¿Podremos colonizar lunas como en Star Wars?

Mientras que en la Cumbre del Clima de las Naciones Unidas se reúnen expertos y líderes de todo el mundo para acordar pautas destinadas a mitigar los efectos del cambio climático, otros científicos siguen en busca de nuevos mundos habitables escondidos en nuestra galaxia. El objetivo es no destruir el planeta en el que nos encontramos; pero, dadas las circunstancias, no está de más contar con segundas opciones.

La colonización de nuevos mundos es algo tan tentador que ha formado parte de los argumentos de grandes clásicos del cine, como Blade Runner, Avatar o, por supuesto, todos los títulos de la saga de La Guerra de las Galaxias. ¿Pero sería posible realmente alcanzar algunas de las situaciones expuestas en todas estas películas? Eso precisamente es lo que ha analizado el astrofísico de la Universidad de Lincoln Phil Sutton, en un artículo divulgativo publicado en la web de dicho centro. Concretamente, se centra en el caso de Star Wars, donde no solo se habían colonizado otros planetas, sino que los humanos podían también campar por lunas, como la desértica Jedha o la boscosa Endor. Por desgracia, como él mismo refiere en su publicación, sin un Halcón Milenario lo tenemos complicado, aunque hay algunas razones para mantener la esperanza o, al menos, para soñar con ello.

 
 

¿Hay posibles candidatos?

A falta de tecnologías que nos permitan viajar entre galaxias, al más puro estilo de Han Solo, tendremos que conformarnos con lo que puede ofrecernos la nuestra. Que no es poco.

 

Sin embargo, habría que comenzar eliminando de la ecuación las lunas dinámicamente jóvenes; ya que, incluso si tuvieran temperaturas y una atmósfera adecuadas para la supervivencia, estarían sometidas a mareas que provocarían una actividad volcánica muy frecuente e intensa.

 
 

Eliminada esta opción y centrándonos en nuestro propio sistema solar, en un principio podrían ser buenas opciones Encélado y Europa, que son satélites de Saturno y Júpiter, respectivamente. Pueden parecer unas candidatas malísimas, ya que se encuentran tan lejos del Sol que su superficie se encuentra congelada, haciendo la vida aparentemente imposible. Sin embargo, se cree que la proximidad a sus planetas anfitriones podría generar un calentamiento interno que mantendría agua en estado líquido por debajo del hielo. De hecho, al menos en el caso de Encélado, se ha observado que contiene grietas por las que emana agua desde su interior.

 

De cualquier modo, puestos a contar hasta con las posibilidades menos estudiadas, Sutton recuerda la importancia de las investigaciones recientes, que apuntan a la existencia de exolunas. Hace solo unos años, encontrar planetas fuera del sistema solar parecía propio del argumento de una película de ciencia ficción. Sin embargo, hoy es una realidad cada vez más frecuente, que ha llevado al hallazgo de más de 4.000. De ellos, resultan especialmente llamativos para los científicos los que se encuentran dentro de la conocida como “zona de habitabilidad”, ubicada a una distancia adecuada de su estrella anfitriona, para que las temperaturas hagan posible la existencia de vida. Ahora bien, si varios de los planetas de nuestro sistema, incluyendo a la Tierra, tienen satélites orbitando a su alrededor, ¿por qué no iban a tenerlos también estos nuevos hallazgos?

 
 

Esto es algo que los astrónomos llevan preguntándose mucho tiempo, aunque hasta ahora no han logrado encontrar con seguridad ninguno de estos exosatélites. En caso de haberlos, también podrían ser objetivos viables para la búsqueda de vida. Sobre todo, sería interesante el caso de planetas cuya luna fuese en realidad un planeta más pequeño que hubiese sido capturado por su campo gravitacional. Es, por ejemplo, lo que en el sistema solar ocurrió con Neptuno, que capturó un planeta enano que pasó a convertirse en su satélite Tritón.

 

Finalmente, el astrofísico autor del artículo se refiere a un caso muy concreto, el del exoplaneta J1407b, cuyo sistema de anillos, mucho más grande que el de Saturno, contiene brechas que quizás podrían haberse formado por la influencia de una exoluna. Por desgracia, al hacer una simulación para comprobarlo, llega a la conclusión de que no.

 

Sea como sea, hay motivos para que los científicos mantengan la esperanza y sigan trabajando en busca de planetas y satélites en los que la humanidad pueda asentarse en un futuro. ¿Quién sabe? Con las avanzadas tecnologías que estarán por venir, podría no ser algo tan descabellado. Siempre que tengan la Fuerza de su parte, por supuesto.

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