El carbón, clave para evitar el desastre climático
Por Maru de Aragón Político mx
“La gravedad de la situación exige un cambio de lenguaje: ya no hay cambio climático sino una crisis climática”. Estamos perdiendo la carrera contra el calentamiento global. Urge dejar de construir nuevas plantas de carbón” Este desesperado mensaje fue hecho por Antonio Guterres, secretario General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en la Cumbre de Acción Climática, realizada en la ciudad de Nueva York el 23 de septiembre, un día antes de que arrancara la 74 Asamblea General de la ONU, en la que el cambio climático fue también uno de los temas dominantes.
La Cumbre de Acción Climática reunió a 70 naciones. La condición puesta por Guterres para participar fue que los dirigentes mundiales llegaran con planes audaces y compromisos de acción concretos y no solo con discursos. El New York Times dice que tal vez por esta razón no participaron los dirigentes de Estados Unidos, Donald Trump y de Brasil, Jair Bolsonaro, los mayores exponentes del negacionismo climático. Tampoco participó Rusia, el quinto emisor mundial de gases con efecto invernadero. Lo irónico, según este diario, es que entre quienes tomaron la palabra estuvieron los dirigentes de los países que más defienden el uso del carbón como fuente de energía: China y la India.
El dilema en esta lucha contra el cambio climático, señala el NYT, es que para evitar el desastre climático es necesaria una transformación radical: dejar de usar el carbón, el combustible más sucio y hacerlo lo antes posible. Sin embargo, 4 años después del Acuerdo de París, en el que los dirigentes del mundo prometieron tomar acciones, no hay señales de que se esté dejando de utilizar. Según la Agencia Internacional de Energía, en el 2017, su producción y consumo global se incrementaron.
El mundo está ante un enorme desafío: el carbón, el combustible que fue el motor de la era industrial y que ahora tiene el mundo al borde de la catástrofe sigue siendo el principal generador de electricidad en todo el planeta a pesar del avance de las energías solar y eólica. Asia, donde vive la mitad de la población del planeta, representa tres cuartas partes del consumo global. Y lo más importante es que ahí se encuentran más de tres cuartas partes de las plantas que están en construcción o en planeación: cerca de 1 200, según la organización alemana Urgewald dedicada a rastrear el uso de este combustible. Heffa Schücking, directora de este grupo, denuncia que estas plantas son un “ataque a los objetivos del Acuerdo de París” de reducir las emisiones de gases con efecto invernadero y mantener el aumento de la temperatura media global por debajo de los dos grados Celsius.
El gran monstruo es China, la cual consume la mitad del carbón que se produce en el mundo. Pero además, los tentáculos de su industria carbonífera se extienden por toda Asia y África. Actualmente construye plantas de carbón en 17 países, denuncia Urgewald. Su rival regional es Japón: casi el 60% de los proyectos desarrollados por empresas japonesas están fuera del país y la mayoría son financiados por bancos japoneses. La competencia es brutal en el sureste asiático, una de las últimas fronteras de la expansión del carbón. Más allá de Asia, en Oceanía, Australia autorizó recientemente la apertura de una nueva cuenca carbonífera. En EU, Trump ha prometido revivir esta industria y ha ordenado a la Agencia de Protección del Ambiente dar marcha atrás a las normas para reducir las emisiones de gases en las plantas que operan con carbón. El llamado de la ONU para dejar de construir plantas de carbón después del 2020 se está topando con el rechazo de la gran mayoría de los países por ser un combustible que genera electricidad barata.
Today we marched for our planet, for our kids, and for their future. #ClimateAction #ChooseForward pic.twitter.com/GcJWpCw8Qq
— Justin Trudeau (@JustinTrudeau) September 27, 2019
Un informe de la Unión Europea (UE) señala que de los 21 estados miembros que aún utilizan carbón para la generación de electricidad, 11 ya anunciaron que seguirán utilizándolo. Un caso emblemático es el de Alemania. La canciller Angela Merkel anunció, a mediados de septiembre, un ambicioso plan para recortar las emisiones, lo que implica cerrar unas 120 minas de carbón en los próximos años. Su decisión provocó que sus propios aliados en el gobierno le dieran la espalda.
La UE, China y EU acumulan cerca del 60% de todas las emisiones del planeta. Y ¿cuál es la postura de México? El consumo de carbón en nuestro país es de entre 12 y 14 millones de toneladas anuales. En el 2017, México importó 10.5 millones de toneladas principalmente de Colombia y EU. Existen tres carboeléctricas que, según el presidente Andrés Manuel López Obrador, seguirán operando hasta que concluya su vida útil” y prometió construir una más.
“Invertiremos en las carboeléctricas para generar energía sin depender de nadie” dijo en una visita al estado de Coahuila donde se encuentran casi todas las reservas de este mineral. Sin embargo, en abril del 2016, México firmó el Acuerdo de París, adoptado en diciembre del 2015 por 196 países, el cual establece que para dentro de tan solo 11 años, en el 2030, las naciones firmantes tendrán que dejar de usar el carbón como fuente de energía y reducir en 20% la producción de petróleo. Un artículo publicado por Los Angeles Times señala que, a pesar de que México cuenta con las mejores condiciones naturales para producir energía eólica y solar, ha dado un paso atrás con la política energética de López Obrador.
El compromiso de México de disminuir el uso de combustibles fósiles – carbón, petróleo- era visto por los expertos como el principal vehículo para que México alcanzara los objetivos del Acuerdo de París, es decir, producir el 35% de su electricidad a partir de fuentes de energías limpias para el 2024 y 50% para el 2050. Con el cambio de política, hay muchas preguntas sin respuesta. La organización no lucrativa Climate Scorecard, de la que México forma parte y que se encarga de analizar los avances mundiales en la reducción de gases con efecto invernadero enfatiza que, aunque México ha dado grandes pasos en la transición a energías limpias, se está quedando corto en el cumplimiento de sus metas por lo que necesitaría aumentar la producción de energía solar en por lo menos 16% y la eólica en 6% con el fin de lograr sus compromisos relacionados con el cambio climático.
Según estudios de la ONU, la producción de gas y petróleo debe reducirse en 20% para el 2030 y en 55% para el 20500 si se quiere evitar que las temperaturas sigan subiendo. Sin embargo, datos del grupo financiero Carbon Tracker indican que, desde el 2018, las principales compañías petroleras han invertido por lo menos 50 mil millones de dólares en proyectos relacionados con combustibles fósiles. En tanto, estas mismas empresas destinaron, el año pasado, apenas el uno por ciento de sus inversiones de capital a energías más limpias.