“El que decide soy yo”

En gira de campaña por el estado de Sonora el 6 de agosto el Presidente AMLO lo dice claro, conciso y en pocas palabras “…el que decide soy yo”. Ello a propósito de la evidente falta de trabajo en equipo dentro de su gabinete y ante la posible renuncia de otro funcionario de primer nivel; Víctor Toledo titular de la Secretaría de Medio Ambiente.

Todos los funcionarios de la Administración Pública Federal pueden opinar, sugerir, proponer y además en ellos existe una completa libertad para todo; incluso para renunciar.

Ese comportamiento unipersonal del Presidente, solo muestra que en el gobierno federal no existe una izquierda como se supone. La izquierda como orientación política está comprometida y es consecuente con prácticas democráticas como; hacer trabajo colegiado para cualquier decisión, consultar siempre a la gente, evitar las decisiones autoritarias, implantar un Proyecto Popular evitando el entreguismo a las fuerzas extranjeras, la izquierda no instrumenta principios religiosos para el discurso político.

No corresponde a las izquierdas que exista un exceso de poder en una sola persona. Tampoco corresponde a las izquierdas que se busque la permanencia prolongada en el poder más allá de la voluntad soberana del elector sin la compra del voto.

No es una filosofía de la izquierda mantener la confrontación política solo por confrontar ideológicamente y discursivamente. Cuando ya se tiene el poder político se desatiende la implantación del Proyecto Social para dar prioridad a una lucha ideológica y a una confrontación discursiva que en ocasiones es inútil e inconsistente.

Acertadamente dice un refrán popular “…atrae más una gota de miel que un barril de hiel” lo que significa que atrae más un discurso de tolerancia que un discurso de confrontación. La confrontación cotidiana es hiel, es odio, es intolerancia, es algo que molesta a algunos sectores de la ciudadanía.

Tendría más atractivo un discurso lógico, coherente, preciso, consecuente, y sobre todo, respetuoso de la diferencia y de los diferentes. Que se acepte al otro, no como enemigo sino como adversario político. No hace falta subirse al ring permanentemente para suponer que hay lucha social contra los intereses conservadores o reaccionarios.

Son las obras, los hechos, las acciones de un gobierno responsable, la mejor forma de  combatir a los grupos de la Derecha que ciertamente, existen y actúan en consecuencia. Pero, el poder político se debe usar para implantar Proyectos Sociales en beneficio de los que menos tienen, pero sin un afán electoral.

Hechos, acciones, cambios, resultados y no palabrería, ni actitudes de soberbia y desplante personal como eso de que “…el que decide soy yo”. Se asemeja mucho a aquella famosa frase “El Estado soy yo” de Luis XIV en el contexto de una monarquía absoluta.

No es mucho pedir moderación en el discurso, reconocer el trabajo de equipo y la importancia del trabajo de los funcionarios públicos a todos los niveles. Valorar el esfuerzo de los empleados públicos y mostrar un clima de cooperación y no de subordinación, control y miedo que es lo que pretende imponer el presidente.

Así estamos y así nos va.

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