WOJTEK, EL OSO PARDO QUE SE CONVIRTIÓ EN UN ARMA LETAL DURANTE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
Tras quedar huérfano, Wojtek se integró a las Fuerzas Armadas de Polonia durante la Segunda Guerra Mundial. Ésta es la historia de un oso pardo que se convirtió en soldado.
Siendo todavía muy pequeño, Wojtek perdió a su madre. Durante una cacería en territorio polaco, un equipo de cazadores terminó con su vida. Él, por su parte, quedó completamente solo en el mundo. Al enterarse de que la osa tenía un bebé de pocos meses, los cazadores se lo llevaron consigo. Al poco tiempo, lo venderían al ejército polaco. Era 1939.
A cambio de chocolates y latas de carne

Mientras el oso pardo vivía su propia tragedia personal, las relaciones internacionales de Europa tomaban tamices cada vez más sombríos. Después de una alianza bélica de años, Hitler decidió traicionar a la Unión Soviética para avanzar en sus planes expansionistas. A este esfuerzo, según documenta National Geographic, se le conoció como Operación Barbarroja:
“Los aliados se apresuraron a aprovechar la circunstancia para llevar a la URSS a su bando y una de las condiciones, exigida por el gobierno polaco en el exilio, fue la liberación de los ciudadanos y militares que habían sido apresados en el reparto de Polonia entre los alemanes y los soviéticos”, describe el corresponsal de Historia Abel G.M. para la publicación.
Fue así como más de 26 mil civiles y otros varios millares de soldados polacos emprendieron un camino tortuoso a través de las estepas de Asia Central. Entre las montañas de Irak e Irán, la caravana de polacos liberados sufrió de malnutrición y condiciones precarias.
Entre las montañas, un grupo de soldados se encontró con un muchacho hambriento y solitario. A sus espaldas, cargaba con un saco en el que traía un osezno. Uno de los militares polacos decidió comprárselo, a cambio de chocolates y latas de carne. Fue así que Wojtek entró a la milicia polaca.
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Un biberón con vodka

Los primeros meses que el osezno pasó con los soldados polacos fueron difíciles. Sin embargo, muy pronto todos se encariñaron entre sí. Para evitar que pasara hambre, le daban de comer leche condensada con vodka en biberones improvisados. En honor al hombre que originalmente pensó en comprarlo, Wojciech Narebski, decidieron nombrarlo ‘Wojtek’ (voi-tek, en su pronunciación original), el apodo de cariño en Polonia para las personas que llevan ese nombre.
Si bien la idea había generado sospecha al principio, Wojtek se integró a la cotidianidad del campo de refugiados muy pronto. Convivía en paz con los perros de la tropa, así como con otros animales que los polacos adoptaron para protegerse. Entre cabras, monos y lagartijas, el oso pardo se ganó un lugar de privilegio para la armada
“[…] Wojtek era especial entre los otros animales. Le encantaba luchar con los soldados. Era más grande y mucho más fuerte que sus amigos humanos y, sin embargo, de alguna manera lo sabía y, por lo tanto, era amable, cuidadoso de nunca lastimar a nadie. Como todo soldado, amaba una botella de cerveza”, documenta Polish Scottish Heritage.
Además de su amor por las bebidas alcohólicas, Wojtek disfrutaba de acurrucarse con los soldados para darles calor por las noches. Aprendió a caminar erguido en dos patas, y a pelear con sus compañeros soldados. Muy pronto, se hizo mucho más masivo, pesado y ágil que todos los demás humanos. Según la BBC, la 22º Compañía de Suministro de Artillería del II Cuerpo Polaco no hubiera estado completa sin su presencia.
Una vida en paz

A pesar de haberse entrenado como soldado polaco, Wojtek difícilmente vivió las precariedades y miserias que trajo la Segunda Guerra Mundial a Europa. La mayor parte de su vida la pasó con su familia militar adoptiva. Rodeado de juegos, amor y vodka, el oso pardo pasó sus mejores años de juventud con gente que genuinamente le tenía estima y cuidados.
Sin embargo, cuando la guerra llegó a su fin, la 22º Compañía de Suministro de Artillería del II Cuerpo Polaco se desintegró. En ese momento, Wojtek y los demás soldados ya habían llegado a Escocia, por lo que se arregló que el oso pudiera pasar el resto de sus días en el Zoológico de Edimburgo.
Desde ahí, los veteranos polacos que convivieron con él en Asia Central lo visitaban con frecuencia. Además de tener un lugar cómodo en dónde dormir y alimentarse, muy pronto se convirtió en una celebridad nacional en Polonia. En 1963, Wojtek dio su último suspiro. Murió en paz, instalado en la memoria de los soldados polacos que lo vieron crecer.