El fracaso de Peña, desafío de López Obrador

Redacción Acción ciudadana/Animal Político – El círculo vicioso de pobreza requiere políticas de estado que vayan más allá de programas sociales dispersos y de bajo costo. La pobreza crónica no debe seguir siendo el caldo de cultivo del lucro político y granero de votos de las campañas.

En México la exclusión está vinculada al territorio. Hay mil municipios con muy altos índices de pobreza. Quienes ahí viven padecen múltiples carencias y varias formas de exclusión.

En esos mil municipios se concentran la pobreza crónica y la desigualdad extrema en el ejercicio de derechos sociales básicos. Constituyen auténticos laberintos de la desigualdad. Son territorios con múltiples trampas de pobreza.

En estos poco más de mil municipios, 1,030 es el dato preciso, más del 75 % de la población, carece de ingreso suficiente para adquirir la canasta básica. Representan el 42% de los municipios del país. En ellos, 10 millones 300 mil personas están en “pobreza por ingresos”.

La gran mayoría de estos territorios municipales se ubican en los estados del sur sureste. 437 corresponden al estado de Oaxaca, 160 pertenecen a Puebla, 90 se ubican en Chiapas, 86 están en Veracruz y 44 se localizan en Guerrero. Estos 5 estados reúnen en su conjunto, al 80% de los “mil municipios” con 75% o más población en “pobreza por ingresos”.

Cuadro 1. Número de municipios con 75% o más población en pobreza por ingresos por estado, 2015

Como es bien sabido, esos 5 estados también son las entidades con mayor proporción de pobreza: En Chiapas 8 de cada 10 personas viven en “pobreza por ingresos”, en Oaxaca casi 7 de cada 10, en Guerrero, Veracruz y Puebla, son 2 de cada 3 personas.

Cuadro 2. Estados con mayor proporción de pobreza, 2016

La pobreza de esos estados está totalmente vinculada a la realidad de estos territorios municipales. El problema es que en estos municipios la exclusión es estructural y la pobreza es crónica y endémica.

Son territorios que permanecen casi en las mismas condiciones por décadas, aunque haya mejoras marginales. Hay menos pisos de tierra, más acceso a energía eléctrica y agua en las viviendas, pero la desigualdad en el ingreso y en indicadores sustanciales de salud y educación permanece o se incrementa.

En las semanas siguientes, CONEVAL revelará las cifras finales de la pobreza en el sexenio de Enrique Peña Nieto, cuyo fracaso representa el mayor desafío social para la nueva administración gubernamental.

En estos territorios la magnitud de la pobreza no cambia, en todo caso ha empeorado en una década. De los “mil municipios” con más pobreza, 622 ya se encontraban en esos niveles de pobreza por ingresos en 2005. Los restantes 400 agravaron su situación.

Cuadro 3. Incidencia en 2005 de municipios con 75% o más pobreza por ingresos en 2015

A esta condición que afecta a territorios completos de México donde se concentran la pobreza, las carencias y los indicadores sociales negativos que se mantienen por décadas las denominamos exclusión estructural, que a su vez produce la pobreza crónica, endémica y hereditaria.

En esos territorios hay muchas trampas de pobreza. Las trampas de pobreza son condiciones sociales y económicas que atrapan a las personas, porque producen un círculo vicioso de carencias que se acumulan durante el ciclo de vida y se heredan a la siguiente generación.

Inician con la desnutrición crónica en los primeros años de vida. Mientras en los hogares de mayores ingresos, la desnutrición afecta al 4 %, en el sur del país llega al 17 % de las niñas y niños menores de 5 años. Esta condición que afecta el desarrollo de las capacidades del cerebro la padecen el 23 % de niñas y niños de los hogares de menores ingresos y 25 % de niñas y niños indígenas.

Figura 1. Desnutrición crónica niñas y niños menores de 5 años, grupos de población seleccionados, 2015

Así arranca la vida de quienes nacen en estos territorios. Y luego se agravan con otras carencias que se van acumulando, como una deficiente educación y mayor abandono escolar. En las zonas indígenas y rurales del sur del país se concentran los resultados educativos más bajos según todas las evaluaciones y hay tasas más altas de abandono en secundaria y educación media superior.

Cuando estos bebés, niñas, niños, adolescentes y jóvenes llegan a la etapa de la vida productiva y de ejercicio de su ciudadanía ya acumulan varios rezagos, especialmente si son mujeres y mucho más si son indígenas.

Este círculo vicioso de pobreza requiere políticas de estado que vayan más allá de programas sociales dispersos y de bajo costo. La pobreza crónica no debe seguir siendo el caldo de cultivo del lucro político y granero de votos de las campañas.

Para atender las desigualdades en el territorio y el rezago social de las zonas marginadas, se creó en 1998 el Fondo de Infraestructura Social en el Ramo 33. Los fondos del PRONASOL, el Programa Nacional de Solidaridad del gobierno de Salinas, se descentralizaron a los gobiernos municipales mediante una fórmula de carencias basada en el índice de marginación de CONAPO.

Han pasado 20 años desde entonces y aunque hay más infraestructura y mejoras marginales, también es cierto que las condiciones de desigualdad estructural no se han modificado, sino que al contrario se han incrementado. Este año este Fondo tiene un presupuesto de 73 mil 98 millones de pesos, que se entregan directamente a los municipios para reducir las brechas de desigualdad territorial. Esta medida de descentralización no ha sido suficiente y no ha sido efectiva.

El enfoque de cohesión territorial para reducir las brechas de desigualdad mediante fondos regionales aparece como una buena opción a considerar.

Desde “Frente a la Pobreza” consideramos que al menos tres medidas son indispensables para superar la exclusión estructural de estos territorios:

  1. Romper el aislamiento, con carreteras y caminos, pero también con conectividad a internet y vías para conectarse con servicios y mercados.
  2. Para enfrentar la exclusión económica es indispensable que en lugar de expropiar o comprarles tierras baratas se generen formas de asociación de comunidades y pueblos en los macroproyectos relacionados con energía y riqueza natural, así como impulsar el cooperativismo y la economía social.
  3. Para romper el círculo vicioso de la pobreza hay que garantizar un “paquete” integrado de servicios de salud y educación para el desarrollo infantil temprano e impulsar educación pertinente y culturalmente adecuada con calidad, en estos territorios.

 

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