¿Qué sabemos del condicionamiento de género en el uso de métodos anticonceptivos?
Durante siglos, la humanidad ha desarrollado estrategias cada vez más elaboradas y efectivas para tener control sobre la natalidad. En nuestro pasado, algunas de las ideas antes usadas podrían calificarse ahora como simplemente descabelladas. Pero, poco a poco, dieron paso a los métodos anticonceptivos que conocemos hoy y cuyo uso es cada vez más generalizado.
Tan solo en el siglo pasado, una de las únicas herramientas de control natal existentes era el condón. Para los años sesenta, finalmente la FDA (Food and Drugs Administration) aprobó el uso de la píldora anticonceptiva para las mujeres. En su momento, el hecho se convirtió en un evento empoderador con el que las mujeres tendrían más control sobre su cuerpo y su propia reproducción.
Ahora, gracias a lo reflejado en libros como ‘Just Get On The Pill’ (Simplemente usa la píldora) de la socióloga Krystale E. Littlejohn, vemos que las expectativas y apreciaciones alrededor de la píldora han cambiado con los años. Algo que además expone todo un intricado set de creencias que rondan un fenómeno que Littlejohn denominó como “control de la natalidad obligatorio de género”.
Condicionamiento de género y la responsabilidad sobre el control natal
Para desarrollar su libro, la socióloga de la Universidad de Oregon contó con los testimonios y experiencias de 103 mujeres del área de San Francisco. Entre 2009 y 2011 se la entrevistó y se pidió que llenaran una encuesta para conocer sus experiencias con referencia al uso de la pastilla anticonceptiva.
Para garantizar dar una mirada extensa a la situación con los métodos anticonceptivos se consultó a mujeres solteras de diversos orígenes socioeconómicos. Sus resultados demostraron que, aunque la pastilla fue aprobada como una alternativa liberadora, muchas mujeres terminaban utilizándola debido a presiones externas.
En general, eran los propios padres, familiares y amigos de las participantes quienes insistían en el uso de algún método anticonceptivo. Todo debido a que se tiene la idea de que la responsabilidad de evitar el embarazo es totalmente femenina. Eso cuando en realidad ambas partes deberían estar igualmente involucradas y ser igualmente responsables.
Como si fuera poco, las mujeres también relataron experiencias con anteriores parejas masculinas que las presionaron a iniciar el uso de algún método anticonceptivo, mientras que al mismo tiempo se negaban utilizar controles natales masculinos (como los condones).
Dualidades perjudiciales
Ese tipo de experiencias dieron un paso a otra observación común en el libro de Littlejohn que demostraba cómo la variedad de controles natales femeninos aumentaba (pastillas, DIUs, inyecciones, parches, implantes, anillos, geles, condones internos, etc.) mientras que el estudio para alternativas masculinas parecía estar estancado.
Curiosamente, muchos de los efectos secundarios por los que se han cancelado ensayos clínicos de anticonceptivos masculinos son los mismos que hacen presencia en los controles natales oficiales para mujeres. Por ejemplo, el acné y cambios de humor aparecieron durante los ensayos clínicos y fueron motivo de cancelación, pero nunca hubo una reacción siquiera similar para exactamente los mismos efectos con la píldora anticonceptiva.
Por otro lado, mientras que el uso de métodos anticonceptivos es una “obligación” para las mujeres que no quieren tener hijos, la situación suele ser una “opción personal” para los hombres, ya que se nos ha inculcado que la mujer es quien debe tener la responsabilidad total sobre el asunto.
En general, solo se espera que los hombres lleven consigo condones y, si no los tienen, se considera excusa suficiente como para no pedir que los usen. Por su parte, según la investigación de Littlejohn, solo un 3% de las mujeres de su muestra dijeron llevar siempre consigo al menos un paquete de condones. El resto simplemente veía eso como una responsabilidad masculina o no había siquiera comprado uno en toda su vida.
En consecuencia, una alternativa mucho menos invasiva que los métodos anticonceptivos femeninos terminaba fuera del rango de las mujeres por ser una opción “para hombres” cuyo uso dependía de la discreción de ellos.
Métodos anticonceptivos femeninos: ¿Movimiento empoderador o nueva herramienta de coerción?
En sí misma, la idea de crear mecanismos de control natal disponibles para las mujeres es algo positivo. De hecho, el hacer que tengan disponibles todos los métodos anticonceptivos posibles facilita su uso y garantiza una mejor calidad de vida.
El problema inicia con las expectativas sociales que se empiezan a construir alrededor de elementos como la píldora o el DIU. Mientras, los mecanismos de control natal masculinos existentes –que son menos variados que los femeninos– no suelen ser tomados en cuenta o simplemente no se los presenta como una obligación, cosa que sí pasa con los femeninos.
Para Littlejohn, se podría abordar esa situación de diversas maneras. Por ejemplo, un primer paso sería dejar de imponer “géneros” en los diferentes tipos de anticonceptivos. Eso de forma que la responsabilidad no quede solo sobre uno de los miembros de la pareja.
Igualmente, se deberían abordar en el futuro los variados problemas existentes de insatisfacción con las píldoras. Finalmente, también podríamos empezar a hacer hincapié la accesibilidad y uso de los métodos anticonceptivos de forma más equitativa.
Es decir que, por ejemplo, tanto histerectomías como vasectomías estén cubiertas por los sistemas de salud. Asimismo, que el acceso gratuito a condones sea tan prioritario como el que se da a las pastillas. Nuevamente, eso ayudaría a eliminar las expectativas sociales impuestas en los diferentes “roles” de quienes usan uno u otro método anticonceptivo, convirtiéndolo en lo que es: una responsabilidad conjunta.