“Me asusté y tiré a mi bebé”: la disputa legal de las mujeres “enajenadas” que matan a sus recién nacidos tras el parto

Ana Carolina Moraes da Silva había puesto a su hija de 2 años a dormir la siesta y se quedó dormida junto a la niña. Pero se despertó con ganas de ir al baño. Una bebé, cuyo embarazo ignoraba, salió de ella y cayó en el fondo del inodoro.

Cuando se levantó, todavía sentía que la placenta caía sobre la recién nacida. “Vi a la bebé que no se movía, llena de sangre, y me asustó todo, porque no tenía dolor. Estaba llorando de desesperación”.

Trajo toallas del tendedero, envolvió a la niña, la metió en una bolsa de plástico, metió una “xuxinha” (elástico para el cabello), como recuerdo de madre a hija, y arrojó a la recién nacida por el conducto de basura del edificio.

La familia vivía en el sexto piso de un edificio en Santos, en la costa de Sao Paulo, donde los conductos llevan a un basurero en la planta baja. La bebé no sobrevivió.

“Me asusté, me dio pavor, tiré a mi bebé. Perdí a mi hija, pero me acusan de matarla. No sé por qué no llamé a Samu (servicio de emergencias de Brasil), a la policía, al padre de las niñas. Nunca imaginé vivirlo. Tuve una reacción de no pensar en nada. Dios me ha ayudado a sobrevivir aquí sin volverme loca, pero nunca olvidaré lo que pasó. Es como si nada de lo que había hecho antes hubiera valido la pena”.

La exgimnasta de 31 años dio, en una carta enviada a BBC News Brasil, su versión de lo ocurrido el 27 de junio de 2018, fecha de la muerte de su segunda hija.

Son diez páginas escritas a mano con bolígrafo rojo desde la celda 18, pabellón 3, de la Penitenciaría de Mujeres Santa Maria Eufrásia Pelletier, en Tremembé, en el interior de Sao Paulo, donde Ana Carolina está encerrada desde el 3 de julio de 2018, acusada de homicidio calificado y de esconder un cadáver.

“Insisto en el estado puerperal y que el delito debe ser desclasificado como homicidio a infanticidio, pero el juez no lo reconoce”, dice Letícia Giribelo Gomes do Nascimento, abogada de Ana Carolina. “Ella ha estado en prisión preventiva durante dos años, sin perspectivas de juicio por la pandemia, en el limbo”.

Las madres que matan a sus recién nacidos pueden ser procesadas por el delito de homicidio o infanticidio. Lo que los diferencia es el estado puerperal presente en el infanticidio, como se describe en el artículo 123 del Código Penal brasileño: “Matar, bajo la influencia del estado puerperal, al propio niño, durante el parto o poco después”.

Carta de Ana Carolina Moraes da Silva para el reportaje de la BBC

Entendida como una condición que deja a la mujer sin el dominio absoluto de sus actos, el estado puerperal es decisivo para el destino de estas madres.

Convierte el infanticidio en un delito excepcional, que implica una pena de dos a seis años, mientras que el homicidio prevé una pena de prisión de seis a 20 años o más, según los calificativos y agravantes.

El caso es que, desde la promulgación del Código Penal, hace casi 80 años, no hay consenso sobre qué representa el estado puerperal, cuánto dura, si hay pruebas y si se necesita un informe que lo confirme.

“Todo esto proviene de las mentes de los médicos del ámbito legal y de la doctrina del derecho penal”, dice la antropóloga y abogada Bruna Angotti.

Esto significa que la mujer acusada de matar a su recién nacido puede ser vista como más o menos cruel según el lente a través del cual se mire la maternidad.

Hay una lotería judicial en torno al infanticidio que depende de la moral de quien juzga y que no contribuye en nada a la complejidad de un escenario en el que están involucrados aspectos biológicos, psicológicos y sociales”, dice Angotti.

Esta lotería judicial, es decir, una discrepancia en la forma en que se interpretan y juzgan estos casos, está en el corazón de la tesis doctoral de la antropóloga, defendida en junio de 2019 en la Universidad de Sao Paulo.

Angotti analizó siete casos judiciales y 179 sentencias dictadas entre 2005 y 2015 y participó en tres sesiones de jurado. Observó que las penas sufridas por las mujeres variaban entre los 6 meses y los 17 años y medio, aunque los delitos tenían varios elementos en común.

Hay similitudes, por ejemplo, en el contexto. La mayoría son mujeres que están solas, que niegan u ocultan el embarazo, que dan a luz en sus casas. En muchos de los casos, es la primera vez que incurren en un delito, son pobres, a menudo han sido víctimas de violencia doméstica y esconden mal el cuerpo del bebé.

“En lugar de enterrar al niño, por ejemplo, lo metieron dentro del armario, lo colocaron encima de la lavadora o debajo de la cama”, dice Angotti.

La muerte del niño suele ocurrir por estrangulamiento, asfixia, agresión, ahogamiento o, de lo contrario, por omisión, cuando el niño es abandonado.

Dibujo de una mujer con las manos en la cabeza

Un caso de abandono seguido de la muerte del niño se enmarca en el artículo 134, no en el 123 sobre el infanticidio, pero se mantiene la pena de dos a seis años de prisión.

En el 134, sin embargo, la motivación es “esconder el deshonor propio”. Sería un remanente de códigos penales anteriores, como los de 1830 y 1890, que no contemplaban el estado puerperal, pero en los que se reducía la pena por infanticidio cometido tanto por hombres como mujeres que querían ocultar el nacimiento de un hijo, visto por ellos como una situación infame.

Ni “melancolía posparto” ni depresión posparto

El puerperio, de donde proviene la expresión “estado puerperal”, es el período que va desde la expulsión de la placenta después del parto hasta el regreso de los órganos reproductores de la mujer al estado anterior al embarazo, según explicó la ginecóloga y obstetra Márcia Maria Tabacow Gomes, que, desde hace 44 años, atiende parturientas en Sao Paulo.

Esta fase dura un promedio de 40 días, durante los cuales el útero cicatriza y hay un sangrado típico.

Algunas mujeres pueden experimentar cambios psicológicos en ese periodo, como el llamado baby blues, marcado por episodios de melancolía e irritabilidad, o depresión posparto, que puede llegar a ser severa y aguda.

El estado puerperal, sin embargo, no tendría que ver con estos cambios. Sería una disminución en la capacidad de comprensión o autoinhibición de la mujer debido al parto.

Angotti confirmó las particularidades del infanticidio en Canadá, país que también prevé la relajación o disminución de penas en estos casos y en donde pasó siete meses de su doctorado estudiando la bibliografía internacional sobre el tema.

“En la literatura hay varias ideas recurrentes, mira (el poema sobre) Marie Farrar de Bertolt Brecht”.

En él, el poeta alemán rescata y arroja luz sobre el carácter escuálido, huérfano, de una menor de edad que da a luz en el baño de su señora y que, “con ambos puños, a ciegas, sin parar, golpea al niño hasta que él se calla”.

En los siguientes versos, Farrar lleva el cuerpo del recién nacido a su cama por el resto de la noche y lo esconde por la mañana en el lavadero. Descubierto el infanticidio que cometió, muere en prisión.

Estadísticas escasas

En el ámbito legal internacional, el asesinato de un bebé se denomina neonaticidio cuando ocurre dentro de las primeras 24 horas posteriores al parto. Después de eso y hasta el año de edad, se llama infanticidio.

Las estadísticas sobre estos sucesos son escasas y en ocasiones inexactas porque los casos no siempre se registran como tales y porque es posible que nunca se descubran los cuerpos de las víctimas.

Una de las pocas cifras sobre la incidencia de ese tipo de crimen a nivel internacional se encuentra en el artículo publicado en 1997 por el sociólogo estadounidense David Finkelhor, de la Universidad de New Hampshire, quien estimó infanticidios en 8 casos por cada 100.000 habitantes en Estados Unidos.

Una mujer acostada en una clínica de abortos

Phillip Resnick, director de Psiquiatría Forense de la Universidad Case de la Reserva Occidental en Cleveland (EE.UU.), introdujo el concepto de neonaticidio en la literatura médica en 1970.

De acuerdo con el experto, en Canadá, la incidencia no es más de 3 por 100.000 habitantes. Habla de 500 muertes infantiles al año en Estados Unidos en la actualidad y esa cifra abarcaría tanto a recién nacidos como a niños más grandes.

Un grupo de siete científicas de instituciones de Río de Janeiro, publicó un artículo sobre el tema en 2017 en la revista Archives Women’s Mental Health, que tiene como objetivo vincular los conocimientos de psiquiatras con los de obstetras-ginecólogos.

El grupo, que incluye a seis brasileñas, seleccionó diez estudios, en su mayoría europeos, y mostraron que la incidencia variaba de 0,07 casos por 100.000 habitantes en Finlandia a 8,5 muertes neonatales por 100.000 habitantes en Austria.

En Brasil, existen enormes discrepancias en los registros de datos. Información clasificada en tablas del Consejo Nacional de Justicia (CNJ) enviada a BBC News Brasil muestra que, de 2016 a 2019, el número de nuevos casos anuales de infanticidio que ingresaron a los tribunales aumentó de 165 en 2016 a 1.723 en 2019, debido especialmente a los que fueron reportados por el Tribunal de Justicia de Acre el año pasado (1.642 casos). Las autoridades de Acre no aclaran estas cifras ni si son correctas.

En el estado de Sao Paulo, en 2018, también habría habido un gran aumento de casos, a 1.851. Preguntado al respecto, el Tribunal de Justicia de Sao Paulo (TJSP) rectificó las cifras: dijo que solo hubo cinco casos de infanticidio en 2018 y otros 14 en 2019.

“No siempre es posible identificar todas las fallas, ya que hay más de 3.000 sujetos en las tablas procesales”, dijo el asesor del CNJ. “En los que son más prominentes, como la violencia doméstica, las distorsiones son más fáciles de detectar”.

De hecho, los delitos de infanticidio se consideran raros, aunque Angotti asume que muchos de los asesinatos de recién nacidos se denuncian como homicidios porque el juez no reconoce el estado puerperal, como sucedió con Ana Carolina Moraes da Silva.

Mujer acostada con los ojos abiertos

Por lo tanto, algunos abogados defensores parecen ser tomados por sorpresa cuando se hacen cargo de los casos. “Llevo en la profesión más de 20 años, mi padre fue abogado durante más de 40 y nunca conformamos un jurado por infanticidio”, reconoce Marcelo Luis Cardoso de Menezes, convocado en octubre del año pasado para defender a una joven en la ciudad de Suzano, en la región metropolitana de Sao Paulo, acusada de intentar asfixiar a su hijo ocho días después del parto. Todavía estaban en la maternidad.

El bebé tenía ictericia y la madre permaneció hospitalizada para amamantarla. Fue en una de las tomas que, aunque contenida por la enfermera, causó heridas al niño. Era noviembre de 2015, la joven tenía 19 años y afirmó no recordar la agresión. El estado puerperal fue certificado por el equipo psiquiátrico.

Según el abogado, la madre responde (al proceso) en libertad y estaría cuidando a su hijo. La primera audiencia está programada para septiembre, pero es posible que no se celebre debido a la pandemia. “Todas las partes necesitan ingresar virtualmente al sistema, pero a veces la persona juzgada ni siquiera tiene computadora”, señala Menezes.

“La última muñeca de las muñecas rusas”

Hace doce años, un intento de infanticidio marcó a la psicoanalista Vera Iaconelli, hasta el punto de servir de columna vertebral para el libro Mal-Estar na Maternidade: do Infanticídio à Função Materna (Malestar en la maternidad: del infanticidio a la función materna).

Coordinadora de una clínica para embarazadas, Iaconelli fue llamada por la tía de una adolescente para ir a una maternidad en Sao Paulo. La joven había ingresado a urgencias con dolor abdominal, sin saber el motivo de las molestias.

Había ocultado haber tomado una pastilla abortiva ya en la semana 27 de embarazo.

El médico que la atendió, sin embargo, no se percató del embarazo y solo indicó un remedio para los cólicos.

En un momento, la niña pidió la llave del baño, donde dio a luz a una niña, que no respiraba porque todavía estaba adherida a la placenta.

La arrojó a la basura, devolvió la llave y abandonó el lugar, pero la volvieron a llamar. Cuando llegó al hospital, un jefe de policía la estaba esperando.

“El cuerpo de enfermería le tenía miedo a la adolescente, como si fuera un monstruo, pero lo que vi fue una niña totalmente confundida, asustada, que no podía verse lo suficientemente adulta para tener un bebé”, dice la psicoanalista.

La bebé, que sobrevivió, fue el resultado de la relación de la joven con un hombre casado, que no se hizo responsable ni la apoyó. Los padres de la niña asumieron que aún era virgen y la relación con su madre, en particular, era conflictiva, con episodios de violencia doméstica.

La joven también había abandonado la escuela secundaria y ayudaba en casa, cuidando a sus hermanos menores. Iaconelli siguió de cerca el involucramiento cada vez más íntimo de la adolescente con su propia hija.

Su “supuesta locura” dio paso a la creciente confianza del equipo del hospital hacia ella y de ella misma con su hija. La evolución de la relación hizo que el jefe de policía no iniciara una investigación.

“La madre nació después del bebé”, dice Iaconelli, para quien el embarazo y el parto no garantizan la construcción de la maternidad.

“Incluso cuando la mujer hace un gran proceso prenatal, un parto a lo Gisele Bündchen, todavía hay una extrañeza brutal en el nacimiento del niño”, dice en alusión al hecho de que la modelo brasileña tuvo a ambos hijos en casa, con la ayuda de una partera.

El desconocimiento de este proceso genera una serie de eventos, dice Iaconelli, desde la depresión posparto por incomprensión hasta la penalización excesiva por infanticidio.

“El bebé es la última muñeca de las muñecas rusas, las que se encajan entre sí. Muy a menudo, este bebé descuidado es parte de una historia de desamparo y abandono”, dice la psicoanalista.

La joven a la que acompañó tuvo dos hijos más y trabaja como enfermera en una UCI neonatal.

Intento de suicidio

En el caso de la exgimnasta Ana Carolina, su abogado incluso pidió que se la considerara que no era imputable, es decir, incapaz de responder por sus acciones, debido a problemas psiquiátricos previos al embarazo.

El artículo 26 del Código Penal prevé la no responsabilidad del acusado en casos específicos. Ana Carolina relató episodios depresivos a lo largo de su vida, resultado, según ella, de un componente genético: sus padres, ambos fallecidos, habrían sido víctimas de depresión.

Sin embargo, nunca buscó tratamiento y, por tanto, no existe ningún informe que lo acredite. En la cárcel, poco después de la muerte de su hija, Ana Carolina intentó suicidarse usando un tenedor y la tapa de aluminio de un recipiente de comida. Fue trasladada a Tremembé. Recién en julio de este año pudo pasar por un psiquiatra en Sao Paulo. El informe del examen aún no se ha publicado.

“En lugar de considerarla inimputable, el médico la clasificó como semiimputable, es decir, no tendría un discernimiento total sobre la acción, pero podría comprender su carácter criminal”, explica Gomes do Nascimento.

Se descartó el estado puerperal. Así, el juez entendió que se trataba de un homicidio calificado con ocultación de un cadáver, porque tenía la capacidad mínima para reconocer lo que estaba haciendo.

El cuerpo del bebé arrojado al basurero por Silva fue encontrado al día siguiente por una persona que recogía material reciclable y que buscaba latas en la basura, colocadas en la calle por un limpiador de edificios.

El hombre le contó a los policías que pasaban por allí lo que había encontrado y hallaron una factura de compra de pañales con información del padre de la niña, de quien Ana Carolina estaba separada, aunque los dos aún vivían en el mismo departamento.

A través de cámaras en la farmacia, horas después consiguieron dar con el padre, quien fue detenido y luego puesto en libertad cuando negó participación alguna en lo ocurrido.

Dijo que no sabía sobre el embarazo.

Dibujo de un juicio

La exgimnasta no volvió a ver a su hija de 2 años ni a recibir la visita del padre de la niña, quien tiene la custodia y que tuvo que mudarse a Praia Grande luego de ser lapidado en la calle.

La pareja fue amenazada de muerte en las redes sociales.

“Fue un crimen que sacudió a Santos, que generó una conmoción pública, muchas veces el juez no quiere esa responsabilidad para él y prefiere pasarla a los siete jurados”, dice el abogado.

Fue en Praia Grande, el pasado 18 de junio, que una joven de 20 años arrojó a su bebé recién nacido por la ventana del apartamento donde vive.

El bebé falleció en el entrepiso y allí su joven madre lo recogió y lo llevó al basurero del edificio. La adolescente fue sometida a una valoración psiquiátrica para determinar si se encontraba “en un estado de ánimo alterado tras el parto”.

Ella responde a la justicia en libertad.

Joven, sin pareja estable ni apoyo económico

La psiquiatra forense Lisieux Telles, que trabaja en el Instituto de Psiquiatría Forense Doctor Maurício Cardoso, en Porto Alegre, se apega a sus 25 años de experiencia para afirmar que, desde el punto de vista médico, nunca ha visto a nadie que se haya trastornado mentalmente por haber dado a luz.

Telles no descarta en este tipo de delitos la presencia de condiciones previas de la mujer, como esquizofrenia y trastornos del estado de ánimo, que pueden descompensarse al final del embarazo o el parto y llevar a la parturienta al homicidio.

En estos casos, en lugar de centrarse en el infanticidio, un psiquiatra firma un informe de enfermedad mental, que certifica que la acusada no puede responder por lo que hizo. La mujer luego cumple con una medida de seguridad en un hospital de custodia y tratamiento psiquiátrico. El Código Penal establece que el período mínimo de hospitalización es de uno a tres años, pero no prevé un período máximo. Dura hasta que el final del peligro está determinado por la experiencia médica.

Pero Telles dice que muchos de los delitos de infanticidio tienen en común la planificación. “Por lo general, existe la premeditación de matar a ese niño, mucho antes del parto”, dice.

Telles afirma que las neonaticidas son en general mujeres jóvenes, sin pareja estable ni apoyo económico, que se quedan embarazadas muchas veces sin querer y que esconden el embarazo, evitando los cuidados prenatales y disimulando el crecimiento de la barriga para que nadie lo note.

“Planean el nacimiento de este bebé fuera del hospital y terminan matando al niño, luego desechando el cuerpo”.

Bebé recién nacido

Esa fue la conclusión a la que llegaron los jurados al descartar el infanticidio en el caso de la asistente de limpieza Andressa Breijas Molina en mayo del año pasado, en Sao José do Rio Preto, en el interior de Sao Paulo.

Fue condenada a 24 años, 10 meses y 20 días por homicidio, con el calificativo de haber utilizado un recurso que obstaculizó la defensa de la víctima y el agravante de que la víctima era su descendiente.

Con una correa elastica, Andressa ocultó el embarazo a amigos y familiares, que viven en Cedral, a 20 km de Sao José do Rio Preto.

Dijo que sentía vergüenza de que el embarazo fue el resultado de la violación de un tío, que está huido.

Madre de una niña de 9 años, estaba sola en casa cuando se puso de parto y llamó a Samu.

La enfermera de la ambulancia escuchó el llanto de un niño fuera de la casa, pero luego hubo silencio. Cuando el equipo finalmente entró, Molina tomó la placenta que estaba en una bolsa, le entregó el órgano a la enfermera y se sentó en un colchón. Debajo de él estaba el niño, muerto con un corte en el cuello.

Para el fiscal, la mujer de 28 años premeditó el crimen. No había comprado el ajuar ni había pensado en un nombre para su hijo.

Para la abogada defensora Marina Calanca Servo, Andressa tenía la intención de entregar al recién nacido. “Si hubiera querido matar al niño, no habría pedido ayuda”. Dice que la asistente de limpieza solo recuerda destellos de ese momento: las contracciones, el cuchillo en la mano, la sangre.

También está detenida en Tremembé, donde se encarcela a mujeres en situación de riesgo en unidades penitenciarias estándar. En la cárcel, matar a un bebé se castiga con otra muerte, la de la madre.

“Es necesario reconocer que la relación de filiación no está garantizada por la biología”, reitera Iaconelli. Sin embargo, lo que la sociedad espera del padre es que cumpla el rol pragmático de proveedor, mientras que a la madre se le encarga el lugar mítico del amor inmediato.

La idea de que una mujer embarazada ya es naturalmente madre persiste en todos los círculos, a veces sin que nos demos cuenta de que necesita ayuda con ese reconocimiento”.

Angotti entiende que la Justicia no cubre la complejidad del infanticidio debido a los múltiples factores involucrados. Para ella, el veredicto debe estar dirigido a la absolución con un cuidadoso control de la salud de la mujer, fuera de un hospital con medidas de seguridad.

“Aquí, el derecho se detuvo en el tiempo”.

 

 

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