LA PELUCA: UN OBJETO DE DEBILIDADES Y OBSESIONES
Más que el ocultamiento de la calvicie producto de diversas causas, la peluca es síntoma de obsesión y vanidad, herramienta de seducción, fetiche e innegable símbolo de poder. Texto por Ana Sofía Ramírez Heatly
Aunque parece derivada de la palabra pelo (del latín pilus), en realidad proviene del francés perruque y del italiano antiguo parruca. Se cree que esta voz está relacionada con perruquete, que hace referencia a los loros o ‘periquitos’ que se ven representados en el barullo de los tribunales, donde sin duda alguna estaban presentes los postizos.
Las pelucas, su curiosa geografía, son portadoras silenciosas de una historia en que se representan las debilidades y obsesiones humanas más increíbles.
PELUCAS EGIPCIAS
Principalmente para soportar el calor de la tierra africana y evitar la presencia de algunos parásitos, los antiguos egipcios solían afeitarse la cabeza. De esta manera la calvicie voluntaria dio pie a la confección de diferentes pelucas, según el sexo y la condición social del portador, así como la época. Aquellas que han sobrevivido al paso del tiempo en museos evidencian haber sido elaboradas con cabello humano.
Las mujeres acaudaladas tenían sirvientas que mantenían en buen estado sus postizos, mientras que las de la clase baja se hacían cargo por sí mismas o solicitaban la ayuda de alguna otra mujer de su entorno.
Las más comunes fueron las cuadradas, de cabello abundante, flequillo y con raya en medio; las llamadas tripartitas, por constar de tres mechones, y las cortas, redondas y pegadas a la cabeza, en forma de casco.
INSIGNIA CAPILAR
Se sabe que en Roma no sólo las mujeres usaban pelucas; algunos emperadores, como Nerón y Calígula, quien además era calvo, las emplearon como artilugio de vanidad y distintivo de poder, pues la apariencia física, el arreglo y el vestido eran de gran importancia para esta cultura.
Se sabe que Calígula usaba un postizo rubio para frecuentar los prostíbulos, por lo que este tipo de peluca se convirtió en la ‘insignia’ de las prostitutas romanas.
EPIDEMIA DE PELUCAS
Las pelucas se pusieron de moda en Europa durante el siglo XVII, cuando Luis XIII se vio obligado a usar una para ocultar su calvicie. Así, a partir de 1624 los nobles europeos, a la usanza del monarca, empezaron a colocarse postizos en la cabeza.
El fenómeno comenzó a extenderse primero entre los miembros de la corte, y pronto se expandió entre los diferentes gremios –un tipo de peluca para cada oficio–, la servidumbre, el clero e incluso los niños.
Tan grande fue la demanda de pelucas, que la casa real francesa tuvo que contratar a cuarenta y ocho artesanos expertos en la elaboración de estos velludos objetos, para abastecer Versalles.
POLVORONES ENSORTIJADOS
En el siglo XVIII el uso de las pelucas se extendió a las mujeres. Aunque los hombres solían lucirlas en color blanco, las mujeres mostraron preferencia por los colores pastel. Su ornamentación y tamaño eran un claro indicativo de la posición social de su portador, debido a que las clases más pudientes solían elegir diseños más elaborados, ensortijados y, por ende, más caros.
No obstante, había que darles un debido mantenimiento, que básicamente consistía en empolvarlas con almidón de arroz o papa, e incluso harina de trigo y cal, en un salón dedicado al toilette.
EXCESO ANTES DE LA MUERTE
En su ensayo Historia descabellada de la peluca, Luigi Amara narra los excesos y excentricidades que alcanzó la evolución en el diseño de este adorno antes de encontrarse con su decadencia y muerte en la Revolución Francesa.
Tales accesorios se convirtieron en protagonistas de la apariencia femenina al aumentar el número de pisos que los constituían; incluso, se llegó al extremo de tener que inventar la peluca ‘retráctil’, acondicionada con un mecanismo de resortes, para poder sortear los umbrales de las puertas sin causar desperfectos en la estructura capilar ni en la arquitectura de algún recinto.
IMPARCIALIDAD DESCABELLADA
Los jueces británicos sustituyeron las cofias blancas con que cubrían sus cabezas por las pelucas que los caracterizan. La impartición de justicia exigía una determinada parafernalia, un disfraz que además de darles prestigio, ocultaba diferencias, estigmas y detalles de la identidad que pudieran dar un sesgo a la decisión de un juez.
Sin embargo, en 2007 se tomó la decisión de eliminar las pelucas de la corte británica, limitando esta elaborada vestimenta únicamente a los litigios de orden criminal y celebraciones especiales.
CONTRA LA SEDUCCIÓN
Dentro de la tradición ortodoxa judía, las mujeres casadas se cubren el pelo con una pañoleta o una peluca como símbolo de modestia en el vestido. De este modo, ellas ocultan una parte esencial de su apariencia, la cabellera como instrumento de seducción, para reservarla únicamente al núcleo matrimonial.
De manera paradójica, las pelucas pueden ser también portadoras de belleza, quizá aún más que el propio cabello natural.