La rebelión ecológica del pueblo de Cherán, Michoacán

Por Jennifer Gonzalez Covarrubias/ Animal Político

Una de las varias reglas de oro de la comunidad, que toma decisiones en asambleas abiertas, es que está prohibido sembrar aguacate, a pesar de que deja ganancias millonarias.

Hace menos de una década, cerros del pueblo de Cherán lucían pelones, sus tierras quemadas. Hoy, sus bosques son una “isla de pinos”, producto del levantamiento armado de sus habitantes para hacer frente a los voraces talamontes clandestinos coludidos con narcotraficantes.

Desde entonces, los indígenas purépechas de este aguerrido pueblo viven atrincherados.

“Ahora ves todo verde nuevamente, está ya todo reforestado. Se ha trabajado bastante en lo ambiental”, comenta con una sonrisa Luz Torres, una indígena de 43 años de mejillas sonrojadas que tras el movimiento armado alterna las tareas del hogar con las de su huerto orgánico y la recolección de plantas medicinales.

Pero el alegre semblante se le desdibuja al recordar el terror que causaban los delincuentes que circulaban con AK-47 por las calles hasta la madrugada del 15 de abril de 2011, cuando sonaron las campanas de la iglesia convocando a todos los habitantes de Cherán a cerrar los accesos del pueblo, poner barricadas y prender fogatas en cada esquina.

“Estaba muy fuerte lo que era la tala de los árboles“, dice Luz. “Bajaban de los cerros entre 100, 200 camiones (diarios llenos de troncos) sin que nadie les dijera nada, y decían (los delincuentes) que cuando se acabaran los pinos, se iban a llevar a las mujeres que les gustaran y después hasta las casas que les gustaran se iban a quedar”, rememora esta madre de dos jovencitas y un niño.

La devastación de los bosques comenzó en 2008, cuando México tuvo récords de violencia producto de las confrontaciones entre narcotraficantes y de éstos con fuerzas armadas.

En esos años los narcotraficantes incluyeron en su modelo de negocios el robo de varios productos, como la madera de Cherán, además de los secuestros y extorsiones.

La expulsión de los delincuentes desencadenó balaceras que tuvieron un saldo de dos indígenas muertos en abril de 2011. Otras seis personas fueron asesinadas en años posteriores, presuntamente por talamontes reincidentes, según autoridades indígenas.

Cherán instauró desde entonces su propia red de guardabosques armados la mayoría con fusiles calibre 7,62 milímetros, un “Consejo Mayor de Gobierno” similar al que regía a sus antepasados y empresas comunales enfocadas a la protección del medio ambiente.

“Dije ‘ésto no puede ser’. ¡Amenazaban con llevarse también a los niños! Pero ahora todos estamos tranquilos”, comenta bajo anonimato una de las guardias comunitarias que porta una pistola calibre 9 milímetros.

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Ocho años después del alzamiento han reforestado más de la mitad de las 12 mil hectáreas de pinos que habían sido devastados en esta región de Michoacán, donde células de cárteles desmantelados como La Familia Michoacana han provocado un espiral de violencia en los alrededores de Cherán.

En Cherán no patrullan ni la policía, ni las fuerzas armadas, y tampoco existen partidos políticos. Se rige por sus usos y costumbres.

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Prohibidos los aguacates

Una de las varias reglas de oro de la comunidad, que toma decisiones en asambleas abiertas, es que está prohibido sembrar aguacate, a pesar de que deja ganancias millonarias por su alta demanda en países como Estados Unidos y Japón.

La razón es que ese cultivo demanda mucha agua y estos bosques son claves en la captación del líquido. Los lugareños, además, asocian el aguacate con los narcotraficantes.

“Cuando vinieron las personas que devastaron, la idea de ellos era sembrar aguacate; iban talando e iban quemando con unos sacafuegos”, asegura Miguel Macías, de 62 años, supervisor del vivero comunal.

El aguacate “es lo contrario del pino, el pino nos da agua, oxígeno y todo el bióxido se lo come”, añade.

Gracias a esa prohibición “esto es como una isla de puro pino (…) nosotros luchamos por eso”, enfatiza.

Michoacán es el principal productor de aguacate de México, que es, a su vez, el mayor productor del mundo del fruto, con 2 mil 400 millones de dólares de exportaciones el año pasado.

Pero, en efecto, en los límites de Cherán “el asunto es gravísimo sobre el cambio de suelo: se nota dónde empieza el aguacate y donde empieza el bosque”, comenta Jaime Navia, director de la organización ambiental GIRA.

Cero basura

El impulso ambientalista en Cherán se extiende a su política de “cero basura” en las calles.

Samuel Martínez se seca el sudor con la mano al término de otra larga jornada de separación de basura. Un trabajo agotador que hace en la planta de acopio de desechos que funciona aún con menos de lo indispensable: equipo de protección limitado, salarios raquíticos, y un solo arenero oxidado y medio roto para hacer toneladas de compost.

“Me siento orgulloso porque hay otras comunidades que donde quiera hay basura tirada”, dice.

“Es el municipio en el que en más categorías (6) y mejor se separa la basura”, comenta Ana Martínez, Gerente de Programa de Reciclaje Inclusivo de la Fundación AVINA.

El éxito ambiental de Cherán y su aislamiento de la incesante violencia de la región ha inspirado incluso un concepto popularizado en círculos ambientalistas: “cheranizarse”.

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