De la corrupción y otros demonios

Por: @cristinalennon

Y entonces el joven Dante, frustrado ante la pasividad del purgatorio decidió huir, sin saber que, en su búsqueda del paraíso tendría que atravesar los nueve niveles del infierno.

El primer nivel, el más superficial, fue recibido en el México del 1994, con un gobierno fraudulento y neoliberal, encabezado por el demonio Salinas. En este infierno la palabra corrupción era una exigencia que flotaba en el aire; sin embargo, se sacó del código penal federal y se dejó de enjuiciar y encarcelar a quienes cometían actos de corrupción (esto fue modificado en 2019).

Consternado, avanzó con paso firme hacia el segundo nivel, aquí Dante conoció la creencia popular de que la corrupción es robar dinero, pero no era solo eso; se enteró después que la corrupción es el abuso y fetichización del poder. El mismo abuso que antepuso los intereses del capital, sobre los intereses del pueblo y quitó la conservación de la vida humana y natural de la ética fundamental ¡se liberaron los demonios! Y la violencia comenzó a crecer… Pobre Dante, ni te imaginas lo que te espera.

“¿Nomás dos balaceras en tu ciudad? Uy, en la mía hay mínimo una diaria” presumía un niño a otro, mientras Dante miraba asombrado. Su paso por el tercer nivel fue un campo minado: atravesar una guerra simulada contra el narcotráfico en el 2006, cuando el demonio Calderón (uno de los más perversos) se robó el poder. Armó al país: anualmente ingresaron miles de armas provenientes de un infierno paralelo. Esta guerra dejó 200 mil muertos y 50 mil desaparecidos La vida perdió valor, la esperanza se disipaba en el horizonte.

En el cuarto nivel, los demonios de la corrupción desviaron el dinero de las universidades públicas de México: las desfalcaron y además esos recursos pasaron de adjudicarse a empresas (algunas fantasmas) a paraísos fiscales. Este crimen sigue afectándonos, atentar contra la educación de un pueblo es contribuir a que las condiciones de vulnerabilidad crezcan.

Los niveles quinto y sexto, poseían un especial surrealismo y horripilancia: se abandonaron más de 300 hospitales, se simulaban las entregas de equipo médico y medicamentos; incluso sin una gota de vergüenza se les dio agua como tratamiento a niños con cáncer. Dante contaba que fueron estos los infiernos más calurosos, solo comparados con un verano en Hermosillo, Sonora; aquél 5 de junio del 2009, la muerte andaba brava y dolorosa llegó a la guardería ABC. Mientras 150 pequeños niños dormían, las llamas y el crujir de techos y paredes resonaron tan intenso como el llanto de quienes desesperados buscaban salvarles de las llamas de la corrupción.

En el séptimo nivel, se encontró un país saqueado: ¿de qué tamaño es la corrupción? ¡Te aseguro que más grande que un avión! El cálculo más conservador estima que el 10% del PIB del país se gastaba en corrupción (otros calculan que esta cifra en realidad podría llegar al 20%). Era el año 2012 y los demonios en turno dieron en ofrenda los recursos naturales más valiosos de la nación a otros demonios de infiernos lejanos, a cambio recibieron casas blancas, sobornos y otros favores. Se despojó a las comunidades de sus territorios y se condenó a las futuras generaciones.

En el octavo nivel, hay 43 estudiantes normalistas asustados, reviviendo una y otra vez el pavor de huir y tratar de salvarse de aquel desalmado tiroteo, ellos aun no vuelven a casa, tampoco sus restos. Las calles desoladas y la indignación azotando, en las paredes puede leerse: Fue el estado. Dicen que solo el infierno que siguen viviendo los padres y madres es peor.

Aterrado Dante huye y llega al noveno nivel, pensando que ya nada podría ser peor, cuál habrá sido su sorpresa al encontrarse con ciudades-cementerio: la muerte se volvió cotidiana, en especial la muerte de las mujeres. Las iglesias ardían y los edificios también, mientras las personas le lloran a una pared, se percibe el olor a muerta en el aire. Dante vuelve en sí y con lágrimas en los ojos se pregunta cómo se puede sobrevivir a semejante barbarie. Mientras tanto, los demonios del infierno en sus edenes particulares.

Para la sorpresa de Dante, el siguiente nivel no era ni siquiera eso, era más bien una esfera, no entendía bien qué pasaba. A diferencia del anterior espacio recorrido, aquí se encontró unas calles llenas de gente, donde se escuchaban gritos y exigencias en coro. De la voz emanaba un hombre, lo reconoció, era tan humano como él. Este hombre hablaba de esperanza, paz y vida: el hombre no es el lobo del hombre, sino todo lo contrario.

Una radio sonaba a lo lejos, pero con un mensaje contundente: los demonios ya no nos gobernarán y mucho menos dominarán. Comenzó a ver a este hombre, el nuevo presidente en combate frontal ¿su enemigo? la corrupción. Con basta indignación despojó a los demonios de esos edenes autoconstruídos; como muestra de ello abrió los pinos para el pueblo. Él no estaba, ni está solo en esta lucha, escuchó a un viejo decir.

Y entonces vio cómo se impulsó una la ley de austeridad para evitar gastos innecesarios, pero prohibiendo los recortes a salud, educación y seguridad social. La corrupción se había convertido en un problema estructural: los moches y “aquí nos arreglamos” eran el pan de cada día. Se había generado una cultura política demoniaca que era urgente erradicar, claro si se quería que el pueblo mexicano volviera a vivir con dignidad.

Se consiguió que la Secretaría de la Función Pública (SFP) adquiriera especial relevancia en el combate a la corrupción, en el huachicoleo de recursos naturales, en el sobreprecio en obras públicas y servicios, en el fraude financiero, en las auditorías simuladas (la SFP recauda 50 veces el presupuesto que tiene asignado que es de 50 mil millones de pesos).

En ese momento Dante se preguntó ¿pero por qué tanta importancia al pueblo? ¡Por que es él quien realmente posee el poder! El pueblo cede el poder al gobierno, esperando que éste vele por sus intereses; sin embargo, los demonios tienen la falsa idea de que de ellos emana y entre ellos debe permanecer.

Tan solo en un año (2019), la SFP logró la inhabitalización a ciertos demonios: 10 años Lozoya (ahora detenido), 15 a Rosario Robles (ahora detenida) y Fabio Covarrubias. También 200 destituciones directas a servidores públicos de alto mando, 300 sanciones económicas resarcitorias y más de 1000 multas a empresas que habían abusado de la encomienda que se les dio. Se han cancelado contratos leoninos y hasta se está generando el padrón de integridad empresarial.

¿La lucha contra la corrupción se ha dado? Sí, ¿y la esperanza ha aumentado? también, tan solo de 2017 a 2019 en el barómetro global de corrupción, este país que había atravesado los nueve niveles del infierno pasó de tener en 2017 un 24% de aprobación de las políticas anticorrupción a un 61% en 2019. Dante estaba en la primera esfera del paraíso: una que, si bien no alcanza un rango celestial, sí es humana.

Parece el ocaso de la era de los demonios, pero para saberlo Dante necesita seguir avanzando, tiene esperanza y ansiedad por saber qué le depara ¿seguirán esferas o infiernos? Lo cual no es cuestión de destino, sino de lucha constante, de transformación constante: la corrupción no puede volver a imperar. Ni el pueblo, ni el país, podemos soportar regresar al infierno.

 

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