Crack en París: un infierno para los consumidores, una preocupación para los vecinos

Por RFI

En el norte de París, la Plaza Stalingrad, donde se juntaban los consumidores de crack hasta hace poco, está vigilada por la policía, mientras los drogadictos fueron trasladados a los Jardines de Eole, cerca de ahí. Pero el problema persiste. Reportaje.

Por Laurence Théault.

Rosa López suele salir de su edificio para repartir folletos frente a la entrada del parque para decir “no” a la presencia de consumidores de crack en los Jardines de Eole: “Nuestros niños, los jóvenes, viven en un clima de inseguridad. Los niños, por la mañana, que salen para el colegio, debido a la presencia de drogadictos en la acera, se ven obligados a bajar a la carretera, por lo que hay riesgos de accidente. Nosotros, los residentes, no podemos soportarlo más”, dice Rosa, exasperada.

Sentado en un muro bajo, Majid tiene una mirada precisa que nunca se desvía. Padre de familia y consumidor de crack, comprende la exasperación de los vecinos del barrio: “Lo siento mucho por ellos, pero no es culpa nuestra: vamos donde está el producto”, explica. Donde está el crack, están los traficantes y es un círculo vicioso.

“Es un infierno”

La piedra de crack, un derivado de la cocaína altamente adictivo que se puede fumar, se vende por 10 euros. “Es un infierno. Ya no vives en paz, ya no duermes en paz, ya no comes en paz. Cuando tienes dinero, ya no tienes paz”, comenta Kelly, consumidora, que lleva un abrigo a pesar del calor.  

Si Majid dice que tiene su consumo bajo control, algunos drogadictos en situación de extrema pobreza están dispuestos a hacer cualquier cosa para conseguir piedras, hasta prostituirse. “No es prostitución, las violan directamente. Ellas saben lo que va a pasar cuando se van con dos, tres hombres… Pero no pueden evitarlo: quieren crack, crack…”, lamenta Majid.

El canto de los pájaros de los Jardines de Eole contrasta con los cuerpos aturdidos de los consumidores que mezclan todas las drogas. “Tienen que superar el hecho de dormir junto a las ratas. ¡En serio, hay gente que duerme junto a las ratas!”, exclama Majid.

Salas de consumo

Con su furgoneta blanca, la asociación Gaïa viene a distribuir pipas estériles, toallitas y preservativos… Pero para José Matos, el jefe del servicio, trasladar constantemente a los consumidores de crack de un lugar a otro para aparcarlos en un jardín equivale a encerrarlos en su adicción.

“Lo que proponemos es que haya salas de consumo y espacios de descanso. Muy a menudo, estas personas consumen toda la noche y durante el día no hay refugios de emergencia abiertos. Proponemos que haya seis áreas de descanso en el noreste de París, para que puedan consumir ahí, lo que sacaría una gran parte del consumo de la calle y crearía más vínculo para acompañar a estas personas”, estima Matos.

El Ayuntamiento de París, que está a favor de las salas de consumo, prometió devolver el jardín a los vecinos del barrio a finales de junio.

 

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