¿Sigues multiplicando por siete los años de tu perro? : lo estás haciendo mal

Suele decirse que cada año de nuestros amigos peludos equivale a siete años humanos. A bote pronto esta es una premisa extraña, sobre todo si se tiene en cuenta que un can de nueve meses ya puede tener cachorros y que los hay que llegan a cumplir los 15 años. Esto supondría que con menos de siete años ya son fértiles y que muchos superan fácilmente el siglo de edad. Sin embargo, el cálculo de los años de perro no es tan sencillo.

Esto es realmente algo que ya se sabe, que esa correlación tan exacta no es más que un mito. Incluso hace años que algunos científicos han estudiado la posibilidad de hacer un cálculo más concreto basado en la epigenética. Algunos no han llegado a publicar y otros siguen con su investigación. Sí que acaba de publicar un estudio al respecto un equipo de veterinarios procedentes de varios centros de investigación estadounidenses. Su trabajo se puede leer en Cell Systems y, a grandes rasgos, llega a una curiosa conclusión: que tu perro joven es posiblemente más viejo de lo que crees, aunque dentro de unos años será más joven de lo que piensas.

 
 

Epigenética para calcular años de perro

El material genético, ya sea ADN o ARN, es nuestro “libro instrucciones”, un conjunto de comandos que dicen a las células “cómo deben actuar”.

 

Cada gen se traduce en proteínas que realizarán tareas muy concretas, dirigidas a realizar acciones como dar color a nuestros ojos o controlar la concentración de glucosa en nuestra sangre. Esas instrucciones se encuentran en cada una de nuestras células, pero no son necesarias en todas. Por ejemplo, una célula del ojo no requerirá que se ejecute el comando encargado de la síntesis de insulina, ya que esto es algo que se hace en el páncreas. Además, no todos son necesarios siempre, por lo que la ejecución de estas instrucciones se va apagando o encendiendo, según cuál sea la necesidad.

 
 

Es aquí donde entra en juego la epigenética. Nuestro ADN, salvo mutaciones, no varía. Sin embargo, determinadas condiciones externas pueden hacer que se generen algunos cambios que influyen en ese encendido o apagado. Se hace mediante la adición de ciertos grupos químicos que actúan como “etiquetas” indicando qué comandos debe utilizar la célula. Es por ejemplo el caso de la metilación, en la que estas etiquetas están formadas por grupitos compuestos por un carbono y tres hidrógenos. Este es precisamente el proceso relacionado con la epigenética que han analizado estos científicos para medir los años de perro. ¿Pero cómo lo han hecho?

Epigenética y envejecimiento

Existen varios estudios que analizan la relación entre epigenética y envejecimiento, determinando bajo qué patrones se colocan esas “etiquetas” con el paso de los años.

 
 

Los autores de esta nueva investigación pensaron que, si se podía hacer con humanos, ¿por qué no con perros? Estudiar cómo influye la epigenética en estos animales es muy interesante; ya que, al vivir habitualmente con personas, los ambientes que la moldean son prácticamente los mismos.

 

Para hacerlo, tomaron muestras de sangre de 105 perros de raza labrador y secuenciaron su genoma. Al separarlos por edades, fue posible extraer conclusiones sobre cómo se van dando los cambios epigenéticos a medida que pasa el tiempo.

 

Como cabía esperar, no era algo lineal, por lo que no vale simplemente con multiplicar por un número. De hecho, comprobaron que un can de un año muestra un patrón basado en la epigenética similar al de un humano de 30. Con cuatro años de perro, se puede comparar a una persona de 52 y después, a partir de los siete, el envejecimiento se ralentiza.

 

¿Para qué sirve este estudio?

Gracias a estos datos los autores del estudio han elaborado una gráfica que relaciones los años de perro con los de humano.

Cell Systems

Esto no solo sirve para ayudarnos a entender mejor cómo de viejo es nuestro amigo peludo. También tiene una aplicación a nivel clínico; ya que, según explican estos investigadores en un comunicado, muchos veterinarios siguen usando la norma de multiplicar por siete.

Un conocimiento más exacto del envejecimiento del animal puede ayudar a hacer diagnósticos más precisos y a determinar cuándo deben empezar a recibir ciertos tratamientos antienvejecimiento.

A pesar de todo, es importante tener en cuenta que el estudio tiene limitaciones, como el hecho de haberse realizado con perros pertenecientes a una sola raza. Se sabe que los más pequeños suelen vivir más, por lo que habría que estudiar si la correlación es la misma. De cualquier modo, lo que está claro es que no es tan simple como se creía hasta ahora. Puede que pienses que tu perro es un “chaval”, pero en el fondo sea un “señor” mucho mayor que tú. Respétalo. O, lo que es mejor, respétalo, tenga la edad que tenga.

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