AMLO Y LA NUEVA TEORÍA ECONÓMICA
Es un principio básico en todas las teorías económicas que para repartir riqueza primero hay que crearla; producción, distribución y consumo son las etapas que la ciencia económica estudia, pero siempre buscando el equilibrio de las mismas.
El PIB (Producto Interno Bruto) no solo explica el volumen total de riqueza de un país que se produce durante un año, sino que también expone la forma y quienes producen esa totalidad de bienes y servicios por quienes se llaman agentes productivos y luego, cómo se distribuye entre ellos el valor de ésa riqueza.
También el PIB explica que hay desequilibrios entre las ramas de la economía que utilizan los llamados factores de la producción, también en forma desproporcionada como; la tecnología, el capital, la fuerza de trabajo no tienen la misma influencia en cada sector económico. El sector primario (o extractivo), el sector secundario (o de transformación) y el sector terciario (o de servicios) en todo el mundo se muestran desequilibrados predominando éste último en detrimento de los otros dos. Todo ello lo detalla y complementa un análisis muy serio del PIB. O sea, que sigue teniendo un enorme valor como instrumento de análisis y diagnóstico en el origen y tendencias del crecimiento del país.
Pero, en la visión de López Obrador eso es tecnocracia y economismo puro, precisamente porque solo mide la forma en que se crea riqueza social y como se distribuye entre los propios agentes que la generaron, pero no mide la felicidad de la gente, entonces hay que crear una nueva teoría económica que incluya la medición de la felicidad, la democracia, la justicia, el bienestar y la austeridad. Haga usted el favor.
Resultaría complicado meter en el mismo costal; manzanas con peces, leones, papas y serpientes, además leyes, reglamentos, filosofía y ética, esto por aquello de poner énfasis en la medición de la felicidad. Al parecer, el PIB per-capita (la producción por habitante en un país) que al venderse se convierte en ingreso per-capita, no es un instrumento suficiente para calcular el estado de felicidad de las personas. Entonces hay que desterrar esos instrumentos de estudio.
Debido a que López Obrador se sube al ring para pelear con todo el mundo; condena a los periodistas, critica a los académicos, rechaza a los empresarios, descalifica a la prensa internacional, hasta a los médicos les llueve. Ahora condena el papel de los economistas que se mantienen apegados a los instrumentos de medición tradicionales como; el PIB, Ingreso Per-capita, Crecimiento, Desarrollo Económico, Actividad Sectorial, Distribución, Consumo, Mercado, etc. Conceptos útiles todavía para hacer el diagnóstico macroeconómico de un país.
Pretender medir la “FELICIDAD” de un país es algo muy abstracto, porque se trata de un concepto muy relativo, que puede ser abordado desde la Filosofía, la Sociología, la Estética, la Antropología y también desde la Economía cuando se estudia el grado de satisfacción y el placer que pueden otorgar el consumo de algunos bienes.
Pero al parecer, no es la felicidad material la que se pretende medir, sino la felicidad ESPIRITUAL, lo que complica más el asunto porque se trata de un concepto vinculado con la subjetividad de la Filosofía más que con la objetividad de la Economía.
Aunque la ONU ya maneja algunos parámetros para medir la felicidad de los países, son muy generales y con variantes respecto a cada país. Su nivel de generalidad puede distorsionar cualquier información por región o país. Primeramente, el concepto de felicidad no tiene el mismo significante para cada país. La gente común confunde felicidad con alegría. Por ejemplo, creo que los mexicanos somos más alegres que felices.
Para el que esto escribe, la felicidad representa un estado general de bienestar de las personas como resultado de que tienen satisfechas sus necesidades básicas o primarias como; alimentación, salud, educación, vestimenta, casa. Luego viene la satisfacción de necesidades secundarias como; reconocimiento social, satisfacción espiritual, diversión, descanso, etc.
Esperemos que AMLO y su equipo nos ilustren con su nueva teoría económica donde habrá indicadores de medición de la felicidad en sus acepciones tanto material como espiritual. Esperemos que la llamada “Economía Moral” sea conceptualmente y metodológicamente rigurosa y no discurso abstracto, vacío y electoral.
Así estamos y así nos va.