Las razones que explican por qué la detención de García Luna es más importante que la del ‘Chapo’ Guzmán

Por R T Internacional

La mañana de este martes, 10 de diciembre, la noticia empezó a correr como pólvora en mesas de redacción, redes sociales y oficinas de gobierno. En Texas había sido arrestado Genaro García Luna, secretario de Seguridad Pública en el gobierno de Felipe Calderón (2006-2012), e iba a ser trasladado a Nueva York (a la misma Corte Federal que enjuicio al Chapo) por delitos de conspiración de tráfico de cocaína, falsedad de declaraciones y recibir sobornos del narcotráfico.

Las primeras acusaciones importantes contra García Luna datan del ya lejano 2001, cuando en el gobierno de Vicente Fox (2000-2006) era el titular de la Agencia Federal de Investigación (AFI). Su relación con el Cártel de Sinaloa era tema constante en las notas de reporteros especializados en narcotráfico. No obstante estos antecedentes, Felipe Calderón decidió nombrarlo Secretario de Seguridad Pública, que a la postre resultó ser el puesto más relevante de su gabinete, convirtiendo a García Luna en el hombre más poderoso de su sexenio detrás de él. Una especie de vicepresidente.

Es en este sentido que la detención de García Luna es más relevante que la del ‘Chapo’ Guzmán, porque el primero representa al crimen organizado y el segundo solamente al narcotráfico. ¿Qué quiero decir con esto? En México (y en otras partes del mundo, como Colombia) se ha construido una “mitología del narcotraficante”, como lo ha señalado el sociólogo Luis Astorga. Las narrativas oficiales han creado la imagen de un ente maligno (el narcotraficante) que ataca con todos sus medios la pureza del Estado, corrompiendo a alguna manzana podrida, a alguna autoridad que, a pesar de su naturaleza bondadosa, cae en el pecado de la avaricia y acepta el dinero.

Javier Buenrostro, historiador por la Universidad Nacional Autónoma de México y McGill University.

Javier Buenrostro, historiador por la Universidad Nacional Autónoma de México y McGill University.
 
México lleva mucho tiempo siendo un productor de drogas (mariguana, opio) y, en ese sentido, hace mucho que hay una relación entre autoridades locales en un principio, y luego federales y narcotraficantes
 

Esta narrativa hace parecer que el mundo del narcotraficante es uno, mientras que el mundo de la política y la economía son otros, que nada tienen que ver o que solo entran en contacto de manera anómala. La mentira de esta narrativa, repetida mil veces por los medios de comunicación, se cae ante las evidencias más básicas. México lleva mucho tiempo siendo un productor de drogas (mariguana, opio) y, en ese sentido, hace mucho que hay una relación entre autoridades locales en un principio, y luego federales y narcotraficantes. Pero quizá la primera gran relación no provenga de la droga, sino del alcohol, cuando era ilegal en Estados Unidos y había un gran tráfico desde México, que junto a las carreras de caballos hicieron del casino de Agua Caliente (1928), en Tijuana, un lugar de reunión para estrellas de cine, empresarios, mafiosos y políticos estadounidenses. El accionista principal era el gobernador de Baja California y quien se convertiría en presidente de México, Abelardo Rodríguez.

Al nombre de Rodríguez se pueden sumar otros políticos de primer nivel como Maximino Ávila Camacho, hermano del presidente Manuel Ávila Camacho (1940-1946). Pero donde siempre hubo más tela que cortar fue en las oficinas de la policía, principalmente en la Dirección Federal de Seguridad (DFS), fundada por Miguel Alemán en 1946. Por ahí pasó gente que no solo se dedicó a la represión política y de grupos guerrilleros, sino que fueron vinculados con el narcotráfico como Fernando Gutiérrez Barrios (Gobernador de Veracruz y Secretario de Gobernación) o Mario Acosta Chaparro y Fernando Quirós Hermosillo, quienes además de participar en la Guerra Sucia de los años setenta, estuvieron vinculados con el Cártel de Juárez. Miguel Nazar Haro, otro miembro de la DFS y fundador de la Brigada Blanca, que desapareció a los integrantes de la Liga Comunista 23 de Septiembre, fue acusado de proteger al Cártel de Guadalajara, además de traficar con autos robados.

También director de la DFS fue Javier García Paniagua, hijo de Marcelino García Barragán, encargado de la Secretaria de la Defensa Nacional durante la matanza de 1968 y gobernador de Jalisco. Es Guadalajara (Jalisco) un bastión histórico de la derecha y el panismo, donde se asentaron los narcos a principios de los 80 y se hicieron empresarios para poder lavar su dinero. Se ha señalado a Guadalajara como cuna del ‘Pacto de Impunidad’, ya que el Departamento del Tesoro de los EE.UU. ha sancionado a una gran cantidad de empresas y establecimientos comerciales por lavado de dinero.

Javier Buenrostro, historiador por la Universidad Nacional Autónoma de México y McGill University.

Javier Buenrostro, historiador por la Universidad Nacional Autónoma de México y McGill University.
 
El sexenio de Calderón, que es el de García Luna, emanó de un fraude electoral e impuso una militarización bajo el pretexto de combate al narcotráfico, pero que involucra regiones que cuentan con importantes recursos naturales que anhelan las trasnacionales como el agua, el gas, petróleo y por supuesto varios productos de la minería
 

Ninguno de los personajes arriba mencionado fue condenado por delito alguno. Es por eso tan importante la detención de García Luna y porque el crimen organizado es mucho más grande que el narcotráfico. Como vemos son claves los puestos directivos de seguridad y justicia. Incluye lavado de dinero. Las drogas no son el único campo de acción: están el robo de autos, tráfico de armas, extorsiones y secuestros, venta de otros productos prohibidos como en su momento el alcohol o especies de flora y fauna en extinción. El sexenio de Calderón, que es el de García Luna, emanó de un fraude electoral e impuso una militarización bajo el pretexto de combate al narcotráfico, pero que involucra regiones que cuentan con importantes recursos naturales que anhelan las trasnacionales como el agua, el gas, petróleo y por supuesto varios productos de la minería. Este es uno de los argumentos principales de Oswaldo Zavala en su libro ‘Los cárteles no existen’. Sin ir más lejos, por casualidad o causalidad, la matanza de la familia LeBarón se realizó en una zona fronteriza con importantes yacimientos de litio.

 

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