UN METEORITO COLOSAL ESTALLÓ SOBRE LA ANTÁRTIDA SIN DEJAR CRÁTER
Un meteorito colosal estalló en el aire, sobre la Antártida, hace 430.000 años y no dejó cráter. Se trata de un objeto similar al que provocó la catástrofe de Tunguska.
El bólido de Tunguska fue una gran explosión que ocurrió cerca del río Podkamennaya Tunguska, Rusia, en la mañana del 30 de junio de 1908. Durante mucho tiempo, no se pudo explicar qué lo había ocasionado.
La explosión sobre la taiga siberiana aplastó aproximadamente 80 millones de árboles en un área de 2 150 km² de bosque, y al menos tres personas pudieron haber muerto en el evento. Para hacernos una idea del calibre del desastre, la energía explosiva se consideró 185 veces más fuerte que la bomba de Hiroshima.
Se clasifica como un evento de impacto, aunque no deje cráter
Se clasifica como un evento de impacto, aunque no se haya encontrado nunca un cráter de impacto; se cree que el objeto se desintegró a una altitud de 5 a 10 kilómetros y no llegó a golpear la superficie de la Tierra.
En 2019, la NASA informó sobre la explosión de un meteoritoen la atmósfera de la Tierra que fue diez veces más poderosa que la bomba atómica lanzada sobre Hiroshima(Japón) en 1945.
El estallido, que fue detectado por los satélites militares de EE.UU., sucedió sobre el mar de Bering, frente a la península de Kamchatka, una zona remota de Rusia.
Según la NASA, esta explosión fue la segunda más fuerte de su tipo en los últimos 30 años y es el meteorito más grande en llegar a la atmósfera de la Tierra desde el que impactó en Cheliábinsk (Rusia) en 2013. En ese caso, la onda expansiva del impacto causó casi 1.500 heridos.
ASÍ HAN ENCONTRADO RASTROS DE SU PRESENCIA
El nuevo meteoro detectado, tampoco llegó a impactar sobre la Tierra. Pero se estima que podría tener entre 100 y 150 metros de diámetro.
Las partículas desenterradas en las montañas de la Antártida fueron producidas por un acontecimiento inusual en el que un meteorito explotó en el aire hace unos 430.000 años, liberando un chorro de material fundido y vaporizado que no era lo suficientemente denso como para formar un cráter de impacto cuando golpeó la superficie del planeta, según el estudio publicado en Science.
Los hallazgos pueden ayudar a los científicos a identificar mejor los impactos de meteoritos de «ráfagas de aire» en la Tierra y a prepararse para los futuros, que pueden ser inofensivos para los seres humanos cuando se producen sobre la Antártida, pero podrían causar una grave destrucción si ocurren en lugares densamente poblados.
Se estima que los grandes estallidos aéreos, que se producen cuando los asteroides entran en la atmósfera terrestre y explotan en el aire, son mucho más frecuentes que los impactos de meteoritos que forman cráteres.
Sin embargo, debido a las dificultades para identificar y caracterizar los residuos lejanos de los meteoritos que explotan, las grandes explosiones aéreas se identifican sobre todo a través de los relatos de los testigos oculares, más que por las pruebas del registro geológico.
Para reconstruir el rompecabezas de un posible acontecimiento meteorítico antiguo que impactó en la Antártida sin apenas dejar rastro, Matthias Van Ginneken y sus colegas utilizaron técnicas de microscopía y láser para analizar 17 partículas ígneas negras y esféricas recogidas en Walnumfjellet, en las montañas Sør Rondane de la Tierra de la Reina Maud, en la Antártida.
Determinaron que las partículas, que en su mayoría tenían un tamaño de entre 100 y 300 micrómetros, estaban compuestas principalmente por los minerales olivino y espinela de hierro, soldados por pequeñas cantidades de vidrio.
La química de estas partículas, incluido su alto contenido en níquel, sugiere que se originaron en el espacio exterior.
Los investigadores también compararon las partículas con las encontradas en los núcleos de hielo EPICA Dome C y Dome Fuji, previamente identificados, que registran eventos meteoríticos en la Antártida hace 430.000 y 480.000 años, observando similitudes que sugieren que las partículas fueron el resultado de un impacto de un solo asteroide hace unos 430.000 años.
A través de simulaciones numéricas, en combinación con el bajo contenido de isótopos de oxígeno-18 observado en las partículas, y observando la falta de un cráter vinculado al evento, Ginneken et al. concluyen que las partículas llegaron a la capa de hielo a través de chorros de vapor de proyectil liberados por el meteorito explotado, que probablemente tenía entre 100 y 150 metros de diámetro.