El ‘experimento’ sueco contra el coronavirus no ha servido de nada y los datos lo demuestran

A medida que el SARS-CoV-2 empezó a expandirse por el mundo, las autoridades de cada país decidieron cómo actuar al respecto. En China, donde se inició todo, optaron por las cuarentenas estrictas. Otros, como Corea del Sur, inicialmente no confinaron a la población, pero sí que optaron por la realización de muchos test y el uso de aplicaciones para controlar los movimientos de la población. Fue mucho más discutida la decisión de los gobernantes que optaron por dejar a los ciudadanos infectarse, con el fin de llegar a la ansiada inmunidad de grupo. Fue el caso de Brasil o Reino Unido, aunque en este último país la cosa cambió, especialmente después de que su primer ministro se infectara. Y también fue en parte la forma en la que se gestionó la pandemia de coronavirus en Suecia.

Mientras que el resto de países nórdicos optaron por el confinamiento más estricto, las autoridades suecas no cerraron colegios, bares ni otros establecimientos y confiaron en la responsabilidad individual de la población. Eran conscientes de que esto supondría un gran número de contagios, pero confiaban en que así se lograra frenar al virus, gracias a las defensas que generarían las personas que fuesen pasando la enfermedad. Es una opción bastante cuestionable; pero, al menos, si hubiese funcionado habría acabado dando sus frutos. El problema es que, según el último estudio de seroprevalencia realizado a la población sueca, no ha sido así.

 
 

Coronavirus en Suecia: un resultado inesperado

Cuando la COVID-19 comenzó a instalarse en Europa se habló mucho sobre los hábitos de socialización de los distintos países.

 

Las naciones mediterráneas, como España o Italia, son más dadas al contacto físico, incluso entre personas poco conocidas. Estos han sido dos de los países más afectados del continente, por lo que desde un inicio se planteó que pudiese ser uno de los motivos. Por eso, aún había esperanza para los nórdicos, cuyos habitantes son mucho más “distantes” en este aspecto. A pesar de todo, la mayoría recurrieron a las cuarentenas estrictas. Solo Suecia optó por mantener viva la economía y descargar la responsabilidad en los ciudadanos.

 
 

Actualmente, después de esa decisión, Noruega cuenta con 8.751 contagios, Dinamarca con 12.727, Finlandia con 7.155 y Suecia con 58.932. En cuanto a las muertes, los tres primeros apenas albergan unas centenas, mientras que en Suecia se superan los 5.000.

 

Dado el triste avance que ha tenido la enfermedad dentro de las fronteras suecas, quedaba la esperanza de que, al menos, su población contara ya con la inmunidad de grupo. En abril, el principal epidemiólogo del país, Anders Tegnell, explicó a Financial Times que esperaban que para finales de mes, al menos en Estocolmo, un 40% de la población estuviese inmunizada. Sin embargo, un estudio reciente concluye que, de media, solo un 6.1% de los suecos tiene anticuerpos contra el coronavirus.

 

¿Qué es la inmunidad de grupo?

Imaginemos el coronavirus como un incendio, que va de árbol en árbol, y solo se detiene si llega a un cortafuegos.
En el caso de las infecciones, los cortafuegos son las personas inmunizadas, ya sea porque se les ha administrado una vacuna o porque ya han pasado la enfermedad.

 
 
 

Para frenar una epidemia en una población, se calcula que aproximadamente el 60% de sus habitantes debe estar inmunizado. Esto es lo que se conocen como inmunidad de grupo o de rebaño.

 

Si se hubiesen cumplido las predicciones de Tegnell, en Estocolmo no estarían aún en esta situación, pero sí que habría muchos más cortafuegos que en los países vecinos.

 
 

Sin embargo, con un 6’1% están muy lejos de esta situación. De hecho, En España, donde hemos tenido dos meses de estricta cuarentena, tenemos un 5’2%. Las regiones españolas con mayor seroprevalencia apenas llegan al 15%, mientras que en Suecia hay algunas que llegan al 25%. Pero no, dejar vía libre al coronavirus no fue una buena opción.

Las conclusiones sobre el coronavirus en Suecia deben servir como aprendizaje a las autoridades de este país, pero también a las personas que ahora nos vemos poco a poco sumidas en una nueva normalidad. Evitar la distancia de seguridad y socializar con normalidad no frenará al virus, claramente, y tampoco traerá ningún beneficio a la población. Por eso, si queremos beneficiar al grupo, debemos seguir cumpliendo las medidas, incluso ahora que tenemos algo más de libertad. Solo así, daremos tiempo a que una vacuna nos regale esa ansiada inmunidad de grupo. Esperar obtenerla de otro modo supondría dejar muchas víctimas en el camino y nadie desea eso. No hay más opción que la precaución.

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