La travesía de Xiaomi hasta ser el tercer fabricante de telefonía más importante del mundo

La llaman “shao-mee”. Una palabra que sirve para definir al mijo, uno de los alimentos más importantes de Japón. Xiaomi es hoy una de las empresas tecnológicas más importantes del mundo, enfocada en el internet de las cosas, con una red de más de 2.000 tiendas y la voracidad de los tiempos que corren. 

Y todo comenzó con un teléfono. No uno cualquiera, por supuesto. ¿Escáner de huellas dactilares? Por supuesto. ¿Biseles mínimos y marcos invisibles? También. Xiaomi ha empujado el mercado móvil hasta arrinconar a muchos de sus rivales directos. Y gracias a esa mentalidad de no descansar ni en los días de mayor bonanza.

EL SURGIMIENTO DEL FÉNIX

Xiaomi, como empresa, nació el 6 de abril de 2010, cofundada por el empresario Lei Jun y siete socios entre los que se encontraban el director principal del centro de I+D de Motorola Beijing, Zhou Guang Ping, el vicepresidente del Instituto de Ingeniería de Google China, Lin Bin, o Li Wang Qiang, gerente general de Kingsoft Dictionary.

 

Jun dejó su rol como CEO en Kingsoft, donde desarrollaba software para Android, y se embarcó en una carrera personal. Pero lo aprendido en Kingsoft fue capital para el futuro éxito de la empresa. Debemos hacer referencia a MIUI, una ROM conceptualizada bajo una simple y limpia interfaz de usuario que deja en ridículo muchas capas de personalización de otros desarrolladores.

MIUI nació mirándose en el espejo de Apple: permitía copias de seguridad en la nube, previsualizar imágenes o PDF y escuchar música sin necesidad de instalar aplicaciones de terceros. Semana tras semana llegaban nuevas actualizaciones y correcciones que optimizaban el rendimiento. A finales de 2013, Xiaomi tenía más de 30 millones de usuarios de MIUI en todo el mundo.

RONDA DE HARDWARE

Pero dejemos el software a un lado y centrémonos en el hardware. Durante el verano de 2011, Xiaomi presenta su primer teléfono, el Mi 1. Con dos pequeños matices: el terminal era rematadamente barato para lo que ofrecía. Por 267 euros al cambio, la marca presentaba un sistema con GPU Adreno 220, 1GB de RAM, batería de 1930mAh y procesador MSM8660.

El renovador y democratizador de la gama media había aterrizado. En apenas 34 horas se recibieron 300.000 pedidos anticipados. Un año después se presentaba el sucesor: Mi 2 da el salto al procesador Qualcomm Snapdragon S4 Pro de 4 núcleos a 1.5 GHz. También nos encontramos con el doble de RAM. El precio se mantenía. Y otro matiz: Xiaomi llamaba la atención de sus propios usuarios con un soporte firme constante, con una imagen de profesionalidad real.

Un año después, el fabricante chino ya había vendido más de 10 millones de terminales de su serie Mi 2. El valor de la empresa crecía hasta los 4.000 millones de dólares.

Era hora de dar el salto a otros mercados. ¿Cómo? Presentando una smart TVcompatible con 3D, basada en Android, por un coste inferior a los precios habituales del mercado. Mientras ponían a punto su Mi 3, la empresa comenzó su expansión por China con una meta: vender 20 millones de teléfonos para el cierre de 2013.

LA EXPANSIÓN COMERCIAL

Con Xiaomi Mi 3, en apenas dos minutos agotaron todas sus reservas. La empresa proyectaba expansiones en Malasia, Tailandia, Rusia y Brasil. En febrero se lanzaron los nuevos Redmi, incluyendo una familia de phablets, las Redmi Note. Su apuesta televisiva seguía con la presentación de un portal dedicado y una inversión milmillonaria.

En cada país que aterrizaban, la demanda de nuevos teléfonos era tan alta que la propia empresa se veía obligada a expandir sus compras de hardware. Un crecimiento tan agresivo que incluso frenaron la expansión en Europa y América. La meta de la marca era aterrizar en todas las familias de productos: wearables, lápices inteligentes, iluminación o inclusos sistemas de seguridad.

En diciembre de 2014, Xiaomi lanzó una ronda de financiación que se cerró con más de 1.000 millones de dólares recaudados. Se convierió en uno de esos raros ‘unicornios’ en el mercado privado. Aunque en China prefieren ser llamados “el fénix”, por aquello de devolver lustre a una economía que durante años se consideró enterrada.

DEL HARDWARE AL SOFTWARE (OTRA VEZ)

La cronología seguiría su paso: el 23 de abril de 2015, Lei Jun y el vicepresidente, Hugo Barra, anunciaron Mi 4i en India —antes que en cualquier otro país—. Y con él, bajo el brazo vino la primera Mi Band, una de las pulseras inteligentes más populares de la industria. Hasta que se lanzara la siguiente iteración —el Mi 5 no llegaría hasta el 24 de febrero de 2016— pasarían muchas cosas. Pero una determinante: Xiaomi ya no estaba creciendo de la misma manera.

¿Por qué? La disminución de ventas fue generalizada, aunque afectó especialmente a este nuevo mirlo blanco. Lei Jun, considerado el Steve Jobs chino, echó balones fuera culpando a las cadenas de suministro y sus retrasos constantes. Xiaomi tuvo que abandonar mercados como el brasileño. Algunos problemas organizativos ocasionaron desperfectos.

Y, mientras la inversión en I+D adelgazaba, el fabricante se esforzaba por aterrizar en mercados más rurales y menos industrializados. Una barrera que ha costado demasiado superar.

Pero en Xiaomi volvieron a dar la vuelta al modelo: si sus productos de hardwaredejaban delgadísimos márgenes de ganancias, su éxito provendría de la venta de servicios en línea. El hardware solo sería una plataforma facilitadora y el verdadero poder de la marca llegaría en servicios derivados.

Así fue: la plataforma presentó tarifas mensuales, ofertas de películas, series, juegos e incluso servicios conjuntos con las operadoras para potenciar este segmento. Una estrategia para convertir su ecosistema en fortaleza.

ALIMENTANDO STARTUPS CON OTRAS STARTUPS

 

Esta tampoco sería la fórmula ideal para crecer. La empresa necesitaba algo más que lanzar largas secuencias de hardware cada vez un poco mejores. Y crearon una red de conexión con unas 100 startups como socios para atraer nuevas tipologías de clientes.

El fin estaba claro: dar respuesta tecnológica a interrogantes que siempre habían estado ahí. La contaminación del aire: uno de los problemas más acuciantes en China redundó en purificadores inteligentes desarrollados con la financiación de Xiaomi. Los Mi Air Purifier costaban aproximadamente una quinta parte de los modelos habituales del mercado.

Otro ejemplo: los auriculares. Es difícil dar con un buen auricular de botón, económico pero con resultados dignos. Xiaomi presentó su familia Piston, considerados anatemas dentro del mercado del audio. Escaló después hasta modelos como los nuevos hybrid con proyector HDR y diafragma basado en  grafeno.

¿Los resultados? Hay que escucharlos para comprobarlo: auriculares de botón de apenas 12 gramos por rangos que van de los 12 a los 30 euros respondiendo con un rendimiento propio de auriculares de 150 euros. Y packaging concienciado ecológicamente, almohadillas de tres tamaños, 32 ohmios de impedancia y sensibilidad de 5db con frecuencias que van de los 20 a los 20.000Hz.

Las bandas fitness: habitualmente requieren una recarga en apenas 6-7 días. Xiaomi entendió la problemática y creó bandas que sobreviven hasta dos meses sin recargarse. Más batería es igual a mayor comodidad e independencia, lo que propicia un uso más continuado.

 

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