¿La convivencia con malos vecinos puede afectar nuestra salud?

En comunidades de propietarios es común que surjan roces y eventualmente conflictos entre sus vecinos. Básicamente, porque conviven personas de distintas edades, gustos, personalidades y creencias. Si bien se establecen reglas para lograr una sana convivencia, en ocasiones nos cruzamos con malos vecinos que pueden poner en riesgo nuestra salud.

Cuando residimos en una zona o nos mudamos, generalmente nos enfocamos en los servicios y en la infraestructura que tendrá lo que será nuestro nuevo hogar. Por lo tanto, no elegimos convivir con vecinos problemáticos, es una situación que nos toca vivir. Es por ello que debemos afrontarla de la mejor manera posible. ¿Cómo lo hacemos?, identificando la causa del problema.

 

Motivos más frecuentes de roces entre vecinos

Simulación de personas en una pelea
Vía: Pixabay

Tal como mencionamos anteriormente, coexistir con vecinos molestos es un entorno que no elegimos. Por ende, debemos tener la suficiente paciencia para lidiar con ellos, de modo que podamos resolver el problema y llega a un acuerdo de la forma más pacífica posible.

Si bien puede ser una tarea bastante difícil, podemos utilizar algunas estrategias para lograrlo. La primera de ella es identificar la causa del problema y la incidencia que tiene en nuestras vidas. Por ejemplo, los motivos más frecuentes de disputas en comunidades de propietarios se relacionan con el mantenimiento de los ascensores, averías de tuberías, gastos comunes, filtraciones y hasta simples cortes eléctricos.

Adicional a ello, una de las principales causas de conflictos entre los vecinos es el ruido. Las fiestas nocturnas, música a alto volumen, discusiones constantes y hasta reparaciones en horas inadecuadas suelen provocar sonidos intensos que impactan directamente a los vecinos más cercanos.

El ruido generado por vecinos molestos puede perjudicar nuestra salud física y mental

Una mujer dormida en un escritorio
Vía: Pexels

En ocasiones, el mantenimiento de áreas compartidas es motivo de discordia entre residentes cercanos. Pero, con el ruido debemos ser más cuidadosos, puesto que puede tener efectos adversos en nuestro organismo. ¿Cómo cuáles?

El ruido constante puede agitar nuestra respiración, dilatar nuestras pupilas, provocar taquicardias, contraer nuestros músculos e incluso afectar nuestro proceso digestivo. Y, por si fuera poco, en personas con problemas cardiovasculares o coronarios, los sonidos súbitos pueden llegar a causar un infarto. De igual modo, en pacientes diabéticos eleva los niveles de azúcar en la sangre pudiendo ocasionar estados de coma y eventualmente la muerte.

Ciertamente, esas patologías se presentan en personas sometidas a niveles de ruidos mayores a 60 decibelios (dB). Se trata de sonidos prolongados que afectan el funcionamiento del sistema hormonal e inmunitario de los seres humanos. Por ende, compromete la salud de nuestros principales órganos y posibilita la aparición de enfermedades.

Por ejemplo, los sonidos intensos pueden producir Tinnitus (zumbido en los oídos), insomnio y, consecuentemente fatiga mental y física. Aunque mayormente se asocian con la pérdida progresiva de la audición –esta se produce como consecuencia de una exposición prolongada a ruidos que superan los 80 decibelios – y con trastornos psicológicos como la depresión, estrés, falta de concentración y otras disfunciones.

Entonces, si convives con vecinos extremadamente ruidosos, cuida que los niveles de sonido no superen los 65 dB durante el día y 55 dB durante la noche, ya que estos son los niveles máximos de ruido que debemos tolerar, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). En un informe publicado en el 2018, la OMS señala:

“El ruido soportado durante el día, a pesar de que no provoca que las personas se despierten durante la noche, empeora la calidad del sueño. Eso se refleja en alteraciones en la presión arterial, lo que puede provocar el desarrollo de hipertensión. Además, el ruido puede producir estrés durante el embarazo y por tanto, afectar al desarrollo del feto, con consecuencias durante la infancia en los niveles de actividad física, obesidad, diabetes, así como a nivel cardiovascular”.

Las discusiones impactan directamente nuestro cerebro

Una persona tapándose la cara
Vía: Pixabay

Los sonidos intensos no son los únicos factores que pueden afectar nuestro bienestar físico y emocional, las discusiones (con o sin argumento) impactan directamente en nuestro cuerpo y cerebro. Incluso, pueden llegar a ser más perjudicial de lo que imaginamos.

Cuando percibimos un gesto o voz que parezca amenazante, la amígdala –encargada de procesar las emociones– envía una señal al hipotálamo para que libere hormonas hacia la hipófisis y glándulas suprarrenales. Allí, es cuando nuestro cerebro decide si entrar o no en la discusión. Ahora bien, si nuestra mente se inclina por entrar en la riña, necesitará elaborar argumentos rápidos que le permitan ganar la batalla.  Sin embargo, durante ese proceso se pueden producir efectos contraproducentes en nuestro cerebro como los siguientes:

  • Deterioro del juicio social: Al aumentar nuestros niveles de estrés, las discusiones deterioran nuestra capacidad para manejar situaciones fortuitas. Eso significa que podemos perder la capacidad de argumentar con base y emitir un juicio sin haber reflexionado previamente, es decir, hablar por hablar.
  • Pérdida de memoria a corto plazo: En una situación hostil, nuestros niveles de cortisol –hormona que combate el estrés– aumentan. Por ende, tendemos a perder el control de la situación y la pérdida de sinapsis en la corteza pre-frontal del cerebro, encargada de organizar y reforzar nuestra memoria a corto plazo.

En cuanto a nuestro cuerpo en general, el estrés acumulado puede causar agotamiento físico y en ocasiones contracturas musculares en la espalda y cuello, por ejemplo. Durante una discusión, la adrenalina (se incrementa la cantidad de azúcar en la sangre) ocasiona una aceleración en nuestro ritmo cardíaco y presión arterial. Y, aumentan las probabilidades de desarrollar enfermedades del corazón y hasta de sufrir un infarto. Así se explica en un artículo publicado en la revista The Journal of Personal Relationships:

 “Una excitación crónica del sistema nervioso autónomo –que se activa cuando estamos enfadados e irritados– puede afectar al sistema cardiovascular provocando estrés crónico, problemas de hipertensión e incluso enfermedades cardíacas severas”.

Entonces, ¿cómo podemos solucionar esos problemas de convivencia?

Estrecho de manos en blanco y negro
Vía: Pexels

La convivencia en una comunidad conflictiva puede perjudicar nuestra salud física y mental. Por lo tanto, debemos atacar el problema con tiempo antes de que los daños sean irreversibles. En este caso, debemos considerar el viejo dicho popular que dice: “hablando se entiende la gente”.

El diálogo entre las partes involucradas debe ser la opción más acertada. Tomarnos unos cinco minutos para hablar con nuestros vecinos y hacerles ver que están causando molestias siempre será la mejor solución. Si ese método no funciona y conviven bajo el reglamento de una junta de condominio, puedes contactar al presidente y exponer tu problema (a través de email o mensajería de texto para dejar constancia del hecho).

Ahora bien, si has agotado todos los medios posibles y los molestos ruidos (asumiendo que estos sean la causa del problema) continúan, puedes optar por convertir tu casa o apartamento en un cajón, colocando aislantes acústicos en las paredes, suelos, techos y en los espacios donde sea necesario.

El silencio interior: una estrategia mental para lidiar con vecinos groseros

Una persona practicando yoga
Vía: Pexels

Si bien la idea de llegar a un acuerdo e invertir dinero para protegernos de ciertos factores perjudiciales suena alentadora, también podemos aplicar el concepto de “silencio interior” para lidiar con vecinos groseros. Se trata de una práctica antigua que se usa para apaciguar la mente, cuerpo y espíritu en estos tiempos tan estresantes.

En el libro titulado La magia del silencio, bajo la etiqueta de monja budista zen, Kankyo Tannier, explica que podemos usar este método para recobrar la calma ante situaciones estresantes como lidiar con residentes problemáticos.

Tannier señala que podemos empezar por descartar las imágenes mentales de nuestros vecinos intentando amargarnos la existencia. Así como, evadir esa voz interior que llama a la confrontación para no sentirnos inferiores.

Adicionalmente, recomienda que estudiemos “la sensación de ira, de humillación o de impotencia que surge en ese tipo de situación y, una vez identificada, dejar que se apacigüe por sí misma”. Esta práctica puede convertirte en una persona más serena y, con la suficiente capacidad de afrontar una situación adversa de la mejor forma posible.

Como has podido notar, la convivencia con vecinos molestos puede traer riesgos a nuestra salud y afectar nuestro organismo en general, desde la cabeza hasta los pies. Por ende, antes de caer en disputas debemos reflexionar e identificar la causa del problema. ¡Tu cuerpo te lo agradecerá!

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