«Los vapeadores son un 95 % menos dañinos que el tabaco»: la afirmación de la industria que es puro humo

Esta frase ha sido ampliamente difundida por la industria del vapeo. Aunque parezca que se basa en estudios científicos que analizan los efectos sobre la salud de los cigarrillos electrónicos, esta afirmación se origina, en realidad, de una reunión en la que se plasmó la opinión de 12 personas. Multitud de instituciones sanitarias y médicas la han criticado con dureza.

Una de las principales estrategias para la promoción de los cigarrillos electrónicos por parte de la industria del vapeo es recalcar la menor presencia de moléculas perjudiciales para la salud en estos productos en comparación con el tabaco convencional. Entre los mensajes más repetidos por estas empresas para respaldar esta idea existe uno que destaca sobre los temas: “Los cigarrillos electrónicos son un 95 % menos dañinos que el tabaco”. Basta una rápida búsqueda en Internet para comprobar lo difundida que está dicha afirmación, ya sea en castellano o en inglésVarias tiendas también están promocionando productos de vapeo utilizando este mensaje. Incluso la propia Agencia de Salud Pública de Inglaterra (cuyas siglas en inglés son PHE)  utilizó este mensaje el año pasado en una campaña para animar a dejar de fumar. ¿De dónde sale este dato y en qué estudios científicos se basa?

En 2015, la PHE difundió una revisión encargada por esta agencia que concluía que los cigarrillos electrónicos eran alrededor de un 95 % menos dañinos que el tabaco. ¿Este dato surgía de un detallado y cuidadoso análisis de la evidencia científica disponible? No, esta estimación surgió de una reunión de un comité internacional compuesto por 12 personas que tuvo lugar en 2013 y en la que se desarrolló un modelo de análisis de decisión multicriterio.  ¿En qué consistía exactamente? Este modelo se basó en la opinión de los participantes que valoraban los daños asociados a diferentes productos con nicotina. Los miembros del comité puntuaron con una escala de 0 a 100 el daño medio que consideraban que provocan en el mundo 12 productos con nicotina y emplearon para ello 14 criterios de daños diferentes (mortalidad, morbilidad, crimen, daños ambientales, costes económicos…). También daban pesos diferentes a cada criterio según su importancia relativa.

 
 

Con las premisas anteriores, los cigarrillos obtuvieron una puntuación global de 100, los pequeños puros 64 puntos, las pipas 21 y los cigarrillos electrónicos 4. De ahí surgió la repetitiva afirmación del 95 %. Además, las conclusiones eran las siguientes: “Los cigarrillos son los productos con nicotina que causan, con diferencia, más daño a usuarios y a otros en el mundo en la actualidad. Los intentos para cambiar a fuentes de nicotina sin combustión deberían promoverse ya que los daños de estos productos son mucho menores”.

Aunque la afirmación “los cigarrillos electrónicos son un 95 % menos dañinos que el tabaco” empleada por la industria del vapeo suela dar a entender que se basan en estudios científicos que analizan exclusivamente los efectos perjudiciales sobre la salud humana, lo cierto es que:

 
  1. Se basa en una reunión donde se plasmó la opinión de 12 personas.
  2. Para valorar el daño de diferentes productos con nicotina no solo se tuvo en cuenta los efectos sobre la salud, sino también los daños al medio ambiente, el crimen asociado o los costes económicos.
  3. Esta valoración de diferentes productos con nicotina estaba sesgada de partida. Se compararon peras con manzanas por las siguientes razones:

-El tabaco lleva consumiéndose desde hace siglos, su consumo está ampliamente extendido (1 de cada 4 personas es fumadora) y tenemos conocimientos científicos sobre los daños a corto, medio y largo plazo que provoca en la salud. Obviamente, estos efectos perjudiciales sobre la salud, la economía y el medio ambiente son mucho mayores y más conocidos que los cigarrillos electrónicos que empezaron a popularizarse en 2011, el porcentaje de vapeadores es muy reducido (en torno al 1-3 % según el país) y no se tienen conocimientos sobre los daños a medio y largo plazo sobre ellos. Es de cajón que, teniendo en cuenta estos datos, los cigarrillos electrónicos aparezcan como mucho menos dañinos para el mundo.

 
 

-Tras publicarse una reciente y extensa revisión sobre los riesgos conocidos y desconocidos sobre los cigarrillos electrónicos, se pone de manifiesto que es una irresponsabilidad afirmar que “los cigarrillos electrónicos son un 95 % menos dañinos que el tabaco” cuando no se tiene ni idea de los efectos que ocurrirán dentro de unas décadas sobre la salud de los vapeadores. En esta reunión de 12 personas se compararon todos los efectos dañinos que conocemos sobre el tabaco con respecto a lo poco que conocemos a corto plazo sobre los cigarrillos electrónicos.  

 

Los sesgos, puntos débiles y conflictos de interés tras “Los cigarrillos electrónicos son un 95 % menos dañinos que el tabaco”

La revisión realizada por el comité compuesto por 12 personas ha sido objeto de numerosas críticas por parte de asociaciones científicas y de instituciones sanitarias. De hecho, un artículo de la prestigiosa revista médica The Lancet se refirió a esta investigación como “extraordinariamente endeble”. Se trataba de una durísima editorial con un título muy llamativo: “Los cigarrillos electrónicos: Confusión basada en la evidencia de la Agencia de Salud Pública de Inglaterra”.

 
 

Entre las críticas a la investigación destacan las siguientes:

 

-La revisión no se realizó con una metodología científica, sino que se centró en la opinión de 12 expertos.

-Estos mismos expertos reconocían que: “Una limitación de este estudio es la falta de fuerte evidencia para los daños de la mayoría de los productos en la mayoría de los criterios” y que “no hubo un criterio formal para el reclutamiento de los expertos“.

 

-Algunos de estos expertos tenían importantes conflictos de intereses. Por ejemplo, uno de ellos es consultor del grupo Arbi, que es un distribuidor de cigarrillos electrónicos. Otros de los participantes no eran profesionales de reconocida experiencia en el área del control del tabaco.

 
 

-Algunas de las afirmaciones de este estudio van en contra de lo que numerosos estudios han encontrado. Por ejemplo, se recalca el hecho de que los cigarrillos electrónicos son útiles para dejar de fumar y que no suponen una puerta de entrada para el tabaco convencional. Sin embargo, son múltiples los estudios que han observado que los adolescentes que prueban los cigarrillos electrónicos tienen más probabilidades de pasar a fumar tabaco en comparación con aquellos que no han usado nunca estos dispositivos. Además, su papel para dejar de fumar de forma efectiva no ha sido aún aclarada en estudios en comparación con las estrategias médicas actuales. De hecho, el documento de la PHE para respaldar la idea de que los cigarrillos electrónicos son útiles para dejar de fumar se basaba en un único estudio observacional, con muchas limitaciones y con una calidad de la evidencia “baja o muy baja”, como los propios autores reconocían.

-Se ha comprobado que las publicaciones científicas en las que se basa la PHE para establecer sus conclusiones tenían importantes problemas detrás. Un estudio detectó que la mayoría de las investigaciones científicas tenían serios problemas metodológicos. Además, de los 76 estudios científicos que analizó, un 34 % tenían autores con conflictos de intereses. Las conclusiones eran las siguientes: “Debido a los muchos problemas metodológicos, a los graves conflictos de intereses, a los relativamente pocos y a menudo pequeños estudios, a las inconsistencias y contradicciones en los resultados y a la falta de estudios de seguimiento a largo plazo, no se pueden establecer conclusiones firmes sobre la seguridad de los cigarrillos electrónicos. Sin embargo, difícilmente se pueden considerar inocuos”.

-Las conclusiones de este documento, que promueve los cigarrillos como una herramienta de salud pública para dejar de fumar, van en contra de las recomendaciones de instituciones tales como la Organización Mundial de la Salud (OMS) que aconseja establecer una mayor regulación sobre los cigarrillos electrónicos y prohibir la venta a menores y su uso en interiores. Otras organizaciones sanitarias que se han pronunciado en contra de las conclusiones de la PHE son la Asociación Médica Británica, la Facultad de Salud Pública de Reino Unido, el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de EE. UU. (CDC), la Comisión Europea y otras instituciones sanitarias internacionales.

Por muchas veces que se repita que “los cigarrillos electrónicos son un 95 % menos dañinos que el tabaco”, no deja de ser una mentira miles de veces repetida. Y no deberíamos dejar que, a fuerza de repetirse, se convierta en una verdad, porque no lo es. La pura verdad en es que nadie sabe, a día de hoy, cómo de dañinos son los cigarrillos electrónicos. Nadie. Cualquier intento de cuantificar con números sus perjuicios no dista mucho de mirar a un bola de cristal con la intención de adivinar el futuro. Aunque la industria del vapeo insista en que los cigarrillos electrónicos emiten menos moléculas tóxicas y en una concentración, en general, mucho menor que el tabaco convencional (lo cual es cierto), nunca explican que durante el vapeo también se liberan moléculas no presentes en el tabaco y de las cuales no tenemos ni idea de cómo afectarán a la salud de los vapeadores en las próximas décadas.

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