Dolorosos y mortales: así eran los partos en la época victoriana
Para nadie es un secreto que tener hijos era mucho más peligroso en la antigüedad, pues no había suficientes investigaciones en el sector de la salud y la tecnología no era capaz de asistir a la mujer o al bebé en medio de una emergencia. Sin embargo, muchos no están al tanto del verdadero peligro que corría la mujer al momento del parto durante la época victoriana.
Dieta desbalanceada
Empecemos con la alimentación, que es la base de todo. En la época, el acceso a comida balanceada estaba reservado a personas con mayor estatus social, por lo que el resto de la población debía conformarse con una dieta bastante desbalanceada.
Debido a esto, las mujeres embarazadas de las clases más bajas padecían de anemia y raquitismo, lo cual era mortal al momento del parto, pues no eran capaces de soportar todo el procedimiento.
Consumidoras de drogas
Como mencionamos al inicio, las investigaciones sobre los procesos de salud eran bastante escasas en la época victoriana, por lo que las mujeres no estaban al tanto de que el alcohol era perjudicial para su embarazo. Por lo tanto, lo consumían constantemente, generando abortos espontáneos o muerte fetal. En los mejores casos, los niños nacían con una variedad de discapacidades físicas, intelectuales y del comportamiento, rasgos que estarían con ellos para toda la vida.
Muy mala higiene
Preocuparse por una buena higiene en los procesos quirúrgicos o de salud es una regla relativamente nueva en la medicina. De hecho, las bases del protocolo antiséptico de la cirugía moderna fueron planteadas por el médico Joseph Lister apenas en 1865, pero no fue sino veinte años más tarde que su propuesta acerca del lavado de manos en los hospitales fue escuchada.
Antes de Lister, evidentemente, la higiene en el área de la salud era prácticamente nula. Durante los partos, los médicos y parteras ni siquiera lavaban sus manos antes de manipular a la paciente o al bebé, así que las mujeres, al estar tan expuestas al momento de dar a luz, se contagiaban o infectaban con los gérmenes de la zona de parto y fallecían poco tiempo después.
Terribles procesos médicos
Además de lo anterior, era común que las mujeres no pudieran expulsar la placenta completa al momento del parto, lo cual tampoco era identificado por los médicos de la época.
Esto no se veía como una amenaza en la época, pero actualmente sabemos que si la mujer no expulsa la placenta completa en un lapso de 30 minutos luego de dar a luz, significa que estarían ante un problema grave. Si la placenta o algún segmento de ella (conocidos como cotiledones) quedan dentro de la mujer, estos pueden sangrar e infectarse rápidamente, generando una hemorragia postparto u otras complicaciones, como inhibición de la producción de leche.
Por otro lado, no existía la anestesia, por lo que los procesos de parto eran irremediablemente dolorosos para las mujeres. Sin embargo, una de las técnicas utilizadas por los médicos de la época era extraer 1.5 litros de sangre de la mujer hasta lograr que quedara inconsciente.
Esto fue así hasta 1847, cuando el médico James Simpson le aplicó cloroformo a la Reina Victoria para calmar su dolor durante uno de sus partos.
Los que vivimos en esta época somos afortunados de que los avances en la ciencia y la tecnología nos permitan entender los riesgos reales en estos procesos y, por lo tanto, salvar cada vez más vidas.