¿Qué problema tiene la moda con el pecho femenino?

“En el mundo de la publicidad de moda, muy impregnado del de la fotografía de moda, se ha mantenido desde sus inicios (años 20 del siglo pasado) el mismo ideal de belleza y de estética femenina”, explica a S Moda Paloma Díaz-Soloaga, profesora titular de Intangibles y Moda en la Universidad Complutense de Madrid y coautora, junto a Doris Treviños, de la investigación Estereotipos femeninos en anuncios gráficos de marcas de lujo de moda, perfumería y cosmética (Ed. Complutense). “Una mujer joven, muy delgada y con poco pecho, tirando a aniñada, que más que mujer adulta es como una niña grande. No solamente porque le quede bien la ropa, diseñada para estos cuerpos, sino porque ese es el ideal de belleza, una sílfide: delicada, con poco pecho, muy fina de silueta y un poco andrógina, no tirando a masculino sino con rasgos femeninos poco definidos”, señala la experta. Aunque hoy en día ese ideal convive con otros modelos de influencia, como las curvas Kardashian o “la chica Guess o Versace, más explosivas”, a la hora de admirar la perfección, “el arquetipo es ese”.

Un ejemplo de que ese patrón va desde los diseños a la publicidad, pasando por las pasarelas, lo dejaba en 2013 la modelo y actriz británica Jordan Dunn. Vetada en el desfile de Dior porque su pecho no encajaba en los corsés de la firma. “Jajaja, me acaban de cancelar de Dior por mis pechos. Amo la moda”, escribía en Twitter. “Normalmente me echan para atrás porque soy ‘de color’, pero ser cancelada por el tamaño de mi pecho es un mal menor”.

Dentro de un marco general de mayor diversidad en las colecciones y campañas, impulsado en los últimos años con ayuda de las redes sociales y el movimiento de positivismo corporal, han empezado a proliferar tallajes de un espectro más amplio, tanto hacia arriba como hacia abajo. Muchas firmas de sujetadores ya han contemplado las necesidades específicas de las diferentes personas que, por ejemplo, han perdido un pecho, no quieren disimularlo y deciden ponerse un sujetador con copa y parche. Y otras, como Savage X Fenty, la firma lencera de Rihanna, tienen variedad para todo tipo y tamaño de senos y los muestra también en campañas y pasarelas. Pero el cambio se resiste a llegar a otras prendas como vestidos, camisetas o camisas, que se siguen fabricando para una masa genérica que, además, no se corresponde en su mayoría con tales medidas. En España, la copa de sujetador más usada es la B, la segunda más pequeña (lo que nos sitúa entre los países europeos de menor tamaño de mamas), y la media de talla oscila entre la 90B, 95B y 95C, según datos de TargetMaps.

Los datos de qué queremos y qué talla usamos están ahí, los damos cada vez que compramos algo por internet -una práctica que gana adeptos, solo en 2018 se reconocía haber incrementado esta vía de consumo en hasta un 80% más que en 2017, según EmpathyBroker-. Y es precisamente la ropa el número uno de los tipos de productos que adquirimos en estas compras en línea, señala una encuesta de 2018 de Statista Global Consumer. Pero la demanda difícilmente se traduce por cambios en los patrones de la ropa que llevamos (ni en cómo se publicita) y pasar por el probador con una camisa en dos tallas y salir sin ninguna porque una encaja por todas partes menos en el pecho, donde aprieta, o cae bien al pecho pero sobra tela por el resto de sitios, sigue siendo habitual.

Dos marcas han apostado por atender específicamente a este problema de la moda con el pecho femenino. ASOS, que también cuenta con otras líneas inclusivas como Curve o Petite, lanzaba a finales del pasado año la colección ASOS Design Fuller Bust, con prendas como tops, vestidos o camisas que se adaptan a copas de tamaño DD-G. Y Reformation lo hizo previamente, en 2015, con la colección I’m Up Here, cuya campaña protagonizaba Daisy Lowe. Aunque la firma no salió exenta de críticas y, tras una entrevista en The Guardian con su creadora, Yael Aflalo, en la que explicaba que estas nuevas tallas iban de la C a la DD, muchos lectores subrayaban en los propios comentarios del diario británico que esas tallas, en cualquier caso, serían más cercanas a la media, pero no de pechos grandes como la firma proclamaba. “¿¡Eso es una talla grande!? ¡Ridículo! Simplemente cubre la talla media de pecho británica”, escribía un usuario anónimo.
En otro artículo del mismo periódico (Por qué la moda ignora los pechos grandes), publicado días después a modo de respuesta, la periodista Eleanor Morgan señalaba el que, según ella, es el problema a la hora de plantear estas colecciones. A pesar de que haya una intención inclusiva, se les cuelga el cartel de ‘plus,’ apelando a que son tallas más grandes que la media (algo que, apunta, es traducido por los consumidores como ‘más grandes de la norma’, de ‘lo aceptable’), “incluso si ese ‘plus’ solo se relaciona con su pecho” y no con el resto del tamaño corporal o el peso. Y añadía: “Estas colecciones también pueden venderse como ‘asequibles’ [como en el caso de Reformation, con piezas que cuestan entre 50 y 140 libras], pero sus limitadas líneas de producción las hacen inaccesibles para algunas personas”. “La mayoría de las mujeres solo quieren comprar y encontrar cosas dentro de su presupuesto, con las que se vean bien y que se ajusten bien a ellas”, concluía.

Por una parte, sexualizado, por otra, censurado. El pecho femenino, ahora adoptado por muchas mujeres como símbolo reivindicativo para devolverle su lugar con naturalidad, como una parte más del cuerpo femenino que dejar de obviar (o en su defecto, objetificar), exige su sitio. Y esto empieza por encontrarlo en lo que se lleva puesto.

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