La rusofobia en México que desató la vacuna Sputnik V (aunque el problema viene de tiempo atrás)
Por RT Internacional
Este lunes se dio a conocer que los mandatarios de México y Rusia sostuvieron una conversación telefónica cuyo objetivo principal fue establecer un contacto directo para la compra de 24 millones de dosis de la vacuna Sputnik V contra el covid-19, que posiblemente comience a llegar a México la siguiente semana.
Las reacciones de la mayoría de los ciudadanos mexicanos fue de alegría de poder contar con otra alternativa para garantizar el cumplimiento del programa de vacunación, sobre todo considerando que no se ha podido concretar por falta de documentación el contrato con la firma china CanSino y que las primeras entregas de AstraZeneca están programadas para abril.
Pero no faltaron voces que reflejaron cierta dosis de “rusofobia”, algo que desgraciadamente no es la primera vez que ocurre en nuestro país. La voz más estridente en esta ocasión fue de la senadora de derecha Lilly Téllez, quien a través de su cuenta de Twitter acusó que la vacuna Sputnik V “sólo funciona en papel” y “no se ha probado en la práctica”. Estas declaraciones evidenciaron, una vez más, la ignorancia de la senadora en diversos temas, en esta ocasión clínicos y médicos.
Tampoco soy científico y menos es a mí a quien corresponde otorgar certificados de calidad en el tema de vacunas. Pero hay mucha información disponible como para emitir juicios de valor en completa ignorancia o con prejuicios, como es el caso de la senadora. Para empezar el Centro Nacional Gamaleya de Epidemiología y Microbiología, fundado en 1891, es una institución líder a nivel mundial. En 2015 desarrolló y registró con éxito dos vacunas contra el Ébola, usando la plataforma de vectores adenovirales, misma que se utiliza en Sputnik V.
Los resultados de las fases I y II de su ensayo clínico fueron publicados en la prestigiosa revista The Lancet. Los resultados de la fase III ya están listos y se distribuyen a los gobiernos que lo solicitan y aparecerán próximamente en The Lancet, solo es cuestión del armado de los números. Al día de hoy, Sputnik V ha sido aprobada en 13 países y cuenta con procesos en marcha en otros 50 (incluyendo México) para distribuir, en principio, más de 1.200 millones de dosis. Incluso, la ahora tan aplaudida canciller Angela Merkel declaró hace una semana que Alemania estaba dispuesta a colaborar con Rusia en el marco de la producción y uso de la vacuna Sputnik V a pesar de las “diferencias políticas”.
Entonces, si hay información científica disponible en revistas especializadas de prestigio, decenas de países solicitando la vacuna rusa y la misma canciller Merkel expresando que Alemania y Rusia deben trabajar hombro con hombro, ¿por qué la animadversión hacia la vacuna Sputnik V? La ignorancia de la senadora es evidente pero no es el único factor. Como dijimos, desafortunadamente México parece que ha heredado una rusofobia de los tiempos de la Guerra Fría.
Gran parte de la comentocracia mexicana tiene muy poco de original y suele repetir ciegamente lo que se dice al otro lado de la frontera norte. No es de extrañar ya que la mayoría está educada allá y muchos viven en Estados Unidos y no en México. La ignorancia del cotidiano en nuestro país no les impide opinar ya que se escudan en el pasaporte de nacimiento, como si con este viniera el entendimiento de la realidad mexicana.
Un caso muy sonado fue el del periodista León Krauze, hijo del historiador Enrique Krauze, un intelectual vinculado con la derecha y el conservadurismo mexicanos. León Kruze acusó injerencia rusa en México en el proceso electoral de 2018 solo porque John Ackerman publicaba la videocolumna ‘La batalla por México’ en RT, al que acusó de ser el brazo propagandístico de Vladímir Putin.
Dado que nunca ofreció ninguna prueba, los dichos del periodista fueron viralizados sarcásticamente en las redes sociales. La parodia no se hizo esperar y hasta López Obrador grabó un video haciendo mofa del supuesto apoyo ruso que nunca existió. El golpe a la credibilidad de León Krauze fue de tal magnitud que tiene efectos hasta el día de hoy.
Aunque los casos de Lilly Téllez y León Krauze son los más sonados en cuanto a la rusofobia, no son los únicos. Las redes sociales nos ofrecen dos estereotipos comunes sobre la visión que hay sobre Rusia en México. La primera es la heredada de la Guerra Fría, donde el imaginario mexicano creció al amparo de los estereotipos hollywoodenses de la década de los ochenta. Rocky, Rambo, James Bond, Indiana Jones y decenas de películas de acción, donde el malo es “algún terrorista ruso exKGB”, formaron el imaginario popular de millones de personas en el mundo y ciertamente de los mexicanos, que son de los principales clientes de este cine.
Desde senadores hasta periodistas, pasando por una amplia mayoría de la población, todavía se tiene implantado en el imaginario popular el chip hollywoodense desde el cual interpretan la realidad. Es el mismo estereotipo de Hollywood que trata a los musulmanes de terroristas y dice que los latinos son narcotraficantes.
De este primer estereotipo se desprende el segundo: tener lazos con Rusia es prácticamente tener alianzas con el Eje del Mal. Este cambia según la moda: Vietnam, Indonesia, Afganistán, Libia, Irán, Irak y más recientemente Venezuela, Bolivia o China. No tardaremos ver cómo entra en la lista hasta Argentina. Sin entrar en los detalles de las formas o políticas de gobierno es curioso que del otro lado, en el supuesto Eje del Bien, estén estados imperialistas que tienen una economía de guerra como Estados Unidos, Israel, varios países de la Unión Europea, el ultraconservadurismo de India o los regímenes monárquicos del Golfo, que no respetan derechos humanos. Sin hablar de las oscuras relaciones de la familia Biden con Ucrania.
Es cierto que la búsqueda por la vacuna contra el covid-19 es un episodio clave en los reacomodos geopolíticos y que hay mucha propaganda de los gobiernos alrededor del tema. Y no es menos cierto que las trasnacionales farmacéuticas, uno de los ejemplares más despiadados del capitalismo, también ofrecen verdades mezcladas con mentiras esperando que suban las acciones de las compañías en la bolsa de valores. Hay incertidumbre y no podemos ser crédulos con los intereses geopolíticos y económicos alrededor del asunto.
En estos tiempos de pandemia es muy difícil para el ciudadano común poder distinguir la falsedad de la verdad. Son muchos intereses. Por eso debemos confiar (aunque no son infalibles) en nuestras autoridades médicas y especialistas. No de los políticos, no de los periodistas, no de los internacionalistas o diplomáticos ni siquiera de los que son médicos pero que no son especialistas. No le podemos preguntar a un historiador de la revolución mexicana que nos explique el conflicto de la India colonial porque seguramente desconoce casi todo, por muy historiador que sea, así como no le podemos preguntar sobre virus y vacunas a un dentista.
El tema de la pandemia y las vacunas, su eficacia y su pertinencia debe estar en manos única y exclusivamente de los médicos especialistas, es decir los virólogos y epidemiólogos. El resto de las opiniones deben ser llamados a misa.