Amaxofobia o cuando coger el coche se convierte en un suplicio: «Me falta el aire, me mareo y tiemblo»

“Cuando cojo el coche me da la sensación de que me mareo, un sudor frío, me falta el aire, tiemblo, se me ponen los pelos de punta…“, explica Rosa, una mujer de 58 años que tiene amaxofobia. El miedo a conducir fue haciendo que cada vez cogiera el coche por menos sitios. No puede ir por la autopista ni por la Nacional. Y cada vez coge menos el coche por ciudad y, cuando lo hace, da muchos “rodeos” para llegar a su destino.

La primera vez es como tener un ataque de ansiedad o de pánico en el coche, “después es miedo a que se puedan volver a producir”, comenta Rosa. No es la única persona que tiene amaxofobia en España. Como ella, alrededor del 28% de los conductores españoles tiene miedo a conducir, tal y como explica el estudio elaborado por Fundación CEA sobre la amaxofobia en 2018.

 
 

En Hipertextual hemos hablado con Rosa, Valle (64 años), Emilia (70 años) y Laura (nombre ficticio, 55 años) para que nos cuenten qué es para ellas conducir. También hemos hablado con la psicóloga Patricia Garzón para entender mejor qué es la amaxofobia y cómo se puede luchar contra ella.

Amaxofobia

“Cuando cojo el coche empiezo a sentir como si me fuera a marear de un momento a otro, como desestabilidad en la carretera y el coche”, indica Rosa. Ella tuvo un accidente de coche diez años antes de empezar a tener esta fobia. Era un día que estaba lloviendo mucho y pisó una mancha de aceite, por lo que se salió de la carretera. Además, no iba sola en el coche. Una compañera de trabajo ocupaba el asiento del copiloto. Y se llevó la peor parte del golpe, aunque ambas salieron ilesas del accidente.

 

“La amaxofobia es el miedo a conducir cualquier tipo de vehículo“, comenta Garzón. “Como toda fobia, se aprende de forma inconsciente, asociando una situación de miedo para la persona con falta de control. Ello lleva a crear un condicionamiento negativo, en este caso: conducir-descontrol-peligro”. “Los síntomas son los asociados al miedo: sudoración, activación del cuerpo, taquicardia, cambios en la respiración o sensación de falta de aire”, comenta.

 

“Los pensamientos que presentan las personas con este trastorno suelen ser creencias negativas tales como “no voy a ser capaz” o “no controlo”, acompañado de sentimientos de miedo, agobio, impotencia, rabia, frustración. Es muy común el machaque hacia uno mismo de cómo es posible si a mí antes me encantaba conducir o la victimización de por qué me tiene que pasar a mi. Todo ello es un rechazo a aceptar el problema y por tanto más difícil será que deje de afectarnos en nuestra vida, pues la lucha es constante con uno mismo y se genera un bucle: me siento mal, no lo controlo, me enfado conmigo por no controlarlo, me pongo peor, controlo menos”.

 
miedo a conducir

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Todas las mujeres con las que hemos hablado comentan que sienten cierta sensación de nerviosismo a la hora de coger el coche: “Cuando hice las prácticas ya me notaba que tenía miedo”, explica Laura a través del teléfono. Para Emilia fue algo similar, pero además añade que “siempre” le ha tenido “mucho respeto a la carretera”. “No me veía apta y ahora menos. Me daba mucho reparo ver tanto coche al lado… Sentía que me faltaba mucha carretera“, añade. “Mi hermana se venía conmigo para que me hiciera al coche, pero no había manera. Me ponía nerviosa y me daba mucho miedo”, cuenta por teléfono Valle.

 

Esta fobia la pueden tener tanto los conductores noveles, como Emilia, Valle o Laura, que dejaron de conducir al poco de sacarse el carné, como los que llevan toda la vida conduciendo. Rosa, por ejemplo, siempre ha dependido del coche para todo.

 

“Los nuevos conductores tienen un miedo más racional, asociado a la falta de control real del coche y por tanto, de la situación. Ello puede generar más nervios y con ello más falta de sensación de control, hasta el punto de temblarles el cuerpo o quedarse bloqueados o que se les nuble la vista”, explica la psicóloga. “Esta falta de control es lo que les hace sentir que ese miedo les domina y a partir de ese momento su cabeza asocia el hecho de coger el coche a algo que le hace estar en peligro”, añade. Pero, ¿qué pasa en el caso de los que llevan años conduciendo?:

“En las personas acostumbradas a conducir, el proceso de adquisición de la fobia puede ser el mismo, o haberlo adquirido al ver una película, pensar que los demás no saben conducir, algún accidente que haya tenido alguna persona cercana, haber visto un accidente en la carretera, que algún familiar haya perdido el control en el coche, que le han contado alguna historia, que la persona que tenemos al lado nos presione mientras conducimos y no nos permita estar relajados y confiar en nuestros actos, pueden ser múltiples factores”.

 
 

Después de aquel accidente, Rosa siguió cogiendo el coche para ir a trabajar, recoger a sus hijos… Pero cada vez que la ansiedad llegaba a su vida, se reflejaba en el manejo del coche. “Había veces que me veía saliéndome de la carretera. En particular en una curva de camino al trabajo”, comenta. Hasta que un día que había quedado con unos amigos, le dio un ataque de ansiedad mientras conducía. “Tuvieron que venir mi amiga y su pareja a rescatarme”, cuenta desde el otro lado del teléfono. Ella se apartó de la carretera y se puso a llorar mientras iban a buscarla.

 

Desde aquel momento, Rosa empezó a evitar ciertas zonas que le ponían nerviosa. Primero fue la autopista, después la Nacional. Pasar por encima de puentes le horroriza. Aunque cada día coge menos el coche, Rosa cuenta que tiene “dos amuletos”. Y esos son sus hijos. “Si voy con ellos, sé que llego”, añade. Aún así, hay días que se levanta y sabe que no está para conducir. Por desgracia, cada vez son más. “He dependido mucho del coche, donde yo iba, siempre iba con el coche: a trabajar, a por mis hijos… A todas partes”, comenta. Por eso, para ella fue un mazazo empezar a tener fobia a conducir.

En cambio, para Laura, por ejemplo, no conducir supone un “alivio”. Lo mismo que para Emilia, que cuenta que tiene suerte porque su marido todavía puede conducir y la lleva “a todas partes”. “Donde le pido ir, él me lleva”. Aunque se ha acostumbrado también a ir en transporte público y, además, tiene la suerte de que le gusta mucho caminar. Aun así, Emilia cree que hubiera sido distinto si hubiera trabajado fuera de casa: “También he trabajado siempre en mi casa, por lo que no lo he necesitado. Quizás eso es lo que más me ha echado para atrás, el no necesitarlo. A lo mejor si no hubiera trabajado siempre en mi casa y hubiera necesitado usar el coche para ir a trabajar, me habría tocado vencer el miedo“, añade.

Valle explica que, cuando empezó a conducir, con 33 años, tuvo “tres o cuatro accidentes” y después de eso soltó el coche para no volver a usarlo. “Una vez estaba aparcando y me eché un poco para atrás, no vi que venía un autobús y chocamos. Rompí el guardabarros del coche. El conductor del bus fue a aparcar y estuve esperando un buen rato. Como no venía, guardé el guardabarros y me fui a casa. Al rato llegó la Policía y me dijo que había abandonado el lugar de un accidente… Me tomaron nota y se marcharon”, cuenta por teléfono.

Terapia para superarlo

psicólogo

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Hay muchas autoescuelas que dan cursos para personas con amaxofobia. Pero lo ideal es, primero, enfrentarse a través de la terapia antes de exponerse al volante. La amaxofobia “se puede tratar y se trata de hecho. Para ello vamos al origen del problema, vemos dónde se aprendió que coger el coche es peligroso y al entenderlo, podemos aprender a verlo de otra manera, a perder el miedo, sentirnos seguros y ver que sí controlamos y con ello, volver a conducir tranquilos”, indica Garzón.

Otra opción, además, es usar la realidad virtual. La persona se expone a la conducción, pero sin ponerse realmente en peligro. Puede ser algo “chocante” al principio, explica la psicóloga. “Pues es bastante real y los síntomas surgen con fuerza, como si lo vivieses de verdad. Para ello hay que ir conectando al paciente con la realidad”, añade.

Lo importante es que las personas, ante la más mínima percepción de miedo o peligro en carretera, acudan a un especialista. “Desde el primer momento que sienta ese miedo si ve que no lo está controlando. Las fobias se generalizan, por ello cuanto antes se trabajen mejor“, explica Garzón.

Emilia, Laura y Valle se niegan a volver a coger el coche. Rosa lleva años luchando contra esta fobia y todavía no sabe quién ganará. Aunque el miedo a conducir lleve la delantera y haya tenido épocas en las que no lo coge, todavía se resiste a soltar el coche.

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