SOBREDOSIS, ESTRÉS CRÓNICO E INFERTILIDAD: EL LADO OSCURO DE SILICON VALLEY

6 de cada 10 trabajadores de Silicon Valley padecen de afecciones orgánicas a edades tempranas como consecuencia de los esquemas laborales.

Teléfonos, edificios, coches. En Silicon Valley, la infraestructura es inteligente. A veces, también, los seres humanos: se dice que sólo la élite intelectual en favor de la tecnología trabaja ahí. Personas destacadas en su especialidad, que difícilmente pudieron negarse a la oportunidad de trabajar en alguna de las compañías más revolucionadas del desarrollo tecnológico en el mundo. Apple, Facebook, Google, Intel, centros de investigación de la NASA: todo está ahí. En medio del apogeo de la era de la hipercomuncación, no es raro pensar que en esta región, las drogas también sean ‘inteligentes’.

De la idea a la innovación técnica

Silicon Valley
Foto: Getty Images

Silicon Valley surgió de Stanford, en San Francisco. Investigadores de la universidad pensaron en la posibilidad de expandir el centro industrial de la ciudad para convertirlo en uno de estudio e innovación. El proyecto estuvo a cargo de William Shockley y Frederick Terman, quienes diseñaron el plan de acción en 1951.

Originalmente, la idea era que los graduados pudieran generar más conocimiento y tener experiencia antes de entrar a las empresas líder en Estados Unidos. Sólo aquellos afortunados que hubieran sido elegidos para The Honors Cooperative Program podrían entrar al centro de investigación. El panorama cambió muy pronto cuando, pocos años más tarde, el primer transistor de silicio se desarrolló ahí mismo. De ahí, también, el lugar recibió su nombre: Silicon Valley.

El antiguo centro de investigación de Stanford pasó a de ser un lugar de experimentación universitaria a un centro de estudios internacional. Empresas de todo el mundo empezaron a notar los avances que se estaban logrando al interior. A la par, organizaciones estadounidenses de renombre instituyeron sus centros de operación ahí mismo, mientras que otras universidades se unían a los esfuerzos por hacer del espacio un lugar más nutrido, más grande, de más rendimiento.

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Antes que nada, el rendimiento

Silicon Valley
Foto: Richard Baker / In Pictures via Getty Images

Las máquinas y los desarrollos técnicos desarrollados en Silicon Valley tenían una única premisa: optimizar su rendimiento. Con el boom de las computadoras personales en los 90, los científicos que trabajaban ahí se dieron cuenta de que muchos de sus productos no sólo eran comercializables en masa, sino que serían el artículo personal por excelencia del nuevo milenio. No se equivocaron.

Por el contrario, aquellos que se dedicaron a desarrollar este tipo de tecnologías de uso común hoy lideran el mercado de innovación en el mundo. Lo que se estaba haciendo ahí, decían los medios, podría cambiar para siempre el rumbo de la humanidad. A la par, los esquemas de trabajo al interior de Silicon Valley exploraron otros horizontes. La llegada del internet, además, propició cambios aún más radicales.

En lugar de favorecer un horario de 9-5, la gente podría trabajar donde quisiera, a la hora que quisiera —siempre y cuando cumpliera con sus objetivos, cada vez más minuciosos, cada vez más abrasivos. Bajo la idea de que este tipo de empresas estaban siendo dirigidas por jóvenes, centros de entretenimiento de élite, spas y otras amenidades que nunca se habían visto en el entorno laboral emergieron en el antiguo centro industrial de Stanford.

Drogas inteligentes para personas inteligentes

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Foto: Getty Images

Ni siquiera los centros de relajación más equipados de Silicon Valley han sido suficientes para compensar los esquemas laborales extenuantes que los trabajadores sobrellevan. Antes de cumplir 30 años, según denuncia la BBC, muchos de ellos ya son fármacodependientes, bajo la influencia de la “droga inteligente” por excelencia: el piracetam.

Si bien es cierto que mucho del trabajo puede realizarse a distancia, una vista espectacular en alguna playa perdida de Fiji sirve de muy poco si hay que estar encadenado a una pantalla. Las exigencias laborales son tales, que un estudio llevado a cabo por Blind asegura que el 57 % de los trabajadores en este tipo de empresas sufre de burnout: el estrés digital de nunca satisfacer las necesidades laborales a cabalidad.

Para compensar este tipo de dinámicas —y más que nada, para que el cuerpo aguante—, las personas han optado por automedicarse. El uso de estas sustancias —algunas de ellas ilegales—, les “ayuda a pensar de forma más creativa y mantenerse concentrados“, según la cobertura de Wired. Varias tazas de café negro al día sencillamente ya no son suficientes para sobrellevar el ritmo de Silicon Valley.

Así como se privilegió la optimización del rendimiento en las máquinas, hoy en día el rendimiento es un imperativo para los seres humanos. El alcoholismo, la menopausia precoz y otras afecciones orgánicas son comunes en este tipo de entornos laborales, antiguamente galardonados con reconocimientos de calidad humana como ‘Great Place to Work’. Siempre hay algo nuevo. Siempre falta algo. Hay que contestar mensajes a las dos de la madrugada porque todo el tiempo hay una emergencia. Al final, siempre habrá drogas inteligentes para seres humanos inteligentes.

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