Detrás del movimiento de las banderas negras, la ira de una juventud malasia desilusionada

Por RFI

En Malasia, que se enfrenta a una triple crisis –sanitaria, política y económica–, ha surgido un nuevo movimiento de protesta. Con banderas negras y el hashtag #LAWAN, este movimiento pide la dimisión del gobierno, la reanudación de la vida parlamentaria y la suspensión de las obligaciones de reembolso de los préstamos bancarios.

Por Gabrielle Maréchaux, corresponsal de RFI en Kuala Lumpur.

El sábado 31 de julio, centenares de jóvenes adultos, algunos apenas salidos de la adolescencia, salieron a las calles de Kuala Lumpur para expresar su ira, ondeando banderas negras. Bajo un sol abrasador y helicópteros de la policía, más de 500 personas desafiaron el estricto confinamiento impuesto desde hace dos meses para exigir la dimisión del gobierno. Unos días antes, Malasia quedó en el penúltimo lugar en la evaluación de Bloomberg sobre la gestión de la pandemia de varios países.

Desempleo entre los jóvenes licenciados, falta de recursos para los médicos y los trabajadores sociales, aumento de los suicidios y de la violencia policial… Si los males enumerados por estos jóvenes son numerosos, su causa parece ser la misma: el gobierno en funciones desde marzo de 2020, que llegó al poder sin ser elegido tras una reconfiguración de la mayoría parlamentaria. Los manifestantes lo culpan de dedicar su energía a las maniobras políticas en lugar de gestionar esta crisis sin precedentes. “La ley debe aplicarse también a los gobernantes”, “el gobierno gobierna desde su posición privilegiada”, decían las pancartas.

No importa la cantidad

Pero antes de salir a la calle, las banderas negras aparecieron por primera vez en internet a principios de julio, en forma de emojis, hashtags y fotos que las mostraban colgadas de las ventanas. “El color negro también fue elegido por los médicos interinos que se pusieron en huelga para denunciar la falta de reconocimiento de las instituciones. También es el color del partido político Muda (“juventud” en malayo), creado el año pasado y cercano a la protesta”, explica Sophie Lemière, antropóloga política de la Nottingham University de Malasia.

Estas banderas negras siguen a otras, blancas, que aparecieron en la web y las ventanas a finales de junio. Como banderas de auxilio, señalaban que un hogar buscaba ayuda, que se había quedado sin alimentos, no tenía recursos económicos suficientes y no contaba con una ayuda gubernamental significativa.

Ya sea en señal de vulnerabilidad o de protesta, la ola de banderas tuvo mucha prensa. Y mientras que en muchos países una manifestación de menos de 1.000 personas apenas llamaría la atención, en el contexto actual de Malasia, la manifestación del sábado fue todo un acontecimiento.

En Malasia, salir a la calle no es un acto insignificante, señala Sophie Lemière: “La mayoría de los malasios explicarán que la protesta, la revuelta, no forma parte de su cultura. En el imaginario político nacional se fomenta mucho la noción de lealtad. Está omnipresente en los mitos populares malasios conocidos por todos. La restricción del pensamiento crítico se refleja en el sistema educativo, en la legislación que limita severamente las iniciativas fuera de los partidos políticos. En la memoria malasia también está el recuerdo de los disturbios de 1969 y el miedo a que vuelva la violencia política. Las leyes sobre la libertad de expresión, reunión y sedición contribuyen a las detenciones periódicas de opositores o activistas políticos que vemos hoy en día”.

Una pérdida de referencias

Además, afirma el analista James Chin, este movimiento de protesta no se limita a los pocos centenares de manifestantes presentes en las calles de Kuala Lumpur el sábado –y ahora buscados por la policía. “Los manifestantes formaban parte de una determinada élite, cercana a los círculos artísticos que podían ir a manifestarse. Pero su cantidad no refleja a todos los que apoyan el movimiento. La multitud habría sido mucho mayor si no estuviéramos en periodo de confinamiento”, observa el investigador malasio de Estudios Asiáticos de la Universidad de Tasmania.

Sin embargo, James Chin cree que el movimiento de la bandera negra no es todavía representativo del sentimiento general: “La mayoría de los malasios están preocupados por si sobrevivirán al confinamiento de dos meses, que sólo ha visto aumentar el número de casos. Estas personas quieren volver al mundo anterior y a la estabilidad económica”.

Pero desde el comienzo de la pandemia, Malasia ha vivido un número impresionante de episodios inéditos y confusos: la llegada de un primer ministro no elegido tras una crisis en el Parlamento, la casi suspensión de la vida parlamentaria, el estado de emergencia…

Esta pérdida de puntos de referencia no sólo se refleja en la aparición de movimientos de protesta. En el extremo opuesto del idealismo democrático, las ideas populistas y demagógicas también parecen tener el viento a favor.

El regreso con fuerza del ex primer ministro Najib Razak, que parecía haberse apartado definitivamente de la vida política tras su imputación por corrupción en el escándalo del 1MDB, es un ejemplo de ello. “Hay una nostalgia por Najib. Su mandato se asocia a la idea de calma, desarrollo económico, y sus publicaciones en las redes sociales son muy populares”, señala la antropóloga política Sophie Lemière. En 2018, sin embargo, fue la misma falta de transparencia que se denuncia hoy la que provocó la histórica derrota del partido de Najib Razak.

 

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