AMLO, LA FORMA ES FONDO

Don Jesús Reyes Heroles gran político, pensador y funcionario público decía que “…en
política la forma es fondo”. Viene a cuento lo anterior, porque el pasado fin de semana el
Presidente de la República en visita por el estado de Sinaloa, al recorrer el poblado de
Badiraguato hace un alto en su recorrido para saludar a la madre de Joaquín “chapo”
Guzmán reconocido líder del cártel de Sinaloa hoy detenido en los Estados Unidos.
La explicación que ofrece el ejecutivo al pueblo de México respecto a ese saludo, es que
fue un acto humanitario. Que no hay componendas ni arreglos con ésa familia, “lo que sí
hicieron otros gobiernos anteriores”.
El problema de ese lamentable hecho es que no se entiende que “…en política la forma es
fondo”. Y el propio Presidente lo sabe bien. No hay ingenuidad en el Ejecutivo Federal, no
hay espontaneismo en dicho saludo, no hay humanismo, no hay improvisación, no hay
sorpresa. Lo que hay son mensajes, cada acto del ejecutivo tiene su simbología, su
significado. Puede enviar un mensaje de que no hay confrontación hacia ese cártel, de que
hay disposición para la negociación, está cumpliendo su precepto para alcanzar la paz para
el país, “…abrazos no balazos”.
Estrategia equivocada indudablemente en el hecho que comentamos, no se puede
concebir como después del saludo a la señora mayor de 90 años le ofrece unos minutos
de charla al abogado de Chapo Guzmán _ cuando, en su momento_ no acepto dar cinco
minutos de su tiempo a la Caravana del poeta Javier Sicilia quien también se empeña en
alcanzar la paz y terminar con la violencia en nuestro país.
Otro mensaje que envía el Presidente es que no le importa la opinión pública o que le
interesa muy poco la interpretación que hagan de su gestión los distintos sectores
sociales.
¿Dónde queda el papel de las instituciones de justicia? O se trata de mostrar un gobierno
que permanece de rodillas ante el poder económico y armado del cártel de Sinaloa. Hay
muchas lecturas del “tropezón” que hiciera López Obrador en Badiraguato, el problema es
que todas las lecturas son negativas. No hay manera de defenderse. Son constantes los
tropiezos; un día sí y otro también.
El Presidente no respeta ni su propia investidura, cuando le conviene dice “…no somos
iguales”, cuando le conviene dice “…son decisiones humanitarias”, cuando le conviene
dice “…he saludado a delincuentes de cuello blanco, porque no saludar a una señora de 90
años”, cuando le conviene respeta las recomendaciones contra la pandemia, cuando le
conviene las rompe.

En el trasfondo del accionar político del Presidente se vislumbra el autoritarismo. Parece
decirnos; “…hago lo que se me pegue la gana” o “…me vale las críticas de los periodistas y
conservadores fifís”, “…de qué quieren su nieve”.
Ciertamente el poder se toma para ejercerlo en beneficio de un proyecto social, se tiene el
poder para aplicarlo contra los que muestren obstáculos a ése proyecto. Ciertamente, el
poder no se comparte, se ejerce. El problema es que a veces el poder se desvía. Dicen que
“…si el poder fascina, el poder absoluto fascina absolutamente”.
¿Cuántos mensajes, cuánto simbolismo, cuánto centralismo, cuántos discursos, cuánta
ideología, cuánta autoridad caben en la figura presidencial?
Así estamos y así nos va.

 

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