Legalizar la eutanasia: ¿Es condenable el derecho a morir?

Aunque ya once países han legalizado prácticas como la eutanasia, los cuidados paliativos o el suicido asistido, la polémica sobre este tema no ha terminado. Al estar tan estrechamente vinculada con la muerte, la eutanasia suele considerarse como algo completamente malo, similar al suicidio o al homicidio, cuando se trata más bien de una elección completamente válida.

La eutanasia como todo procedimiento médico tiene sus pros y sus contras, con lo cual no podemos únicamente verla como el fin de una vida. Es necesario considerar que también representa la decisión de una persona que, conscientemente, quiere elegir cómo terminar su vida. Básicamente, “tener una muerte digna”, como sugiere el propio término eutanasia. Compuesto por las palabras griegas “eu” (bueno) y “thanatos” (muerte). Una decisión a la que tarde o temprano todos nos enfrentaremos, pues el ser humano no es eterno.

Con esto en mente, lo mejor que podemos hacer es informar, desde el punto de vista científico, sobre las ventajas físicas y mentales que obtienen los pacientes. Pero primero, debemos entender qué es la eutanasia para la ciencia, ya que en las polémicas morales no se suele ahondar en eso.

¿Qué es exactamente la eutanasia?

Créditos: Debating day

Para los médicos y psicólogos, la eutanasia es un procedimiento para agilizar el proceso de muerte de la persona que quiera llevarla a cabo, con el fin de finalizar su sufrimiento. En otras palabras, es una forma de apoyar médicamente a quienes sufren de una enfermedad incurable o numerosos dolores que no pueden ser tratados.

Dependiendo del país y el tipo de leyes que procedan, la eutanasia puede llevarse a cabo de forma diferente. 

Por ejemplo, en Países Bajos, Bélgica, Colombia y Canadá se concibe mayormente la eutanasia directa. Es decir, cuando el médico accede a la demanda explícita del paciente y lo ayuda, ya sea dándole algún fármaco o interrumpiendo su tratamiento. Por supuesto que esto ocurre únicamente cuando el paciente es competente para decidir que quiere poner fin a su vida.

En España existe esta eutanasia directa. Sin embargo, también se considera la modalidad de suicidio asistido, en la que no se precisa del apoyo del médico presencialmente. Este solo receta el fármaco y el paciente es quien decide cuándo y cómo tomarlo, si así lo desea.

Por su parte, en Luxemburgo también existe otro tipo de eutanasia llamada indirecta, que busca reducir la vida del paciente sin causar la muerte inmediata. También se le conoce como “cuidados paliativos”, y tiene la finalidad de disminuir únicamente el sufrimiento del paciente, adeministrándole medicamentos analgésicos que vayan acortando su vida. Igualmente que en los casos mencionados anteriormente, solo se le receta cuando se haya solicitado de manera consciente. Si algo tienen en común todos estos tipos de eutanasia es que dependen de la decisión del paciente terminal.

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Si este manifiesta que no desea someterse a ningún tratamiento para su enfermedad, no se le obligará a hacerlo. Al igual que si expresa su desagrado por la eutanasia, ningún médico le pedirá que la practique.

La ventaja de los países que legalizaron la eutanasia es que tienen normas para prevenir que estas decisiones de los pacientes se hagan por impulso o desconocimiento. Principalmente porque exigen un mínimo de edad para solicitarla, los análisis médicos de varios profesionales que acrediten que la enfermedad es terminal, y la cita previa con un psicólogo para analizar las razones que lo llevaron a esa decisión. 

Porque sí, aunque no lo parezca, hay muchos factores que pueden acercar a un paciente terminal a querer acabar con su vida con tal de no causarle más dolor a su familia o a él mismo. Lo que nos lleva nuevamente a las ventajas de legalizar la eutanasia y por qué es importante.

La eutanasia no es un suicidio, es el derecho a morir 

hombre con capucha azul con anteojos
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Un estudio llevado a cabo en Holanda demostró que solo un 5 % de las personas que piden eutanasia lo hacen pensando en su dolor como problema primario. En realidad, la mayoría piensa en el dolor que provocan en sus familiares por todo el desgaste físico y mental de las hospitalizaciones prolongadas

Por tanto, la eutanasia no es un escape para quienes quieren terminar su sufrimiento, sino el derecho inherente a poner fin a su vida de la mejor manera. Así como cada uno de nosotros tiene derecho a recibir la educación que desea o a vivir en las condiciones que desea. 

Allí radica la principal ventaja de la legalización de la eutanasia: la posibilidad de elegir cuándo y cómo morir, tomando en cuenta la imagen que el paciente tiene de sí mismo y del mundo que le rodea. Les ponemos un ejemplo.

La BBC publicó hace algunos años la historia de Sir Edward y Lady Downes, un matrimonio aparentemente feliz hasta que llegó la vejez y la salud de Downes empeoró. La mujer padecía de un cáncer terminal incurable y Edward estaba sordo y ciego para esa época, por lo que no quería quedarse solo. Fue así que ambos tomaron la decisión de morir juntos y en paz a sus 84 años.

Sin los fármacos que se utilizan para poner fin a la vida durante una eutanasia es posible que Sir Edward estuviera vivo hoy, pero dolido porque él ya había decidido que quería morir.

Los pacientes pueden evitar “la culpa del cuidador” con la eutanasia

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Cuando una persona percibe una amenaza importante para su existencia personal y, al mismo tiempo carece de recursos para enfrentarla, acaba sintiendo dolor. Pero no uno físico, sino un dolor emocional que no lo deja en ningún momento del día. 

Los psicólogos de la Universidad de Barcelona llaman a este sentimiento en pacientes clínicos “la culpa del cuidador”. Esto debido a que experimentan temor, culpa y tristeza por los familiares o enfermeros que los asisten, a tal punto que comienzan a sentir que son una carga para esas personas e intentan alejarlos. 

Perder la autonomía del cuerpo es una situación intolerable para la mente humana que, por desgracia, no solo sufren los pacientes en etapa terminal por el cáncer o la esclerosis. Las personas discapacitadas por algún accidente o por una enfermedad como el Parkinson también padecen esta culpa del cuidador. Posiblemente más que los pacientes terminales, ya que en su caso desconocen si morirán en algún punto, o si seguirán dependiendo de los cuidadores para vivir.

Si a esto se le añade la denominada “conspiración del silencio”, cuando la familia trata de esconderle al paciente información o dejan de visitarlo para evitar que se les note la preocupación, el sufrimiento cognitivo del paciente terminal puede ser incluso peor que el físico. Lo cual no es ventajoso para nadie, pero podría mitigarse con la legalización de la eutanasia. 

Tener un acceso legal a la eutanasia permite que el paciente terminal no sienta que es un peso para otros, ya que tiene el derecho a elegir su muerte. En este sentido, la autonomía individual ayuda a que los pacientes no pasen por todas las etapas dolorosas de muerte social, física y espiritual que refiere el psicólogo Von Engelhardt: la negación, la obstinación, el debate, la resignación y la aceptación.

Permite a los pacientes tener más control sobre las decisiones finales en la vida 

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Aunque no nos guste hablar de dinero, es una realidad que las enfermedades terminales son costosas. La Asociación Latinoamericana de Cuidados Paliativos estima que la cifra clínica anual de un paciente terminal puede ascender de los 5.000 a los 150.000 dólares, dependiendo de la enfermedad. Por tanto, supone una carga adicional para el enfermo y sus familiares. 

En algunos casos esta puede ocasionar que el paciente en vida no reciba los analgésicos o la atención médica que necesita, empeorando así dolor que siente. Pero en la mayoría de las ocasiones las deudas solo van sumándose a los familiares del paciente terminal. Esto implica un costo emocional gigante para estas personas que no pueden irse en paz sabiendo que su familia tendrá problemas financieros complejos por su culpa.

En este sentido, puede ser una opción ventajosa la legalización de la eutanasia. Al menos para aquellos que quieren despedirse de sus familiares sin dejar deudas por el camino. 

La legalización de la eutanasia ayudaría a entender y asimilar la muerte

mujer sentada en silla de ruedas
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Por supuesto, no todos son ventajas cuando se habla de la legalización de la eutanasia. La Universidad de Chicago ha descubierto que un 15% de los pacientes reciben un diagnóstico errado sobre su condición. Con lo cual pueden creer que son pacientes terminales y pedir una eutanasia, cuando realmente no es así. 

Sin embargo, estos diagnósticos podrían no resultar tan alarmantes si hubiera una mayor comprensión de lo qué es la muerte y cómo se relaciona con la eutanasia. 

A lo largo de la historia, la eutanasia ha tomado diferentes papeles y comprensiones de la muerte. Por ejemplo, en la Antigua Roma el emperador Augusto usaba este término cuando quería hablar de su “muerte ideal”. Por tanto, no era vista como algo malo, sino como una forma de pensar en un final honroso y agradable para su vida. 

La llegada de la Edad Media y de la religión judeocristiana fue lo que cambió esta visión original de la eutanasia, pues se decía que la muerte, el aborto y el suicido eran pecado. Dios era el único que podía quitar la vida, por lo que los creyentos eliminaron esta práctica para salvar su alma. Tanto así que la muerte acabó siendo solo una pérdida dolorosa de la que no había que hablar, solo guardar luto.

Como vemos, en Occidente el pensamiento judeocristiano sigue predominando después de más de mil años. Lo que significa que nuestra visión de la muerte está reducida únicamente a lo malo: la desintegración física, aislamiento social, tristeza de vivir y miedo. De allí que los debates morales omitan las ventajas de la legalización de la eutanasia, por el simple hecho de que está vinculada a la muerte. 

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Sin embargo, en Oriente la visión de la muerte es actualmente muy distinta a la nuestra. Por ejemplo, para los hinduistas la muerte es una transición del cuerpo físico a otro cuerpo. En función de los actos que hayamos cometido en nuestra vida anterior, seremos castigados con una mejor o peor reencarnación. Pero la muerte no es un pecado ni un castigo, solo es el comienzo de un nuevo ciclo. Al igual que ocurre en el sintoísmo, en donde la muerte es muchas veces el fin del sufrimiento que supone vivir. 

Incluso en las religiones africanas la muerte es sumamente importante, pues están acostumbrados a verla cada día a modo de epidemias, terremotos o hambruna. En este sentido, para ellos la muerte es recibida con amargura y alegría al mismo tiempo, pues significa que la persona ha pasado al mundo material donde no puede verse o tocarse, pero siempre está alrededor. 

Si somos de los que piensan que “solo hay una vida” es posible que no le veamos nada ventajoso a legalizar la eutanasia. Pero si pensamos en que existe una vida más allá, entenderemos que ver la muerte como algo más que un “adiós” puede ayudar a las familias que están pasando por una pérdida. 

Entonces, ¿es realmente tan importante la manera en que una persona decide morir?

Cada persona debería poder elegir un escenario para su muerte, tanto como trabajó toda su vida para lograr sus metas. 

La muerte llegará en cualquier momento. No solo para las personas en fase terminal, sino para todos los seres humanos. Así que la mejor ventaja que podríamos tener contra esta última fase de nuestra vida es la de saber que, si así lo decidimos, podemos ponerle fin con la legalización de la eutanasia.

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