¿De qué color es la Antártida? Si piensas que es blanca, te equivocas

Si nos preguntan de qué color es la Antártida, rápidamente contestaremos que blanca. La pregunta es obvia, si tenemos en cuenta que se encuentra cubierta casi completamente de nieve. No obstante, también existe una “Antártida verde”, mucho menos conocida.

Hace años que se conoce la floración de musgo y líquenes, que dan una apariencia verdosa a algunas zonas antárticas. Era algo minoritario; pero, con el tiempo, a medida que el cambio climático se ha ido intensificando, esta coloración se ha hecho más evidente.

 
 

Además, ahora, gracias a un estudio recién publicado en Nature Communications, sabemos de otros seres vivos responsables de la aparición de esta nieve verde: las microalgas.

 

Las causas de la Antártida verde

En 2017, un equipo de científicos de la Universidad de Exeter publicó un estudio en el que se analizaba cómo el cambio climático estaba fomentando la aparición de una Antártida verde.

 
 
 

Para empezar, estos investigadores comprobaron cómo habían evolucionado el clima y la presencia de organismos vivos en la zona en un largo periodo de tiempo. De este modo, comprobaron que en los últimos 50 años había tenido lugar una serie de cambios biológicos significativos en toda la península antártica.

Los aumentos de temperaturas habían dado lugar a un aumento muy notable del tamaño de los bancos de musgo, hasta entonces casi imperceptibles. Además, la pérdida de hielo estaba dejándolos al descubierto, haciendo la nieve perceptiblemente verde.

 

Por lo tanto, la situación del musgo, e incluso los líquenes, puede considerarse bien documentada. Sin embargo, no ocurre lo mismo con las microalgas. Como su propio nombre indica, tienen un tamaño muy reducido, que imposibilita verlas a simple vista por sí solas. Pero si se agrupa una gran cantidad de ellas se hacen visibles a nuestros ojos, coloreando también la nieve. Se sabía que esto puede ocurrir, pero hasta ahora nadie había analizado a fondo cómo estaba influyendo la presencia de estos microorganismos en la tonalidad de la Antártida verde.

 
 

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Por eso, un nuevo equipo de científicos, esta vez de la Universidad de Cambridge y el British Antarctic Survey, ha llevado a cabo una nueva investigación, centrada concretamente en su papel en la apariencia de esta península helada y, sobre todo, en cómo se relaciona su evolución con los efectos del cambio climático.

El papel de las microalgas

Para la realización de este estudio, sus autores combinaron datos de observación directa del terreno durante dos veranos, con otros obtenidos a través de satélites.

 

Observaron que las floraciones de algas verdes se concentran en toda la costa de la península antártica, pero especialmente cerca de las islas situadas al oeste de la misma.

 
 

En total, en una región de casi 2 kilómetros cuadrados, cuantificaron 1.679 algas; que, en su conjunto, daban lugar a esa coloración tan curiosa.

 

Casi dos tercios de estas floraciones se encontraban en islas pequeñas y llanas, sin terreno elevado. Se sabe que, a medida que aumentan las temperaturas, la nieve se derrite y esto podría llevar también a la desaparición de las algas que crecen en ese hielo. Sin embargo, en términos de masa, la mayoría de las algas se concentran en áreas donde, a medida que la nieve de las zonas más bajas se derrite, pueden seguir proliferando por las más elevadas.

Esto favorece que, a pesar de la pérdida que pueda esperarse del cambio climático, esta se vea compensada con la cantidad de algas que se expanden por las regiones más altas.

Crédito: Matthew Davey / Universidad de Cambridge

Así contribuyen los pingüinos

Curiosamente, más del 60% de las algas que se detectaron en este estudio estaban a menos de 5 kilómetros de una colonia de pingüinos.

 

Esto quizás pueda parecer casual, pero hay una razón de peso por la que las aves contribuyen a que la Antártida se tiña de verde.

 

Se sabe que estos organismos crecen en ambientes acuosos, con exceso de nitrógeno y fósforo. Ambos son elementos muy presentes en los excrementos de las especies aviares de la zona, desde pingüinos hasta págalos. Incluso parecen intervenir también algunos mamíferos, como las focas.

La cara afable de la Antártida verde

Todo lo referente al cambio climático suele ir acompañado de connotaciones negativas. No es para menos, pues es uno de los problemas más graves a los que nos enfrentamos de cara a un futuro no muy lejano.

 

No obstante, también puede traer algunas cosas buenas. En este caso, la proliferación de microalgas y otros organismos fotosintéticos supone una mejora en la captación de dióxido de carbono.

 

Al igual que las plantas terrestres, las microalgas utilizan este gas para obtener energía, por lo que lo “arrancan” de la atmósfera y lo fijan a sus tejidos. Según este estudio reciente, solo las algas que ellos han contabilizado podrían crear un sumidero de 479 toneladas de dióxido de carbono por año, lo cual equivale aproximadamente a lo que se emitiría en 875.ooo viajes en coches de gasolina por Reino Unido. Además, creen que esta cantidad podría ser mucho mayor, ya que ellos no han contabilizado los efectos de otras algas, rojas o anaranjadas, que no forman parte del estudio.

Ni qué decir tiene que la fusión del hielo a causa del cambio climático no es ni de lejos una buena noticia. Son muchas las consecuencias negativas que esto acabará suponiendo. Y, por desgracia, eso es algo que ni estas ni muchas más algas pueden llegar a compensar.

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