¿Y si China fuese la gran beneficiada tras la crisis mundial?

Por Deuteche Welle

Mientras Europa muestra sus problemas para dar una solución rápida y eficaz a la crisis y en EE.UU. Trump se posiciona entre el estímulo económico directo y la vuelta a la economía sobre la salud, China se presenta al mundo como la “potencia responsable” que está dispuesta a enviar ayuda y material a otros países. Analizamos el rol que el gigante asiático toma en la crisis con una evolución notable en las últimas semanas: de su gran crisis interna a principios de año a una ofensiva exterior para lavar su imagen

¿Y si China fuese la gran beneficiada? La crisis del coronavirus deja unas cifras catastróficas en el primer trimestre para el gigante asiático con una caída de su producción industrial del 13% y de sus inversiones entorno al 24%. Las previsiones de los analistas para los tres primeros meses de este año comprenden desde el -4.2% de Standard Chartered Bank hasta el -9% en el que coinciden Goldman Sachs y Nomura. Pero a partir de ahí, China ha logrado en tan sólo unas semanas una transformación sobresaliente. El pronosticado primer retroceso interanual de la economía china en casi medio siglo muestra el camino que espera al resto del mundo.  La economía china necesita recuperarse con urgencia de dos meses de parálisis, sobre todo teniendo en cuenta que su sistema está basado en un contrato social por el que sacrifica libertades individuales en favor de la prosperidad y el consumo interno. 

A principios de febrero, Pekín se encontraba ante una situación complicada. La mala gestión de la crisis de Wuhan nutría páginas de información en todo el mundo. Faltaban suministros y médicos en los hospitales. Llovían denuncias de corrupción en el reparto de material protector, de personas que no lograban recibir tratamiento. Esta crisis llegó a su punto máximo el pasado 6 de febrero con  la muerte por coronavirus del médico Li Wenliang, un oftalmólogo que había intentado advertir sobre el peligro de la epidemia cuando comenzaron los primeros casos y fue perseguido policialmente. Eran los días en los que a China parecía que se le descontrolaban las críticas de ciudadanos furiosos en redes sociales. Las miserias del sistema, puestas al descubierto ante la mirada del mundo que por entonces, miraba lo que pasaba en Wuhan con cierta lejanía sin que ningún líder mundial anticipase la magnitud de lo que se avecinaba. 

Desde entonces, y en cuestión de un mes, China ha dado completamente la vuelta a la situación con una velocidad asombrante. A medida que su curva de contagios se ha aplanado hasta desaparecer fruto de un confinamiento estricto, y se disparan las nuevas infecciones en Europa y América, la propaganda ha pasado de la defensiva a la ofensiva. La idea que se desprende de los discursos y los medios oficiales es que China ha sabido derrotar al virus con eficacia y que ahora, es la potencia responsable que se presenta ante el mundo ofreciendo ayuda. 

 

Esta “ofensiva” tiene una narrativa propia, que va más allá de limpiar su imagen en el origen de la crisis. Mientras Donald Trump lleva días hablando de “virus chino”, en contra de todas las voces que recomiendan no estigmatizar el origen de la enfermedad, en sus comparecencias diarias ante la prensa, medios oficiales chinos dejan caer cada vez con más insistencia que la “teoría del complot” -el virus habría llegado a China de la mano de soldados estadounidenses que participaron en los Juegos Militares de octubre en Wuhan- cobra cada vez más sentido. Pese a que en un principio China no puso en duda el origen del brote en el país, posteriormente referentes de su comunidad científica mostraron otra visión. Una teoría evocada por la propia cancillería china que llevaron a que el Departamento de Estado de EE.UU. llamara a consultas al embajador chino en Washington. Un tira y afloja con una guerra de información destinada al consumo mundial en plena situación de pandemia. 

Sin embargo, voces expertas señalan que la percepción de esa “ofensiva” china por parte de democracias occidentales bien podría ser más bien entendida como parte del “softpower” que el país lleva años desarrollando y que le permite ocupar espacios donde otros no están. Preguntado al respecto por RFI, el economista y director del posgrado de estudios en la China contemporánea de la Universidad de Lanús, Gustavo Girado nos señala que el factor que explica la situación se debe más bien al “el repliegue del hemisferio norte occidental mirándose el obligo sobre sus propias políticas para detener la pandemia”. Esa lectura que hace ahora Occidente de “ofensiva china” es en realidad según Girado “casi un cumplimiento con los compromisos políticos de cooperación y colaboración previamente asumidos por China, aunque por supuesto esto puede aprovecharse por el softpower chino para desplegarse, pero esta mirada obedece más bien a un retroceso de Occidente que a un avance chino”. 

En una línea similar aparecía este miércoles una tribuna del diario Le Monde en la que subrayaba que “frente a incapacidad de EE.UU. y Europa para gestionar de forma moderna la crisis del coronavirus, China pretende sacar ventaja en sectores como el tecnológico y el de la sanidad” tras haber superado la crisis. El diario explica cómo el coronavirus ha acelerado los procesos de digitalización en varias ramas de la economía china.  

 

China, en la carrera por la vacuna

En este contexto se entiende también la carrera, precipitada y casi sin tregua, entre ambas potencias, EE.UU. y China, por hallar la vacuna contra el coronavirus. Cada anuncio de un país relacionado con la investigación de este virus se ve respondido con otro  de mayor magnitud por parte del otro.

El Ejército chino asegura haber desarrollado ya con éxito una vacuna que va a probarse en seres humanos. Con 108 voluntarios sanos de entre 18 y 60 años, los ensayos clínicos durarán hasta finales de año. Eso significa que, en caso de que funcione, no estará disponible hasta mediados del próximo año, como ya ha advertido la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Según informa el periódico «South China Morning Post», casi mil científicos están buscando en este país el antídoto para el coronavirus con distintos métodos, incluyendo una vacuna inactivada, una viral y una genética. Todas ellas ultiman sus estudios antes de lanzarse a los ensayos clínicos el próximo mes. “La investigación de China en el desarrollo de una vacuna para el coronavirus está, hablando en general, entre las más avanzadas del mundo. No seremos más lentos que otros países”, prometió el martes en una rueda de prensa en Pekín Wang Junzhi, miembro de la Academia de Ciencias encargado del control de calidad de productos biológicos.

 

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