CÓMO TENER SEXO PARA DISFRUTAR UNA VIDA MÁS LARGA, SEGÚN LA MEDICINA TRADICIONAL JAPONESA

Un manuscrito milenario de medicina japonesa marca la pauta para tener sexo lento, suave y rítmico. Estos pueden ser los beneficios.

En Occidente, el cuerpo se acostumbró a la celeridad. Durante siglos, la agenda positivista e industrial ha condicionado al ser humano a vivir en la inmediatez —en esta parte del mundo, al menos. Antes de que este estilo de vida alcanzara el archipiélago nipón, la medicina tradicional japonesa se basaba en la observación del instante presente. Así también, el sexo se usaba como una herramienta de sanación pausada.

Tal sabiduría se registró en el Ishinhōun tratado sobre avances médicos que se desarrolló a lo largo de casi un milenio. En ese tiempo, el conocimiento de la medicina japonesa en torno al sexo recomendaba al acto amoroso como cura para la vejez, y una alternativa natural —y necesaria— para vivir más tiempo. Después de tanto tiempo, esto es lo que se ha logrado rescatar al respecto.

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Lento, suave y rítmico

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Kitagawa Utamaro (1788) / Wikimedia Commons

Para la medicina tradicional japonesa, el sexo era un intercambio de energía entre dos personas. Ésta es herencia de la cosmología china, que entiende el funcionamiento del organismo como un diálogo constante entre el Ying y el Yang. Por ello, entendían el cuerpo no sólo en un estrato físico, sino en uno energético y espiritual.

Mantener estos niveles alineados, según este entendimiento de la salud, garantizaría una vida sin obstáculos ni complicaciones. De lo contrario, sería más fácil que la persona fuera víctima de posesiones demoniacas, o de la influencia de espíritus malvados:

“En los primeros tiempos, la enfermedad se consideraba enviada por los dioses o producida por la influencia de los malos espíritus. El tratamiento y la prevención se basaron en gran medida en prácticas religiosas, como oraciones, encantamientos y exorcismos; posteriormente, también se emplearon drogas y sangrías”, documenta Britannica.

Una de las maneras para ahuyentar estas energías pesadas era, justamente, por medio de una sexualidad rica, activa, en contacto cercano con la otra persona. Esta condición se acentuó todavía más, según documenta Denis Noble, profesor emérito de fisiología cardiovascular en la Universidad de Oxford, durante el periodo Heian, cuando la literatura y poesía alcanzaron un esplendor nunca antes visto en Japón.

Los poetas y poetizas registraron la sabiduría relativa al cuerpo en piezas cortas, casi a manera de instructivos. Una de las premisas, explica Noble para Aeon, era “el logro del orgasmo sin la pérdida de semen“, ya que se consideraba una pérdida innecesaria de energía. Así lo conseguían.

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Más allá del orgasmo

 

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Kitagawa Utamaro / Wikimedia Commons

Durante el periodo Heian, las representaciones de parejas —o grupos enteros— en medio del coito no estaban prohibidas. Por el contrario, así como proliferaron en la poesía y en la prosa japonesa, el país del sol naciente rebosó en pergaminos eróticos que explicaban a las personas cómo conseguir el placer de alguien más.

Entre más lento, suave y rítmico fuera el sexo, más podría alcanzarse un estado de vitalidad que ahuyentara la vejez y las enfermedades. No sólo se podría disfrutar más el acto, sino que se podría concentrar mejor la energía vital de ambas personas. En últimas, el sexo era un acto de consciencia.

Hombres, mujeres y wakashu (el tercer género que permitía la cultura japonesa, en medio de los otros dos),  aprendían a tener sexo a partir de la medicina tradicional japonesa, que hacía recomendaciones para alcanzar el clímax más allá del orgasmo. El más representativo de estos documentos es el Pergamino 28, escrito por el médico de la corte Tamba Yasuyori.

Cada vez más profundo

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Kitagawa Utamaro / Wikimedia Commons

En éste, Yasuyori escribe puntualmente que, a medida que las personas se unen en relaciones sexuales, alcanzan estados meditativos cada vez más profundos. Paulatinamente, esto les podría llevar a la sanación de penas físicas, emocionales y espirituales:

“Si se hace diez veces: ser inmortal”, escribió el médico poeta.

Es por esto que, en la corte imperial japonesa, los monarcas tenían derecho a tener múltiples esposas y amantes. Como el sexo era un acto sagrado, entre más hubiera —con más personas de la realeza—, mejor. Sin embargo, este verso no debe de tomarse de manera literal, según explica Noble:

“Palabras como ‘inmortal’ no tienen el mismo significado que cuando se usa en las religiones occidentales. El objetivo del poema es fomentar la mejora general de la salud y la longevidad“.

Con cada relación sexual, asegura la medicina tradicional japonesa, no sólo se alinea la energía al interior de nuestro propio cuerpo, sino que la compartimos con nuestra pareja también. Por ello, tener relaciones sexuales conllevaba una gran responsabilidad: así como se transmitía el conocimiento de la otra persona, podrían adquirirse sus pesares y errores de vidas pasadas. En Japón, el sexo no era una cuestión de libertinaje en lo absoluto.

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