Accidentes de tránsito, la epidemia silenciosa de la que hay que hablar
Uno de los problemas que trajo la pandemia en muchos países es el aumento de accidentes de tránsito, por lo que ya se está empezando a hablar de una epidemia silenciosa.
Tan solo en los Estados Unidos ha habido más de 500 millones de casos, 6 millones de muertes, 1 millón en estos años de pandemia. Sin embargo, los accidentes de tránsito no son exclusivos de este país sino que suceden en todos los rincones del mundo. Tanto así que se ha convertido en un nuevo flagelo mundial.
Alrededor de 1,35 millones de personas mueren cada año en las carreteras del mundo y otros 20 a 50 millones resultan gravemente heridos. La mitad de estas muertes y muchas de las lesiones involucran a peatones, ciclistas y motociclistas, los usuarios más vulnerables de caminos y calles.
El director del Fondo de las Naciones Unidas para la Seguridad Vial ha calificado a los accidentes de tránsito como una “epidemia silenciosa sobre ruedas”.
Es momento de hacer algo al respecto. La clave para resolver el problema es que los gobiernos den prioridad a carreteras, velocidades y vehículos más seguros. Así también deberán promover políticas como la pacificación del tráfico, que se sabe que reducen el riesgo de accidentes.
Países ricos vs países pobres
Las muertes en carretera son ahora la principal causa de muerte de niños y adultos jóvenes en todo el mundo. Y es la séptima causa de muerte en general en los países de bajos ingresos.
Los países de bajos ingresos tienden a tener vehículos que son menos seguros; caminos más pobres; usuarios de la vía más vulnerables, como peatones y ciclistas, que comparten el espacio urbano con los vehículos. Sumado a todo ello está la atención médica que tiende a ser más deficiente en esos países, lo que significa que las lesiones pueden conducir más fácilmente a la muerte. Estas naciones también tienen menos capacidad para introducir o hacer cumplir las leyes de tránsito.
Por su parte, las naciones más ricas han tenido tráfico masivo de automóviles por más tiempo que los países de bajos ingresos, por lo que han tenido más tiempo para desarrollar estrategias y tácticas para reducir los accidentes y las muertes.
Los incidentes de tráfico en los condados de mayores ingresos a menudo solo involucran a una o dos personas. Mientras que en los países de bajos ingresos, los incidentes tienden a involucrar a varios pasajeros.
Uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU es reducir a la mitad el número de muertes y lesiones a nivel mundial por incidentes de tráfico para 2030.
La situación de Estados Unidos
También hay diferencias entre los países más ricos. En 1994, Europa y Estados Unidos tenían las mismas tasas de mortalidad por accidentes de tráfico, pero para 2020 los estadounidenses tenían tres veces más probabilidades de morir en la carretera que los europeos.
Hoy en día, 12 personas mueren en accidentes de tránsito por cada 100 000 habitantes al año en los Estados Unidos. En contraste, los Países Bajos y Alemania presentan cuatro muertes por cada 100 000 habitantes. Mientras que Noruega solo dos por cada 100 000 habitantes. La diferencia refleja programas más agresivos en toda Europa para reducir las velocidades, una mayor inversión en transporte público y una aplicación más estricta de la conducción en estado de ebriedad.
En los últimos años, las muertes por accidentes de tránsito en los Estados Unidos han aumentado. Los motivos de tal aumento estuvieron vinculados a los cierres por COVID-19, donde las carreteras estuvieron cerradas y con menos tránsito. Sin embargo, más personas se involucraron en conductas más riesgosas, como conducir a exceso de velocidad, exceso de alcohol,conducir distrído y no usar cinturones de seguridad.
¿Cómo combatir esta epidemia de accidentes de tránsito?
Las muertes y los traumatismos causados por el tránsito no son accidentes. Son incidentes que se pueden prevenir y reducir. Hacer eso requerirá que los gobiernos y los planificadores urbanos vuelvan a imaginar los sistemas de transporte no solo por su velocidad y eficiencia, sino también por su seguridad y habitabilidad.
Eso significará proteger a los motociclistas, ciclistas y peatones del tráfico vehicular y reducir la velocidad del tráfico en las vías urbanas.
También requerirá un mejor diseño de caminos, la aplicación de leyes de tránsito que hagan que los caminos sean más seguros y medidas más efectivas y aplicables que promuevan dispositivos de seguridad como cinturones de seguridad, sistemas de sujeción para niños y cascos para ciclistas y motociclistas.
A diferencia de la pandemia de COVID-19, hacer que las calles sean más seguras no requiere diseñar nuevas soluciones en laboratorios.
Lo que se necesita es la voluntad de aplicar herramientas que han demostrado que funcionan.