Traumas infantiles pueden cambiar cómo sentimos la morfina

En la actualidad, es bien sabido que las experiencias traumáticas durante la infancia pueden afectar nuestra salud mental en la adultez. Ahora, una nueva capa de conocimiento se añade con una reciente investigación que ha demostrado que las personas con traumas infantiles pueden experimentar de forma distinta los efectos de drogas como la morfina.

Le estudio que dio pie a ese nuevo trozo de información se publicó recientemente en la revista científica Addiction Biology. Su creación fue fruto de la colaboración entre los autores Molly Carlyle, Rupert Broomby, Graham Simpson, Rachel Hannon, Leah Fawaz, O Merve Mollaahmetoglu, Jade Drain, Mohammod Mostazir y Celia J. A. Morgan.

Gracias a su trabajo, se ha descubierto una posible explicación al vínculo entre los traumas de la infancia y los comportamientos de adicción a los opiáceos. Un detalle que, aunque se había señalado antes como una posibilidad, no se había estudiado a fondo.

Los traumas infantiles modifican cómo sentimos ciertos medicamentos

 

Para poder obtener los resultados que ahora se comparten, el equipo de investigación consiguió una muestra de 52 voluntarios. De entre ellos, 27 tenían historias de abuso a negligencia infantil, mientras que el resto no reportó ninguno de esos eventos durante su infancia.

Al poner lado a lado ambos grupos, la meta era clara: identificar cómo la morfina era recibida por el organismo de ambos. Finalmente, se observó que las personas que habían declarado tener traumas infantiles tenían una percepción más placentera de los efectos de la morfina.

Las personas con traumas infantiles parecen tener una preferencia por los efectos de la morfina

Los traumas de la infancia tienen la posibilidad de cambiar y definir gran parte de lo que será la vida futura de los niños. Por ejemplo, investigaciones pasadas han estipulado que ese tipo de situaciones tienen efecto sobre el desarrollo de la estructura cerebral de los infantes, así como de su salud a largo plazo.

Foto en blanco y negro de niño cubriéndose los ojos.
Crédito: Lotus Carroll

Igualmente, se vio que los niños que tuvieron experiencias traumáticas también solían tener una capacidad menor para hacer frente a momentos difíciles. Ahora, como un nuevo punto, se ha sumado el hecho de que las persona con traumas infantiles también suelen disfrutar más de los beneficios de drogas opioides como la morfina.

Todo ya que su umbral de dolor aumenta mucho más que el del grupo control, se sienten más felices y, en general, expresan un deseo mayor de probar la morfina de nuevo en el futuro. Por su parte, quienes no tenían un trauma en la infancia solían ser más propensos a reportar mareos o náuseas luego de recibir una pequeña dosis del medicamento.

 

Pero… ¿por qué?

Una posible explicación para las diferentes respuestas a la morfina es que el trauma de la infancia afecta el desarrollo del sistema opioide endógeno, un sistema de alivio del dolor que es sensible a los productos químicos, incluidas las endorfinas, nuestros opioides naturales”, dijo Carlyle.

Para continuar con su explicación, Carlyle usó como referencia el caso de los bebés. Cuando pequeños, los humanos lloran para obtener atención y consuelo, una vez eso ocurre, nuestro cerebro libera endorfinas que nos producen satisfacción.

Ahora, en el caso de las personas con traumas infantiles, ese ciclo de satisfacción no siempre de completa. En el caso de un niño pequeño, si llora y no es consolado, entonces su sistema opioide endógeno podría desarrollarse de forma distinta, tal vez menos sensible a los gestos amorosos y sí más propenso a disfrutar de elementos gratificantes, como los medicamentos opioides.

Los nuevos datos abren la puerta a un nuevo campo de exploración. Uno que nos ayudará a profundizar en el aparente vínculo entre los traumas infantiles y la forma en la que nuestro cuerpo responde a la acción de drogas como la morfina. Algo que podría ayudar a explicar y entender mejor los comportamientos adictivos.

Además, en el futuro, el nuevo conocimiento podría ayudar a los médicos a tomar mejores decisiones en cuanto a la aplicación y prescripción de opioides.

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