Chagas, la enfermedad transmitida por un “insecto besador” que sigue pasando desapercibida
A pesar de haber sido documentada desde hace mucho tiempo, la enfermedad de Chagas sigue pasando desapercibida, mientras el parásito que la causa, trasmitido por un insecto besador, se propaga cada vez más entre las poblaciones más vulnerables de los Estados Unidos.
Un nuevo reporte de USA Today recuerda que este contacto, al que se refieren como el “beso de la muerte” es particularmente común entre las comunidades latinoamericanas inmigrantes en los Estados Unidos. A continuación presentamos algunos aspectos básicos para su detección, aprovechando la publicación del nuevo libro “The Kissing Bug: A True Story of a Family, an Insect, and a Nation’s Neglect of a Deadly Disease” de Daisy Hernández.
La enfermedad de Chagas es antigua
La primera descripción de la enfermedad data del año 1909, cuando el médico brasileño Carlos Chagas se decidió a documentarla. En países de Latinoamérica, los profesionales de la salud parecen tenerla muy presente a la hora de atender a sus pacientes, pero en los Estados Unidos la historia es diferente.
En su nuevo libro, la colombo-estadounidense describe un experimento realizado por un investigador de Texas para estudiar los efectos de Chagas en la década de 1940. Su ratón de laboratorio fue un joven paciente psiquiátrico de piel oscura al cual expuso intencionalmente al temible insecto besador, algo totalmente en contra de las bases éticas actuales.
Transmitida por un insecto besador
Y es que, como indicamos al principio, la causa de la enfermedad de Chagas es un parásito. Este se encuentra en las heces de un insecto triatomino, conocido también como “besador” por su hábito de morder el rostro de las personas mientras duermen.
Aunque suene como una simple travesura, su paso por el cuerpo humano puede llegar a ser letal en muchos casos, pues la infección derivada puede afectar el corazón y el sistema digestivo de la víctima.
Los síntomas de la enfermedad de Chagas pueden pasar desapercibidos
El problema es que muchas personas ni siquiera llegan a enterarse a tiempo de que han contraído el parásito debido a que no presentan ningún síntoma. Puede que alguno de ellos experimente fiebre, fatiga, ganglios linfáticos agrandados y síntomas parecidos a los que causa la gripe; pero aún así esta colección resulta insuficiente para sospechar, en especial cuando las víctimas se encuentran en zonas donde es poco frecuente.
Sin embargo, cuando se manifiesta la infección, los síntomas suelen compensar la pasividad inicial. Entre 20 y 30 por ciento de los pacientes con enfermedad de Chagas experimentan complicaciones cardíacas y gastrointestinales. Fue esto lo que pasó con la tía de Hernández, caso que la motivó a investigar y escribir el libro.
La falta de atención en EE.UU. limita la posibilidad de luchar contra la enfermedad
Aun así, la aflicción afecta a 300,000 personas en los Estados Unidos, la mayoría de las cuales pertenece a grupos de inmigrantes latinoamericanos en Texas, California y Florida. La cifra es alta, pero debido a la ausencia de un programa nacional de vigilancia, es difícil hablar de las zonas de mayor riesgo.
Los médicos están de acuerdo en que la afección no es prioritaria dentro de la comunidad médica del país, y particularmente el Dr. Norman Beatty, profesor de medicina de la Universidad de Florida que ha estado estudiando Chagas desde 2015, la cataloga como “una enfermedad de inequidad”.
La aparente falta de atención y de datos sobre la condición parasitaria en los Estados Unidos limita mucho su diagnóstico y la posibilidad de brindar tratamiento oportuno. Los medicamentos antiparasitarios pueden ayudar a prevenir la propagación a otras personas, pero solo se si se administran a tiempo. Fuera de ello, es muy transmisible, incluso a través del embarazo, donaciones de órganos y transfusiones de sangre.
Sin embargo, la situación parece estar cambiando a medida que la enfermedad de Chagas se transmite a áreas no afectadas previamente. Como ejemplo, el caso de una niña en Delaware mordida por un insecto besador y el primer caso en Nebraska.
Por el momento, no existen vacunas ni medicamentos altamente efectivos, pero intensificar los mecanismos de detección y la vigilancia podrían ayudar a salvar muchas vidas. Además, el desarrollo de nuevos tratamientos es vital para erradicar la afección en su totalidad.