¿Nada existe? La explicación detrás de la teoría de la simulación

Desde el inicio de los tiempos, la humanidad ha hecho infinidad de intentos por explicar tanto nuestro universo como su origen. De allí que se hayan derivado desde las más antiguas leyendas y mitos hasta las más recientes hipótesis científicas. Ahora, una teoría que busca darnos una explicación distinta a nuestra existencia es la hipótesis de la simulación.

Según ella, la posibilidad de que seamos una rama originaria de la humanidad que esté en sus primeras etapas de evolución es baja. De hecho, se considera que es infinitamente más probable que en realidad seamos una simulación por computadora desarrollada por una civilización tecnológica y científicamente más avanzada que la nuestra.

¿Suena familiar? Sin duda. Después de todo, planteamientos como esos han sido usados de forma total o parcial en infinidad de obras de la ciencia ficción yendo desde la icónica Matrix hasta otros estandartes del género como Inception, Star Trek, Abre los ojos, Vanilla Sky, Total Recall y Source Code.

¿En qué consiste la teoría de la simulación?

Como ya lo mencionamos anteriormente, de forma resumida, la teoría de la simulación simplemente estipula la posibilidad de que nosotros y todo lo que nos rodea sea en realidad el producto de un muy sofisticado programa de computadora. Uno que haya logrado crear simulaciones tan “complejas” para cada uno de sus integrantes que se haya empezado a sentir “real” para ellos.

También llamada “argumento de simulación o simulismo” la teoría de la simulación básicamente plantea una explicación distinta para nuestra existencia. Dentro de ella, se considera que nosotros podríamos ser simplemente una de miles de civilizaciones y mundos simulados por las formas de vida más avanzadas. Todo nacido de un intento por comprender mejor el pasado y lo que pudo llevar a mundos enteros a su final (o a su transformación).

Puede parecer un poco descabellado, pero la realidad es que desde la época de los noventa, nosotros mismos hemos estado intentando hacer exactamente eso. En la actualidad, infinidad de estudios y pruebas científicas se llevan a cabo en simuladores varios que buscan imitar con la mayor cercanía posible las condiciones del mundo que consideramos real.

Ahora, si lográramos perfeccionar nuestras tecnologías hasta crear representaciones “perfectas” de determinados eventos o entes, ¿no la aprovecharíamos? Es muy poco probable. De allí que la posibilidad de que una raza superior pueda estarnos viendo a nosotros como sus propios conejillos de indias no es un cero absoluto.

¿De dónde ha venido esta idea?

En el pensamiento occidental, la concepción de que el mundo que nos rodea “no es real” o es solo una “ilusión” viene de la mano de pensadores tan antiguos como Parménides, Zenón de Elea y Platón. Del mismo modo, en la cultura oriental dicha idea también ha existido por generaciones gracias al concepto de Maya en el Advaita Vedanta.

Sin embargo, en el siglo XXI, quien ha dado vida a la teoría de la simulación y su explicación de nuestra existencia ha sido el filósofo Nick Bostrom. Para el 2003, a través de la publicación de un artículo, el pensador presentó su hipótesis al mundo.

Vía Pixabay.

Dentro de ella, estipulaba tres argumentos que, de ser confirmados, podrían corroborar o el hecho de que nos encontramos en una simulación:

El primero indicaba que la cantidad de civilizaciones capaces de realizar simulaciones era cercana a cero. Asimismo, el segundo señalaba que el número de civilizaciones avanzadas interesadas en hacer simulaciones era cercano a cero. Finalmente, el único indicaba que el que la cantidad de organismos simulados sea mayor a la de individuos “reales” y “originales” era cercana a uno.

 

Si se probaba cierto alguno de los primeros dos, nos toparíamos con una muy baja posibilidad de vivir en un universo simulado. Pero, si se comprobara la última, la “proporción de personas simuladas a reales podría ser de hasta 10¹² a uno” según George Smoot, físico y ganador del premio Nobel. Por lo que sería mucho más probable que se confirmara que simplemente somos parte de una simulación.

Pero… ¿realmente podríamos estar viviendo en una simulación?

La ciencia ha estado intentado responder a esa pregunta durante décadas. De hecho, se han desarrollado variadas corrientes de pensamiento que, de una u otra forma, apoyan la posibilidad de que la explicación de nuestra existencia se encuentre en la teoría de la simulación.

Además de eso, también se han planteado variados experimentos destinados a comprobarlo. Por un lado, en el 2012 físicos de la Universidad de Washington presentaron un modelo de un experimento empírico.

De acuerdo a su hipótesis, una simulación siempre causaría pequeños “bugs” que podríamos captar e identificar. Como una posibilidad, propusieron observar el comportamiento de los rayos cósmicos para determinar si tenían anomalías similares a las que se podrían generar en nuestros propios simuladores.

Igualmente, en el 2017 y en el 2018 se presentaron otras propuestas con modelos experimentales similares. Sin embargo, hasta la fecha, ninguno de ellos se ha llevado a cabo y –para algunos– esa información es fuente de un verdadero alivio.

La teoría de la simulación: ¿la explicación a nuestro universo podría ser su final?

De acuerdo a las preocupadas palabras de Preston Greene para The New York Times, tal vez el saber la respuesta no vale tanto la pena. Eso sobre todo porque las consecuencias podrían ser mucho más catastróficas que la posible ignorancia en la que vivimos ahora.

Para explicar su postura, plantea una máxima bien conocida de variadas investigaciones científicas. Básicamente: para que un experimento funcione, el sujeto no debe estar consciente de qué es realmente lo que se le está evaluando, a fin de que no se modifiquen sus patrones o respuestas (en el caso de pruebas con medicamentos).

Cuando ese velo de desconocimiento se cae, muchas veces el experimento queda obsoleto. Y… si ya no es válido, ¿de qué sirve continuarlo? Esa podría ser la misma pregunta que podría hacerse la civilización futura si llegáramos a comprobar con absoluta seguridad que la verdadera explicación de nuestra existencia se debe a la teoría de la simulación.

Vía tOrange.biz

La icónica imagen de la píldora roja y la azul presentadas por Morfeo a Neo podría venirnos a la mente en este punto. Por un lado, está la posibilidad de seguir viviendo en “paz” de la mano con la absoluta ignorancia sobre la posibilidad de que nuestro mundo no sea real.

Por el otro, tenemos la posibilidad de descubrir qué hay más allá, de dar la vuelta y ver las figuras que hacen las sombras en la cueva de Platón. Pero, en ese caso, tal como nos advierte Morfeo, todo lo que nos rodea desaparecerá y nuestra vida nunca será la misma.

Sabemos lo que eligió Neo, pero para entonces solo estaba en juego su destino y no el del resto de los individuos de la Matrix. De haber sido ese el caso, ¿habría valido la pena el riesgo?

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