el español cambió completamente su historia.
Se cree que los orígenes del pueblo filipino iniciaron hace 709.000 años, por las herramientas de piedra encontradas en el archipiélago. Sin embargo, el registro más antiguo que se tiene de la cultura filipina data de 1565, cuando el español Miguel López de Legazpi colonizó la isla e instauró el cristianismo.
Mucha gente, incluídos filipinos, afirma que antes de que llegaran los españoles la gente era analfabeta. Pero los lingüistas expertos en tagalo (el idioma en el que se basa principalmente el filipino) aseguran que existía una escritura tradicional, “el baybayin”. Solo que los colonizadores cortaron en su momento las oportunidades para que los filipinos leyeran esos textos en lugar de la biblia.
En este sentido, los españoles eliminaron los primeros archivos de la historia filipina a medida que le enseñaban su lenguaje y su manera de entender la política de un país. O lo que es lo mismo usaron su idioma como herramienta para moldear una nueva sociedad.
Pero la peor parte de esta colonización lingüística llegó cuando Estados Unidos se estableció en Filipinas en 1943, tras la ocupación japonesa.
El lenguaje como mecanismo clasista
Cuando David Barrows impulsó el inglés en Filipinas, este se convirtió automáticamente en el idioma de los “privilegiados”. Con lo cual la gente tendía a menospreciar a los que hablaban español o cualquiera de los otros 120 dialectos filipinos de la época. Lo que hizo que desaparecieran muchos de estos con el tiempo.
En consecuencia, las canciones filipinas tradicionales que entonaban durante la guerra, y describían cómo hicieron para expulsar a los japoneses del país, desaparecieron. Y en su lugar, prevaleció la narrativa de que los estadounidenses salvaron a Filipinas por sí solos en 1945.
Por tanto, la colonización lingüística básicamente cambió un hecho histórico por otro. Y lo peor de todo, es que todavía muchos filipinos no se han dado cuenta de este error histórico porque desconocen el lenguaje que describe la versión original de esa historia de resistencia política en el país.
La política y el lenguaje van de la mano… ¿Cómo podemos evitarlo?
Lo que nos demuestra la colonización lingüística de Filipinas es que el lenguaje de un país también se puede usar para descolonizar la historia de otro, colocando las experiencias de los colonizados en el centro de la narrativa. Mientras que el idioma de los países colonizados queda en segundo plano, junto con su cultura y su política.
Puede que actualmente no existan los colonos ni las conquistas de territorio como hace un siglo, pero eso no significa que no exista una colonización lingüística.
Si somos un poco perspicaces, de seguro notaremos que en esta última década el inglés está en todos lados como un lenguaje universal. De hecho, muchos países como Japón ya incluyen el inglés en sus programas educativos porque la mayoría de palabras que utilizan son anglosajonas. Aunque estén adaptadas a su fonética.
Por tanto, si bien esta colonización no es por razones políticas, es tan peligrosa como la que experimentó Filipinas, pues con el paso del tiempo podríamos olvidar nuestro propio lenguaje materno.
Es por eso que debemos preservar y consumir contenidos en nuestro idioma natal, ya sea literatura o canciones tradicionales. El lenguaje es historia, y aunque los otros idiomas nos resulten atractivos, ellos no pueden decirnos cómo es nuestra cultura o política como país.
Si no conservamos nuestro idioma, perdemos la oportunidad de conocer nuestra verdadera historia.