Tu smartphone no te escucha, en realidad es mucho más grave

Nikki García no se considera supersticiosa. No cree en fenómenos como la homeopatía y desconfía de todo aquello que le hace levantar la ceja en señal de extrañeza. Por eso, si a esta actriz española le hubieran dicho que los móviles escuchan nuestras conversaciones, no lo hubiera creído. Sin embargo, su escepticismo fue puesto a prueba hace poco.

García estaba hablando con una amiga suya por teléfono y esta le recomendó ir a clases de boxeo para desestresarse. “Durante la conversación dije varias veces la palabra boxeo y después de colgar, ese mismo día, me salieron en Instagram anuncios de clases de boxeo o kickboxing”, explicó la actriz para Hipertextual. Además, indicó que en los anuncios aparecían específicamente mujeres practicando este deporte.

 

No era la primera vez que aparecía publicidad de temas o productos que quizá no había registrado recientemente en un buscador, pero siempre coincidían con actividades o gustos que había compartido en alguna ocasión. Hasta esa vez que habló por teléfono de un deporte que no había practicado nunca y por el cual tampoco sentía especial interés.

Nikki García es una de las personas que ha vivido experiencias de este tipo, lo que ha provocado que haya crecido el número de usuarios que cree que al otro lado del teléfono hay alguien espiando las conversaciones.

Sin embargo, la actriz afirma no creer del todo en esta teoría. “No veo que esto sea una conspiración del Gobierno, por ejemplo. Le estamos dando acceso a los micrófonos con asistentes como Siri y eso se utiliza para fines comerciales. Este es el nuevo negocio”, apuntó en entrevista.

A pesar de que Nikki parece tener asumido que proporciona millones de datos a las plataformas tecnológicas, muchísimas personas no son conscientes de la cantidad de datos personales que acaban cediendo a redes sociales de moda como Instagram. Como consecuencia, el debate de si el móvil nos espía o no lleva un tiempo sobre la mesa. La mayoría ha encontrado la respuesta en la conspiración de que Facebook y Google les está vigilando y que toda su publicidad gira en torno a lo que han hablado dentro o fuera de sus redes sociales.

Por ello, si la pregunta es si el móvil nos escucha, debemos tener en cuenta que los datos que proporcionamos hacen que las empresas tecnológicas puedan conocernos, en algunos casos, hasta mejor que nosotros mismos. Por esa razón, las plataformas no necesitarían poner en marcha intrincados mecanismos para escuchar las conversaciones y sacar provecho económico. En algunos casos, quizá el de Nikky García, es posible que Instagram supiera que podría plantearse practicar boxeo antes que ella misma. El resto son teorías.

 

Desmontando la conspiración

Como ya apuntó la actriz española en su entrevista, nadie puede negar que el móvil te está escuchando si usas asistentes virtuales como Alexa o Siri. Habilitar nuestros micrófonos es, en estos casos, un paso necesario para que, cuando decimos “Oye, Siri”, el asistente se active. Por lo tanto, sí, el móvil te está escuchando y ese parece ser el precio a pagar por tener un asistente que hace las cosas por nosotros sin usar las manos o para ayudar a aquellos que tienen necesidades especiales.

“La tecnología permite la escucha activa, es decir, un dispositivo, para poder responder ante una orden o instrucción que le indiquemos, debe estar escuchándonos”, dijo a Hipertextual Pablo González, investigador de seguridad en Telefónica y responsable del Departamento Ideas Locas de la empresa.

“Este dispositivo debe procesar todo el flujo de datos que le llega de nuestra voz, pero sólo “despertará” cuando digamos la palabra clave”, añadió.

 

Sin embargo, la presunta escucha secreta, –“eavesdropping”, en inglés- tiene ciertos requisitos técnicos que hacen muy complicado que Facebook esté escuchando secretamente a mil millones de usuarios para almacenar esa información, generar perfiles, segmentarlos y vender publicidad en tiempo real de lo que hablan cada segundo sus usuarios. Generalmente, el componente más importante del “eavesdropping” es el ser humano que está escuchando al otro lado. En este caso, es a través de un teléfono móvil pero sin confirmación de que haya una persona física al otro lado.

Al respecto, González indicó que el flujo de datos puede ser enviado a un servidor en el que se procese la información y pueda ser “grabado”. Pero, ¿tiene sentido?, se pregunta el experto.

“El flujo de datos es demasiado grande, es mucha información la que se almacenaría en millones de grabaciones. ¿Se puede hacer? Desde el punto de vista de la tecnología de hoy en día es posible. ¿Se hace? Cada plataforma debe indicar lo que hace con la información que procesa. Algunos indican claramente que lo que el altavoz captura lo que envía para su tratamiento y la mejora del servicio, con la intención de mejorar su inteligencia artificial”.

En este contexto, el medio Wired calculó lo que le costaría a las empresas estadounidenses grabar todas las conversaciones. La media de uso de datos de una llamada por internet, que sería un sistema similar a lo que tendría que usar Facebook -grabar la voz, enviarla a un servidor y procesarla- es de 24 kbps, unos 3 kb de datos por segundo, si el teléfono nos está escuchando y transmitiendo información durante medio día -una jornada laboral más tiempo de ocio- son unos 130 MB por usuario y por día. En diferentes idiomas, contextos y situaciones. Es una tarea titánica.

Si tenemos en cuenta que Facebook tiene unos 1.510 millones de usuarios que usan el móvil cada día, y siendo conservadores asumimos que escucha mil millones de esos usuarios, eso son 121 petabyte de información que procesar y almacenar al día. 3.630 petabytes al mes; 43.560 petabytes al año. Pero Facebook almacena unos 300 petabytes de datos de los usuarios en sus servidores según los datos más recientes. Los números, por lo tanto, no salen.

Además, una mayoría de las conversaciones no tienen interés publicitario y, por otro lado, el lenguaje de las personas es tan complejo en cada uno de sus idiomas que, aunque hubiera un humano escuchando al otro lado del teléfono, tendría especial dificultad para segmentar toda esa información y que pudiera tener un rendimiento económico.

 

Así lo indicó Antonio García Martínez, antiguo manager de la división de anuncios dirigidos en Facebook y fundador de la red publicitaria AdGrok. En entrevista con Wired, apuntó que el lenguaje humano está lleno de sarcasmo, insinuaciones y dobles sentidos.

“Asumir que la inteligencia artificial a escala de Facebook será capaz de descifrar, incluso a un nivel incipiente la publicidad en internet, solo lo que anhelas y basado en cualquier declaración, otorga a estas tecnologías más credibilidad (o paranoia) de lo que merecen”, explicó.

Sin embargo, García Martínez apuntó que, a pesar de que Facebook no te esté escuchando, te está rastreando de otras formas, no menos insidiosas, de las que el usuario no es consciente. Pero ¿a qué otras formas de rastreo se refiere Martínez?

Después del escándalo de Cambridge Analytica los sistemas de segmentación de Facebook fueron sometidos a escrutinio en la comparecencia de Mark Zuckerberg en el Senado de Estados Unidos. El senador Gary Peters (D-MI) preguntó al CEO de Facebook sobre el uso del micrófono para escuchar a los usuarios, negando este último ese asunto. Esta es la transcripción de dicha comparecencia:

 

Peters: He oído a los electores decir que Facebook está extrayendo el audio de sus dispositivos móviles con el objetivo de segmentar anuncios. Esto habla de la falta de confianza que estamos viendo. Entiendo que hay problemas técnicos y logísticos para que eso suceda. Para el conste en el registro, lo escucho todo el tiempo, ¿Facebook utiliza el audio obtenido de dispositivos móviles para enriquecer la información personal sobre sus usuarios?

Zuckerberg: No. Nosotros no. Senador, déjame ser claro en esto. Usted está hablando de la teoría de la conspiración que escuchamos y grabamos lo que está pasando en su micrófono y lo usamos. Nosotros no hacemos eso. Permitimos que las personas tomen videos en su dispositivo y los compartan. Los videos también tienen audio. Lo hacemos, mientras grabas un video, lo grabamos y lo usamos para mejorar el servicio asegurándonos que tienes audio. Eso está bastante claro.”

El CEO de Facebook ha reiterado en diversas ocasiones que el uso que hacen del micrófono es para dar a los usuarios la posibilidad de subir vídeos con audio, pero que en ningún caso lo utilizan para escuchar hablar a la gente.

Información como poder

En entrevista con Hipertextual, Ruth García, técnico de ciberseguridad del área de ciudadanos del Instituto Nacional de Ciberseguridad (Incibe) explicó que, antes de afirmar que existe algo parecido a un espionaje a través de las escuchas, es importante entender que el usuario acepta diferentes términos y condiciones de uso de aplicaciones.

“Estamos accediendo a través de internet a muchísimos servicios y, de cara al usuario, son gratuitos. Sin embargo, detrás hay empresas que necesitan obtener beneficios de alguna forma. (…) Detrás hay un modelo de negocio que muchas personas desconocen”, sentenció.

Este negocio, añadió, se basa en obtener datos de los usuarios, una vez han aceptado los términos y condiciones de privacidad, para obtener un rendimiento económico. No obstante, hay que tener en cuenta que las plataformas acceden a algo más que a simples datos.

A través de una fotografía subida en Instagram, por ejemplo, se pueden sacar muchas conclusiones. “Si estoy de vacaciones en Punta Cana, con una imagen se puede interpretar que me gusta viajar, con qué tipo de compañía prefiero hacerlo y hasta mi nivel adquisitivo. Toda esa información se recaba para enviarnos publicidad dirigida”, dijo García a Hipertextual.

En esta misma línea, muchos usuarios se descargan aplicaciones y aceptan las condiciones de privacidad sin plantearse si para utilizar el servicio es necesario, por ejemplo, que la empresa tenga acceso a las fotografías, a los contactos o al micrófono. Y, sobre todo, para qué quiere tener acceso a esta información.

En este contexto, y complementando a lo que apuntaba Antonio García Martínez para Wired sobre las diferentes técnicas para obtener datos de los usuarios, investigadores de Northeastern University realizaron un análisis forense de 17.000 aplicaciones móviles para ver si enviaban información grabada, y no encontraron pruebas de que ninguna aplicación, tampoco Facebook, activara inesperadamente el micrófono para grabar y enviar datos.

Sin embargo, uno de los investigadores, Christo Wilson, comentó que tanto él como sus compañeros empezaron a ver cosas que no esperaban. “Las aplicaciones tomaban automáticamente capturas de pantalla y las enviaban a terceros”.

 

Esta práctica cuestionable no es la única pero puede ser mucho más eficaz que grabar las conversaciones de los usuarios. Asimismo, está relacionada con el funcionamiento de la publicidad en internet y lo que se conoce como información personalmente identificable.

Cómo funciona la publicidad personalizada en internet

Aquí es donde está el quid de la cuestión. Como ya hemos hecho hincapié anteriormente, ni Facebook ni Google necesitan espiarte a través del móvil para mostrarte publicidad, puesto que tienen otros métodos, quizás no tan conspiranoicos, pero mucho más efectivos.

Muchas personas han regalado su información personal a Facebook. Sus datos, su ubicación, sus gustos e intereses, las películas que han visto, quiénes son sus familiares y amigos, e incluso el contenido de sus fotos familiares y personales, el cual puede ser descompuesto en palabras clave a través de la inteligencia artificial. Además, pueden haber navegado por otras webs que tienen trackers de Facebook y que se utilizan también para agregar información. En conjunto, esta red social tiene un perfil literalmente perfecto de cada uno de sus usuarios.

El caso de Google es casi más perfecto: controla el email y el contenido, es capaz de identificar las búsquedas, las apps que se utilizan en los móviles Android, las ubicaciones y cuál ha sido el camino elegido para hacer esa ruta, así como los lugares más frecuentes que visitan los usuarios. Además, tienen todos los datos acerca de las compras que se hacen con las tarjetas y los dispositivos que se utilizan para acceder a sus servicios, todos multiplataforma.

Toda esa información agregada, bien segmentada y canalizada a través del tiempo ayuda a que ambas compañías tengan un perfil perfecto de sus consumidores. Saben incluso antes que ellos si van a hacer un viaje, o son capaces de anticipar sus intereses en base al historial.

El consejo para evitar que regalemos diariamente este gran flujo de información es fácil, aunque pocos lo lleven a la práctica: “Tenemos que leernos las condiciones de privacidad (aunque muchas veces los textos no sean muy amigables), saber qué desarrollador o empresa está detrás de la aplicación y para qué quiere utilizar nuestros datos”, subrayó la experta en ciberseguridad de Incibe.

 

Sin embargo, esta práctica tampoco es una garantía por los sofisticados sistemas de targeting y profiling. Facebook, por ejemplo, tiene una lista de los intereses y amigos de sus usuarios, por lo que es muy sencillo determinar detalles de su perfil aunque se haya limitado la información. Incluso aunque se haya desactivado o borrado la cuenta.

Además, muchos utilizan herramientas como el autocompletado, que registra tus datos para anticiparse a lo que vas a escribir en un formulario, como tu nombre completo, dirección y número de teléfono. De esta manera, si las empresas tecnológicas ya tienen toda tu información, ¿para qué gastar tantos recursos en espiar tus conversaciones?

Pese a la creencia general, los datos y la publicidad que muestra Facebook o Google no se limita a los sitios web porque está pensanda para ir con los usuarios allá donde vayan, e incluso saltar de dispositivo y hasta retroalimentarse con otros. Cada web que visitan deja un rastro en sus aparatos que se puede agregar al resto para determinar mejor sus perfiles o sus intereses. Y como las plataformas tecnológicas controlan de facto la publicidad en internet, tanto dentro como fuera de sus sitios, esos anuncios están siempre presentes. Así lo explica la propia Facebook en sus políticas de privacidad:

“Supongamos que estás pensando en comprar un nuevo televisor y empiezas a buscar televisores en internet y en aplicaciones para celulares. De acuerdo con esta actividad, podemos mostrarte anuncios sobre ofertas de televisores para ayudarte a conseguir el mejor precio y a informarte sobre otras marcas relevantes. Además, como pensamos que te interesa la electrónica, en un futuro podemos mostrarte anuncios sobre otros aparatos electrónicos, como altavoces o consolas de juegos para tu nuevo televisor.”

En este punto entran también en juego las famosas cookies. Facebook o Google no solo tienen un perfil de cada usuario, también son capaces de sembrar semillitas en los dispositivos para enriquecer esta información y que sea más fácil localizarlos. En resumen, las cookies son pequeños fragmentos de archivos de texto que almacenan datos en los dispositivos (PCs, móviles, apps e incluso TVs) y reciben los identificadores así como otro tipo de información, como los hábitos de navegación, las compras realizadas e incluso las que no llegaron a efectuarse.En el caso de Facebook, la plataforma utiliza sus productos y aplicaciones, visitas a otros sitios web y otras aplicaciones, así como el botón “Me gusta”, para ofrecer los productos de la empresa. Prácticamente lo mismo ocurre con Google, Amazon o cualquier otra gran tecnológica, aunque no haya una cuenta en esos sitios:

 

Los sitios web y las aplicaciones proporcionados por otras empresas que utilizan los Productos de Facebook, incluidas empresas que incorporan las tecnologías de Facebook en sus sitios web y aplicaciones. Facebook usa cookies y recibe información cuando visitas esos sitios y aplicaciones, incluida información sobre dispositivos e información sobre tu actividad, sin ninguna intervención adicional de tu parte. Esto sucede sin importar si los usuarios tienen o no una cuenta de Facebook o si iniciaron sesión en ella.

Aunque las cookies tienen muchas funciones diferentes (son las encargadas de guardar la sesión con el nombre de usuario y contraseña o las preferencias de uso de un sitio web), su uso mayoritario es para enriquecer la publicidad. Y el número de cookies que se generan con la navegación web y que crean perfiles para los anunciantes asusta. De hecho, se puede comprobar, dentro de la Unión Europea, la cantidad de compañías, servicios y webs que inyectan cookies y se retroalimentan de ellas en la web de European Interactive Digital Advertising Alliance o en About Ads para América.

La complicidad entre las grandes compañías y empresas de terceros en la web es necesaria para que la maquinaria de personalización funcione como es debido. “La información de Facebook y Google solo la pueden saber asociándose con otros sitios web, y asociar el perfil de un usuario con su comportamiento en esos sitios. Este tipo de datos es similar a los que se puede ver en un informe de crédito que agrega la actividad financiera en varias cuentas, y darse cuenta de que es posible obtener un historial de la actividad que sería difícil reconstruir de memoria”, explicó Emilee Rader en su estudio Awareness of Behavioral Tracking and Information Privacy Concern in Facebook and Google.

A estas alturas, está bastante claro que el perfil que tienen las compañías sobre nosotros es perfecto, mejora cada día y es mucho más eficiente, menos invasivo y más eficaz que conectar el micrófono del teléfono, para espiar y sacar provecho de esos datos. El conjunto de todos ellos es la información personalmente identificable que comentamos anteriormente y que es el santo grial de la publicidad, así como la clave para que que los anuncios que veas en internet sean, literalmente, perfectos para ti. En Europa, este tipo de información está regulada por la European Interactive Digital Advertising Alliance, y desde el punto de vista formal se define de la siguiente forma:

La información personalmente identificable corresponde a datos que por sí mismos, o en combinación con otros datos en poder de una determinada compañía, identifican a un usuario inequívocamente como persona. Ejemplos claros son su nombre, su dirección o su dirección de correo electrónico. La mayoría de los proveedores no usa información personalmente identificable para la publicidad basada en el comportamiento. No obstante, si un proveedor usa esta información sobre usted, se lo habrá tenido que comunicar en la política de privacidad del sitio web cuando usted se registró para un servicio específico.

Todos estos datos han sido cedidos voluntariamente por todos los usuarios de redes sociales e internet y, por el momento, hay pocos indicios de que vaya a cambiar la situación. Los expertos consultados por HipertextualPablo González y Ruth García, coincidieron en que existen muchos retos para que la sociedad sea completamente consciente de la información que “regala” a las plataformas tecnológicas. Sin embargo, añadieron, la concienciación va mejorando cada vez más. “La aplicación de la GDPR en territorio europeo ha ayudado a que esta situación y concienciación mejore a favor del usuario (pero) no cabe duda de que queda mucho camino que recorrer”, subrayó González.

 

El desconocimiento en algunos casos y, además, otros sistemas como el retargeting que persigue a los clientes que no acabaron una compra, ha provocado que muchas personas no entiendan por qué les aparece siempre el mismo anuncio o que se sorprendan cuando te ofrecen un producto que estaban pensando en comprar pero que todavía no habían buscado en la red. No lo olvidemos, Facebook, Google o Amazon te persiguen allá donde vayas con un dispositivo conectado a internet. La única diferencia es que hasta ahora no te habías dado cuenta. Y eso también tiene un explicación.

El factor psicológico

Como hemos comentado anteriormente, el desconocimiento sobre el modelo de negocio de las plataformas, así como la tecnología que utilizan, provoca que muchas personas se sorprendan porque no entienden cómo las empresas obtienen los datos personales. Sin embargo, estos fenómenos tienen en realidad una explicación. También la tiene que a Nikki le aparecieran de repente anuncios sobre clases de boxeo.

Por ello, la creencia de muchas personas de que le están espiando está relacionada con dos fenómenos psicológicos que pueden reforzar las teorías conspiratorias.

En su estudio sobre la psicología de las conspiraciones, Karen M. Douglas, Robbie M. Sutton y Aleksandra Cichocka analizan los factores que intervienen para que miles de ciudadanos crean en complots y las medias verdades. Douglas explica que “las teorías de conspiración pueden satisfacer algunos motivos epistémicos a costa de otros, por ejemplo, al proteger las creencias de la incertidumbre”, pero pueden darse el caso, como el que nos ocupa, que “sea una forma contraproducente de cognición social motivada” en las que interviene el factor grupo.

 

El mismo autor, en un estudio mucho más profundo sobre los elementos psicológicos de las conspiraciones titulado Creencia en las teorías de conspiración: principios básicos apunta al uno de los valores más importantes que nos hacen tender a creen en este tipo de falsas creencias: “Se ha observado que el sesgo de confirmación es fundamental para la teorización de la conspiración (Brotherton, 2015), y que las creencias de la conspiración están relacionadas con la ilusión de la profundidad explicativa (Vitriol y Marsh, 2018).

El sesgo de confirmación es una heurística psicológica mediante la cual buscamos continuamente confirmación sobre algo en lo que ya creemos, lo que limita nuestra percepción a abrirnos a ideas diferentes a que te tenemos conceptuadas, o a analizar objetivamente una situación o información.

Para la mayoría es más sencillo creer que Facebook nos escucha que pararnos a buscar información sobre si esto es posible, rentable o eficaz. Seguramente, cuando Nikki o la amiga con la que hablaba de boxeo al teléfono veían anuncios sobre este tema no pensaron en que se trataba de una parte ínfima del total de impresiones publicitarias. Sin embargo, inconscientemente, el sesgo de confirmación nos impulsa a pensar en ello como una prueba para confirmar la hipótesis que ya teníamos, aunque no sea válida.

Además entra en juego nuestra experiencia previa. Tendemos a aceptar de forma positiva ejemplos para los que estamos condicionados a creer y, si ya hemos escuchado de algún amigo que Facebook nos espía o que es tremendamente invasivo, o algún refuerzo a esta teoría aunque no sea cierta, utilizamos cualquier input que nos sirva como confirmación de esa creencia.

Esto es algo que ponen de manifiesto Patrick J. Leman y Marco Cinnirella en su estudio Beliefs in conspiracy theories and the need for cognitive closure: “Las creencias en las teorías de conspiración también tienen mucho que ver con las formas en que los individuos interpretan y cuestionan la legitimidad de la evidencia”. Y amplían: la evidencia que se considera que confirma las creencias existentes de un individuo tenderá a ser no cuestionada y aceptada, mientras que la evidencia que no confirma a menudo se evaluará y rechazará.

 

Esta situación es además reforzada con otro sesgo cognitivo llamado efecto Baader–Meinhof. El también conocido como ilusión de frecuencia o sesgo de actualidad es una situación en la que algo que aprendiste recientemente parece aparecer repentinamente en todas partes.

La literatura psicológica apunta a que hay dos razones para se dé este fenómeno. Ben Zimmer, en “Frequency illusion” apunta a que el primero tiene que ver con la llamada atención selectiva, es decir, “nuestro cerebro está buscando inconscientemente más información sobre un tema determinado por el que tenemos cierto interés”. En segundo lugar tiene que ver con el ya mencionado sesgo de confirmación.

Patrick J. Leman y Marco Cinnirella también apuntan a este mecanismo para reforzar nuestra falsa creencia: “Esto sirve para reducir la disonancia cognitiva entre actitud y evidencia. Como resultado, la misma información a menudo puede ser apropiada para apoyar ambos lados de un argumento”

Según Alan Bellows, a la hora de analizar estas situaciones “rechazamos constantemente la coincidencia o la realidad si subconscientemente nuestra intuición nos dice que tal explicación es inadecuada. Nuestro cerebro tiene cierto prejuicios hacia los patrones y la casualidad. A pesar de que somos tremendamente efectivos para reconocer patrones -que es la base de nuestro aprendizaje-, también supone que el cerebro le dé una importancia excesiva a ciertas situaciones sencillas. Si a esto le sumamos que estamos constantemente bombardeados con publicidad y gran parte de ella está especialmente dirigida a nosotros, segmentada y filtrada, es bastante probable encontrarnos con la misma publicidad constantemente.

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Además, intervienen multitud de factores relacionados con la forma que tienen los anunciantes, Facebook o cualquier otra plataforma de dirigirnos publicidad al milímetro, y que además nos persiga por toda la red. Por ello, cuando se produce esta situación, aunque sea ocasional, el cerebro promueve la información porque los dos casos iguales constituyen el comienzo de una secuencia. Y las secuencias le resultan fáciles a nuestro cerebro. Bellows, en su análisis sobre el efecto Baader–Meinhof continúa: “Lo que no vemos es la mayoría, los cientos o miles de impresiones que no se repiten porque no se ajustan a un patrón interesante para nuestra cabeza. Esta tendencia a ignorar los datos ‘no interesantes’ es un ejemplo de atención selectiva”.

Además sucede algo muy interesante. Por norma general tendemos a subestimar o sobrestimar de forma muy abultada la probabilidad de eventos coincidentes. De hecho, hay tantas cosas sucediendo todo el tiempo a nuestro alrededor que las coincidencias no son tan raras como parecen, es más, ocurren con frecuencia. Simplemente no los notamos la mayor parte del tiempo, porque a menudo nuestra atención está en otro lugar durante uno o ambos eventos coincidentes. Cuando algo cambia las prioridades de nuestra atención, naturalmente seremos receptivos a una variedad diferente de coincidencias, y éstas parecerán novedosas.

Greg Barron, de la Universidad de Harvard en su estudio sobre la coexistencia de la sobreestimación y la infraponderación de eventos raros y el efecto de la contingencia contingente, explica este fenómeno de forma muy sencilla: “la sobrestimación de eventos raros se suele explicar invocando la heurística de disponibilidad. Los eventos raros son más notables, y más fáciles de recuperar de la memoria, por lo tanto, están sobreponderados. Este fenómeno es robusto y se observa también en experimentos de laboratorio controlados, incluso cuando no es probable que la memoria a largo plazo desempeñe un papel importante.”

Combinados estos sesgos, junto con una pizca de mera coincidencia, da como resultado una percepción irreal sobre una situación concreta. Vemos un anuncio determinado y nuestro cerebro lo asocia automáticamente al hecho previo de que habíamos hablado de ello, y por tanto la conclusión más rápida -pero no la más correcta- es que alguien nos ha espiado para mostrarnos ese anuncio.

En realidad, nadie te está espiando con el móvil, pero la mezcla entre la tecnología detrás de la publicidad en internet, nuestra cesión de datos y privacidad, añadido a ciertos condicionante psicológicos, hacen el resto.

 

Más allá del micrófono

El hecho de que Facebook o los anunciantes no estén utilizando el micrófono no quiere decir que no te estén espiando, en el sentido más estricto del término. Si bien hemos hecho hincapié en los mecanismos que utilizan las redes de publicidad para crear un perfil, también existen herramientas que proveen información a estas redes sin que seamos del todo conscientes, pese a que estén especificadas en los términos y condiciones de uso.

Tu smartphone incluye un chip de GPS, acelerómetros y otros sistemas que permiten determinar parte de tu comportamiento y uso del terminal sin que seas consciente. Y las aplicaciones tienen capacidad para recopilar esta información y enriquecer los datos que tienen sobre nosotros. Tu modelo de dispositivo, la red Wi-Fi a la que te conectas dicen más de nosotros de lo que creemos, y en conjunto se trata de un paquete de información extremadamente valiosa.

Por eso no sirve de nada desactivar el GPS. Se puede trazar el historial de ubicación de un usuario solo por las redes Wi-Fi a su alrededor usando la localización de su dirección IP. También juega un papel clave la dirección MAC, un identificador único asociado a un dispositivo que lo distingue entre miles con una precisión milimétrica, por lo que aunque límites el rastreo publicitario, es muy fácil registrarte entre millones de usuarios.

Por tanto, incluso si desactivas la localización de una aplicación concreta, esta tiene varios sistemas para saber dónde estás y usar esa ubicación. Las herramientas para “espiarnos” son variadas y cada día están más perfeccionadas, son más complejas y, a vista de los usuarios de las aplicaciones, menos invasivas, al ocurrir en segundo plano y sin interacción alguna.

Los pixels insertados en las webs, el intercambio de cookies, la recopilación de información -incluso cuando tu perfil está desactivado-, el cruce de datos entre diferentes aplicaciones como WhatsApp, Instagram o Messenger, entre otros, o el análisis en tiempo real de lo que escribimos en Facebook, aunque finalmente no lo enviemos, son otros de los métodos que existen para seguir rastreando tu información personal sin que seas del todo consciente de ello, por no hablar de los conocidos como shadow profiles.

El problema con la teoría de la conspiración del micrófono es que para nosotros, como usuarios, es más fácil de entender que los mecanismos que funcionan entre bastidores y que son, de forma efectiva, los que nos espían. Y aunque Facebook, por su historial de falta de privacidad es el que más destaca, lo cierto es que lo hacen todos: Google, Amazon, Apple (aunque como no es su negocio, no de forma tan agresiva), Tinder, incluso la aplicación de linterna gratis. Todos y cada uno, sin excepción. En servicios gratuitos, los datos son lo único valioso.

Como hemos visto en las declaraciones de los expertos consultados por este medio y los estudios citados, empresas como Google y Facebook no necesitan activar el micrófono para escuchar a escondidas y venderte publicidad. Hay métodos más sencillos para conocer a los clientes y anticiparse a sus gustos e intereses. En consecuencia, de esta manera consiguen segmentar la publicidad de forma mucho más eficiente y competente que a través de escuchas ilegales.

Sin embargo, lo que muchas personas quieren creer parece estar, en algunos casos, por encima de las explicaciones más lógicas y sencillas. Por mucha evidencia que puedan tener delante, muchas veces parece más fácil conseguir los elementos que necesitan para seguir creyendo en teorías conspiratorias.

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