¿Cómo se determina la edad de un fósil?
Entre los humanos, la variedad es prácticamente una regla. A pesar de ello, niños, adultos, hombres y mujeres de diferentes partes del mundo nos hemos planteado la misma pregunta: ¿cuál es nuestro origen?
Por fortuna existen los fósiles y determinar su edad ha sido una meta planteada desde hace cientos de años. Los métodos y herramientas para hacerlo, al igual que buena parte de la vida en nuestro planeta, han evolucionado. Se han vuelto tan sofisticados que, a pesar de no arrojar la exactitud que aún anhelamos, han permitido ordenar de una forma cronológica más o menos congruente el orden de los hechos.
Pero, ¿cómo se lleva a cabo este proceso? Suena complejo, sí, y lo es. Como casi todo en la vida, se ha ido mejorando a través del ensayo y error, la aplicación de rigor científico y la lucha contra nuestras propias expectativas. Pero, en general, podemos describirlo como sigue.
El primer paso es encontrar un fósil adecuado
Para identificar bien un fósil al que valga la pena determinar su edad, primero es necesario saber qué son en realidad. En general, los fósiles son cualquier evidencia de vida pasada que se ha convertido en piedra, por lo que, eventualmente, tendrá material orgánico.
Podríamos decir que todo lo que se encuentra tanto de dentro como fuera de nuestro planeta debe tener una edad. Para conocerla, primero es necesario dar con una pieza idónea para ello. Y aunque suena fácil, considerando que cada dia surgen nuevos hallazgos arqueológicos y paleontológicos, la realidad es que no lo es.
De hecho, los científicos se han topado con muchos elementos que terminan desilusionándolos al no ser más que rocas con forma de fósiles. Esto, en parte, debido a que nuestra mente está predispuesta a ver formas reconocibles.
“Estos pueden ser arañazos en las rocas, erosión desigual en una roca o una apariencia ‘extraña’ de diferentes minerales en la roca que hacen que parezca que alguna vez estuvo viva”, explicó Michael Meyer, geólogo y experto en datación óptica de la Universidad de Innsbruck.
Los fósiles más profundos tienden a ser los más antiguos
En el proceso de búsqueda, hay algunas reglas que pueden ayudar a obtener certeza. Una de ellas es que a medida que se excava más profundo, se encuentran cosas más antiguas. A esto se le conoce como la Ley de la Superposición. Según Meyer, establece “que el material más antiguo está por debajo del material más joven, como una pila de ropa sucia”.
Esta premisa, también referida como datación relativa, permitió a Charles Lyell, uno de los primeros geólogos, diferenciar algunos de los períodos de la Tierra. Por ejemplo, el Pleistoceno, que significa “más reciente”; Plioceno, “más reciente”; Mioceno que significa “moderadamente reciente”, y Oligoceno “incluso menos reciente”.
La contaminación de los fósiles puede alterar los resultados
Una vez hallado un fósil adecuado para la datación, los científicos deben lidiar con otra dificultad: la contaminación. Aunque cada taxonomía tiene sus peculiaridades, la contaminación con otros agentes biológicos y geológicos puede conducir a conclusiones erradas.
Los cambios drásticos de temperatura que han experimentado las diferentes regiones de nuestro planeta, el comportamiento de los animales y, cómo no, la actividad humana, son apenas algunos de los grupos de factores que pueden sumar o restar un sitio o fósil. Por lo tanto, los científicos deben ser especialmente cuidadosos para diferenciar bien el material a analizar.
Técnicas disponibles para determinar la edad un fósiles
Ahora llegamos a las técnicas aplicadas para determinar la edad de un fósil. Ahora hablamos de datación absoluta o cronométrica, que consiste en el uso de “principios químicos o físicos para inferir tiempos exactos, dentro de una cierta cantidad de error”. Por medio de esta, es posible precisar la edad de un fósil en un año o en un posible rango de años.
Para fósiles menores a 60,000 años: datación por carbono
Una de las técnicas más conocidas y usadas para determinar la edad de un fósil es la datación por radiocarbono. Esta permite analizar casi cualquier cosa que provenga de algo que haya estado vivo en algún momento; por ejemplo, huesos, dientes, corteza de árbol, hojas, entre otros.
La datación por carbono compara la proporción de radiactivo que existe en cada célula presente en la muestra con el carbono normal. En un contexto más amplio, el carbono radiactivo no es estable, por lo que, con el tiempo, se descompone en nitrógeno. Este método en particular sirve para datar fósiles de hace menos de 60,000 años.
Para fósiles mayores a 60,000 años: luminiscencia ópticamente estimulada y otros
Para los casos de fósiles con una edad estimada superior a los 60,000 años se aplica otro método: la luminiscencia ópticamente estimulada. Básicamente, lo que hace es relevar la última vez que ciertos minerales en el suelo estuvieron expuestos a la luz solar. De este modo, los científicos pueden saber en qué momento los objetos fueron enterrados.
Otra opción es la termoluminiscencia, que indica la última vez que se calentaron objetos como herramientas de piedra usadas para encender fuego, cocinar o fabricar otras cosas. También existen la datación por series de uranio y la datación por resonancia de espín de electrones, que miden la desintegración de los isótopos.
A pesar de que cada una ofrece ventajas significativas, la recomendación general es no darlo todo por sentado con un solo resultado. Además de aplicar criterios para escoger sus muestras, liberarlos de la contaminación y esbozar su historia en función del sitio en que se tomaron, deben aplicar múltiples técnicas de datación para confirmar o descartar sus resultados preliminares.