Ahora “profesionistas” al ataque contra AMLO
Por Miguel Ángel Lizama /Sin Lineamx.com
Algunos profesionistas anti-AMLO simpatizantes de la oposición, manifestaron su indignación cuando “interpretaron” unas palabras del Presidente como descalificación general a los egresados de ingeniería, arquitectura o economía, al decir que no se requirieron sus servicios en la construcción de caminos vecinales, pies de casa o habilitación de viviendas, hecho comprobado en Oaxaca y Guerrero, ni en el manejo de la economía familiar o social en las comunidades que siempre habían sido olvidadas.
“¿Para qué estudian?” clamaron los “intérpretes de AMLO” al tratar de soliviantar a los hoy estudiantes o futuros aspirantes a estudios superiores, induciéndolos a la desesperanza y frustración, como unos verdaderos saboteadores. Incluso leí algún tuit femenino calificando de ignorante al Presidente más preocupado por el saber y tener de la gente, como no lo ha hecho ningún político en los últimos 50 años de gobiernos de Doctores y Maestros graduados en el extranjero.
Recordé entonces a un amigo abogado -consejero jurídico de sociedades autorales nacionales- que levantó en una de sus propiedades una construcción, sin participación de otro ingeniero que el exigido por la licencia respectiva, y sólo confiando en un maestro de obras con mucha experiencia en construcción e interpretación de planos de los proyectistas.
Cuando me mostró el avance de su obra en un piso superior donde planeaba alojar grandes congeladores y máquinas de procesamiento, se me ocurrió preguntarle si había previsto la carga de todo lo que habría en ese enorme cuarto, más la gente que trabajaría ahí, sobre todo al ver las varillas con las que se alzó el piso de arriba. A ojo de buen cubero me parecieron muy delgadas para el peso que debían cargar. Le comenté que necesitaría varillas de mayor calibre para evitar problemas de grietas o colapso.
Lo desconcerté porque no lo había previsto, ni su maestro de obras se lo había advertido. Me preguntó de qué grosor deberían ser las varillas. Y ahí sí le dije que no soy ingeniero y mi observación era por simple lógica. Necesitaba un ingeniero civil para el cálculo estructural, considerando supuestos de carga muerta y activa que debía soportar, y para corregir con columnas más gruesas, trabes y contratrabes, o cualquier otro recurso ingenieril, todo riesgo del colapso. Le insistí, NO SOY INGENIERO, pero la simple observación y lógica me hacían recomendarle una intervención más específica, técnica y temporal. No tenía por qué encomendar a otro lo que resuelve la experiencia y el esfuerzo, como hasta ese momento, pero había que reconocer la especificidad de esa necesidad particular en su construcción muy avanzada.
En el caso de los caminos de concreto construidos por las mismas comunidades beneficiadas, a los que aludió el Presidente como ejemplo de esfuerzo comunitario sin intervención “profesional” propiciadora de Corrupción, antes se acostumbraba asignar grandes contratos a constructoras, con muchos ingenieros que -por los resultados vistos- hacían mal sus cálculos, o los preparaban bien para que jamás se acabara la intervención de su empresa, con reencarpetamientos o asfaltados inacabables a cargo de alguna filial.
Todos hemos visto supercarreteras que se inauguran y nunca dejan de estar en obras, como la Autopista del Sol (siempre con trabajos de “mejoramiento”), o la México-Querétaro que un gobernador publicitó ufano que se hacía con concreto, para no tener que estar asfaltando a cada rato. El concreto valió gorro y la autopista siempre está en reparación permanente, con embotellamientos constantes y prolongados que incuban pandillas de asaltantes, aprovechados de “las molestias que causan las obras”.
La próspera y hoy quejumbrosa Cámara de la Industria de la Construcción se indigna porque ya no hay grandes contratos a sus destacados asociados que levantaron fraccionamientos-palomares del INFONAVIT, para especular con bancos e hipotecarias la necesidad de mexicanos por contar con un techo para sus familias.
Oculta que muchos mexicanos, al tener su terrenito, con su propia mano abren zanjas, vuelcan piedra o grava o tepetate, antes de vaciar la mezcla para las zapatas de cimentación. Sin recurrir a un arquitecto o ingeniero, aunque sí utilizando el ejemplo de las obras donde participan como peones, levantan castillos, arman trabes, levantan muros y cuelan pisos y techos. Trabajan muy duro con el poco dinero que tienen, para resguardar a esposa e hijos, y en ocasiones a padres y abuelos o diversos familiares.
Es el trabajo no profesional de ciudadanos con muchas necesidades y poco dinero, pero cuyo núcleo familiar los apoya e impulsa. ELLOS NO EMPLEAN INGENIEROS NI ARQUITECTOS, porque simplemente NO PUEDEN PAGARLOS. El Presidente López Obrador, NO ATACA NI AGREDE A NINGÚN PROFESIONAL, de la rama que sea. Sólo percibe una realidad evidente de México, ignorada por la abulia de sucesivos gobiernos y que éste se empeña en mejorar, a pesar de todos los ataques a sus esfuerzos.
Y tratándose de economía, seguimos padeciendo las consecuencias de tanto “saber” economicista, como el de Ernesto Zedillo, Pedro Aspe, Agustín Carstens, más preocupados en hacer crecer endeudamientos y pagos de intereses a los buitres internacionales, que en el monto de los salarios de trabajadores y el Bienestar general de México.
Al acabarse las magnas obras, se terminan las sobras para los “profesionales” de la Corrupción. Es muy posible y deseable que este Presidente -calificado de ignorante por los “profesionistas” indignados por la interpretación sesgada de sus palabras- les cierre la llave a esa fuga de recursos públicos que los economistas doctorados en el extranjero “sí saben cómo hacerlo”.