La ética y la biología sintética: ¿Es urgente un cambio de enfoque?
Hoy en día, los científicos pueden reescribir en cuestión de minutos el código genético de un virus para hacer vacunas de ARN. O reprogramar la levadura para obtener un medicamento contra la malaria llamado “artemisinina”. Todo gracias a la tecnología de ingeniería genética conocida como “biología sintética”.
Las aplicaciones de la biología sintética están avanzando cada vez más rápido, y ya no solo se incluye a la manipulación genética en sus estándares. Los científicos en este campo también están incursionando en la creación de medicamentos y, para los próximos años, planean tener soluciones a gran alcance para evitar más catástrofes globales. Lo que sería bastante positivo para la humanidad de no ser porque la ética no va de la mano con estos nuevos avances de la biología sintética.
La ética es ambigua para la biología sintética
De acuerdo con el informe del Centro de Excelencia en Biología Sintética ARC, las consideraciones éticas de esta disciplina no han sido actualizadas desde hace más de una década. Prácticamente, desde su primera aplicación en 2002, con el circuito génico “toggle switch”. Lo que significa que los enfoques éticos actuales de la biología sintética son obsoletos, e incapaces de hacerle frente a los nuevos retos de financiación científica y distribución de medicamentos.
Para demostrarlo, la doctora Jacqueline Dalziell del ARC analizó la producción de la artemisina, que es uno de los tratamientos de primera línea para la malaria. Quizás la enfermedad endémica más preocupante en África, ya que provoca cada año más de 400.000 muertes.
Hasta hace poco, la artemisinina solo podía obtenerse de la planta Artemisia annua, por lo que era muy difícil cubrir su demanda global. Sin embargo en 2005 esto cambió, ya que un par de biólogos sintéticos de la Universidad de California crearon un microbio llamado “SSA”, que era idéntico a su contraparte botánica.
Sin pensarlo mucho, la OneWorld Health le otorgó el permiso para producir artemisinina sintética a la compañía farmacéutica Sanofi-Aventis. Eso sí, con la condición de que no hubiera regalías que dificultaran la venta. Pero para su sorpresa, esta condición no ayudó en absoluto a popularizar el medicamento.
La introducción de SSA exacerbó un mercado ya volátil, y se volvió más cara que la artemisinina botánica. Como resultado, Sanofi quebró y el SSA que podría haber salvado miles de vidas en 2009, se volvió un suplemento que hoy solo se produce en pequeñas cantidades.
¿Qué nos enseña la antemisinina sobre la ética?
Podríamos pensar que esta crisis no guarda ninguna relación con la ética en la biología sintética, pero no es del todo cierto.
De acuerdo con Jacqueline Dalziell, esta crisis pudo evitarse si se hubiera abordado con un nuevo enfoque. Uno centrado más en los afectados que en la propuesta.
La biología sintética, al igual que otras ramas biológicas como la genética, suele darle importancia únicamente a la creación y aceptación de un nuevo producto, técnica o modelo. Esto debido a que siguen pensando en las repercusiones que tuvo en su momento la clonación o las terapias génicas, y quieren evitar a toda costa un rechazo social.
Sin embargo, en estos momentos el problema ético más alarmante es la ambigüedad en la biología sintética. Al buscar y aceptar financiación, los científicos deberían considerar todas las ramificaciones globales y sociales de sus proyectos. Incluidas la financiación que necesitan para llevarlo a cabo, y la manera de mantenerlo a flote para que cumpla su objetivo.
La falta de preparación hizo que la artemisinina sintética se convirtiera en un producto demasiado costoso a largo plazo. Esto aunado a la escasez estacional de la época, provocó un exceso de oferta que se podría haber evitado.
Así que, si bien la biología sintética es una herramienta transformadora con importantes beneficios y riesgos potenciales, no deja de ser una disciplina que necesita actualizarse al ritmo de la demanda emergente. Tanto en tecnología, como a nivel ético y administrativo. Como Jacqueline Dalziell afirma:
“Se necesita un enfoque más matizado para abordar los desafíos éticos que plantean los nuevos avances”.